Mujeres que salvan vidas, así son las bomberas de la Estación Chapinero B-1 en Bogotá

Madres, esposas, enfermeras, secretarias y además bomberas. Estas mujeres decidieron cambiar radicalmente sus vidas para servir al prójimo.

En Bogotá hay 17 Estaciones de Bomberos, una de estas es la Estación de Chapinero B-1 que cuenta con alojamiento femenino y masculino, sala de máquinas, de guardia, cuarto de equipos, oficina de inspectores, área de oficiales, comandancia, gimnasio, comedor, cocina, sala de estar y departamento de prevención. Allí sus integrantes -cuando no están arriesgando sus vidas para salvar las de otros/as- generalmente deben alistar el equipo de protección personal (casco, botas, máscara, etcétera), organizarse en tripulaciones y verificar que el equipamiento se encuentre en buen estado (motosierras, motocortadoras, máquinas, mangueras, entre otros). También tienen otras tareas como recorrer los cerros en época de verano para prevenir incendios forestales y durante el invierno se percatan de que equipos fontaneros como motobombas y tubos de succión estén funcionando a la perfección. 

Pero cuando es el momento de entrar en acción, nada puede quedar al azar. La naturaleza de su trabajo encierra al tiempo como un factor fundamental en la atención de situaciones de riesgos de desastres y siniestros. Las y los bomberos de la Estación Chapinero B-1 comprenden esta situación, por eso cuentan con un protocolo de alistamiento en menos de un minuto para salir a atender una emergencia. Un equipo de rescate suele estar formado por el/la maquinista, comandante de máquina que por lo general es oficial y tres o cuatro tripulantes. Dentro de sus funciones, brindan asistencia en incendios y rescates viales, por derrumbes o inundaciones, entre otros. Su labor es esencial en el cuidado de vidas y la protección de bienes. Por eso su trabajo es exigente, y el entrenamiento lo es aún más. 

De hecho, las capacitaciones que se imparten, no manejan beneficios o diferencias entre hombres y mujeres. Es por eso que durante los entrenamientos que se hacen en la academia, son pocos los que alcanzan el porcentaje para ingresar al Cuerpo de Bomberos. La participación es especialmente baja en las mujeres. Es una labor ardua que requiere de esfuerzo físico y mental, pero en este espacio es pertinente resaltar la labor del género femenino porque en pleno siglo XXI, esta labor apenas está tomando fuerza rompiendo el techo de cristal en medio de un trabajo mayormente ocupado por hombres. 

Una vocación innata

Clarena Montaño Becerra, es sargento del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá desde hace 15 años. Trabaja en la Estación Chapinero B-1, donde está asignada como jefe del turno dos. En su rutina diaria, desempeña el papel de mamá preparando alimentos y estando pendiente de sus tres hijos, luego se pone su traje para encarnar el rol que le llena de valentía. Pero antes de incursionar en esta labor heróica, ya contaba con la vocación de servir, vocación que le heredaron en su natal San Diego, ubicado al nordeste del Cesar. “Fui criada por mi abuela, una persona muy bondadosa y dada a la comunidad”, recordó. 

Esa necesidad innata de ayudar a otros/as le llevó a convertirse en auxiliar de enfermería. Con el transcurrir del tiempo, se le presentó la oportunidad de buscar nuevos horizontes en Bogotá, donde trabajó en los hospitales de Tunjuelito y Fontibón, y en la Clínica Fray Bartolomé de las Casas. En sus turnos, yendo y viniendo por los pasillos en medio de médicos/as, enfermeras/os y pacientes; conoció de cerca la labor de la que más adelante haría parte. Recuerda una ocasión en la que las calles de Tunjuelito se inundaron y un muro cayó sobre una niña de 10 años, también cuando un paciente mentalmente inestable se lanzó desde el último piso del Hospital, en estas ocasiones vio a las y los bomberos actuando urgentemente para rescatar a la menor y luego apoyando la búsqueda del cuerpo del hombre que se había suicidado. 

La experiencia que más le marcó fue la de una explosión que ocurrió en el parque de Fontibón, donde fallecieron un periodista y tres menores, ese día estaba de turno en sala de cirugía y presenció el momento en el que las puertas de urgencias se abrieron dando paso a las y los bomberos ingresando con los menores. Esa memoria se la relató a un familiar, y como si fuera obra del destino que indicaba el camino de su vocación, este resultó trabajar en la parte administrativa del Cuerpo de Bomberos. 

— Ellos son compañeros míos.

— Qué bonita labor la que hacen, es muy humanitaria. Esa manera como llegaron, ese desespero que se les veía en los ojos al tratar de decirnos que ayudemos a esos niños porque necesitaban nuestra ayuda… — El anhelo estaba implícito en sus palabras y quizá por eso, su familiar sugirió algo que cambiaría su vida. 

— ¿Por qué no te presentas a la convocatoria a ver si pasas? Mira que tu siempre has sido una persona de ayudar, de vocación de servicio. 

Clarena le hizo caso a su familiar y se presentó a la convocatoria. Varias mujeres se postularon pero solo pasaron dos, ella fue una de las seleccionadas. “Y acá estoy, y estaré sirviendo creo que hasta el final de mi vida”. Actualmente tiene a cargo a 15 personas, solo una de ellas es mujer. Su cotidianidad portando el característico uniforme amarillo ha estado colmada de misiones en las que se juega la vida y considera que Dios la bendijo al permitirle ser enfermera antes que bombera, porque así puede ayudar a quien resulte herido en medio de una tragedia antes de que llegue la ambulancia. Estas experiencias contribuyen a que mantenga su convicción: “No hay nada más hermoso en el mundo que servir al que más lo necesite”. 

Luchar contra comportamientos machistas 

Yadira Piamonte Fernández es una cabo que día a día se dedica a ayudar a quienes más lo necesitan. Tenía 29 años cuando decidió el camino que quería seguir, desde hace tiempo le seguía la pista a las convocatorias hasta que la oportunidad se le dio gracias a su amigo y teniente Nelson Bermúdez, quien ya está retirado. Él le avisó sobre el nuevo ciclo de postulaciones y la puso a correr de un lado a otro con documentos y demás requisitos, pero estaba convencida de que quería cambiar su vida. Los escritorios, el papeleo, las agendas y todas esas funciones que cumplía una secretaria, le habían colmado de inconformidad.  

Cabo Yadira Piamonte, quien desde los 29 años entrego su vida al servicio bomberil. Foto: Vannessa Jiménez #ElCuartoMosquetero

Logró su objetivo e ingresó al Cuerpo de Bomberos, donde lleva 17 años. En sus días es común arriesgar su vida para ayudar a otros/as. La experiencia que más recuerda se dio cuando apenas llevaba seis meses como bombera, y desde el momento en que se inicia, se le nombra un padrino al recién llegado. La emergencia se presentó durante las festividades navideñas a raíz de una joven que caminaba distraída por la Carrera 10 con 10 y no se percató de que había una alcantarilla sin tapa, entonces cayó al interior del sistema de tubería subterránea. Al llegar al lugar, las personas alrededor le dijeron a Yadira que ya no escuchaban a la joven en la profundidad de la alcantarilla, así que siguieron por la Carrera 10 hacia el occidente y levantaron otra tapa con la esperanza de encontrarla, pero no estaba ahí. En ese momento arribaron dos policías en motocicletas, las cuales abordaron y emprendieron camino hasta la avenida Caracas. En ese sector su compañero descendió en otra alcantarilla primero atándose al cuerpo de Yadira como punto de anclaje mientras ella le soltaba cuerda. A cerca de 20 metros encontraron a la joven quien tenía una fractura, pero afortunadamente consiguieron sacarla de ahí con vida. 

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Mantenerse en su convicción no ha sido fácil. Cuando ingresó notó cierto prejuicio hacia las mujeres. “Usted sirve para la guardia”, “Usted no sube”, “Usted no puede alzar”, eran frases que escuchaba con frecuencia. Su gran sueño era ser bombero maquinista, lugar que poco se ocupaba entre el género femenino. Tiempo después lo logró, pero luego empezó a escuchar cuando la veían conduciendo: “Es una mujer, quítese del camino porque es una mujer”. Incluso, cuando ya no lo soportó más, tuvo que reportar ante la comitiva algunos compañeros que solían bromear con ella de manera machista. Sin embargo, para la cabo, este tipo de pensamientos han cambiado y actualmente sus compañeros han aprendido a trabajar de manera equitativa con sus colegas féminas. 

Su pasión y destreza en lo que hace le ha permitido ser parte del equipo de rescate luego del devastador terremoto ocurrido en México en septiembre del 2017. También apoyó en la búsqueda de cuerpos o sobrevivientes cuando colapsó el edificio Space en Medellín el 12 de octubre del 2013. Antes de ingresar a través de los escombros y restos carbonizados en cada emergencia, ‘se echa la bendición’ y respira profundo, sabe lo complejo de los escenarios que enfrenta en su cotidianidad pero nunca ha pensado en cambiar de labor, pues ya no se ve tras un escritorio manejando cifras y papeleo.

Familia de uniformados/as

En la familia de Yineth Paola Ayala, los uniformes han sido parte del repertorio laboral. Su papá es policía y su hermana mayor le siguió los pasos. Su hermano prefirió ser bombero y ella decidió seguir por este mismo camino al que se vinculó hace cinco años. Pero descubrió su vocación mucho antes, durante los cursos de bomberitos a los que su mamá la llevaba durante su infancia en la Estación de Bosa.

Pero si algo tenía claro, era que antes de seguir su vocación, quería estudiar algo, y se graduó como enfermera, luego hizo cinco semestres de Derecho. Y al final, llegó el destino para el que se había preparado desde su niñez. Pero mantenerse en ese camino no ha sido fácil, en su labor suele ponerle el pecho a situaciones trágicas. La que más recuerda es la del atentado al centro comercial Andino en Bogotá, ocurrida el 17 de junio del 2017. “Nosotros llegamos de primera respuesta y cuando ingresamos al lugar la escena era terrorífica”, el espacio estaba colmado de una grisácea niebla espesa, en las paredes se veían manchas de sangre y sobre el suelo extremidades de las víctimas. La tubería se había roto y el agua se pintó de rojo. 

Bombera Yineth Paola, en la Estación Chapinero B-1 en Bogotá. Foto: Vannessa Jiménez #ElCuartoMosquetero

Su trabajo es de no descansar. Cuando no está revisando el estado de los equipos o atendiendo emergencias, se dispone a apoyar la preparación del plan mensual de capacitaciones internas y externas, la lectura de procedimientos, la comisión ambiento físico, entre otras actividades. 

Una vocación que se lleva en la sangre

Karen Bolaños ha estado inmersa en el mundo bomberil desde que tiene memoria. Su abuelo, quien ya falleció, se pensionó de bombero y antes de eso llegó a ser teniente. Su papá siguió ese ejemplo y actualmente es teniente de Estación. Cuando ellos le contaban las historias de aquellas hazañas heroicas que vivían en su trabajo, quedaba embelesada. Así, en su ser quedó esa semilla que germinaría tiempo después. En el camino se desvió intentando trabajos de oficina que terminaron por confirmarle que estaba tomando el rumbo equivocado. “Sentía que la vocación de servir al otro me jalaba mucho y en estos años que he estado en la institución, me he dado cuenta que esto es lo que quería hacer”. Antes de portar el uniforme de bombera, estudió salud ocupacional y seguridad en el trabajo. 

Karen Bolaños lleva en la sangre el servicio bomberil, pues su abuelo fue quién la encamino en este mundo. Foto: Vannessa Jiménez #ElCuartoMosquetero

Siendo bombera se ha puesto a prueba constantemente y comprobó que puede llevar a cabo labores que pensó que solo los hombres podrían realizar y se siente orgullosa de su labor. Su hijo de cinco años de edad suele decir: “Mi mamá es fuerte porque ella me puede alzar y es bombera”. Escucharlo la colma de felicidad y la alienta a seguir andando el camino que eligió hace dos años, un camino lleno de recuerdos gratificantes, como esa vez en la que una niña de dos años se quedó encerrada en la casa y su abuela se desesperó imaginándose los peores escenarios; al final Karen pudo ingresar a la vivienda y sacar a la menor. Atender esa emergencia no requirió un gran esfuerzo pero para la mujer fue todo un acto heroico, empañada en lágrimas abrazó a la bombera y le agradeció con insistencia, le decía que había salvado la vida de su nieta. 

Sin embargo, otros momentos son un tanto desalentadores. En la Estación se realizan dos cursos de bomberitos al año que duran dos semanas, uno en julio y otro en diciembre -cuando no había pandemia-. A una de esas formaciones asistió un niño de 10 años muy atento y siempre alegre al que le tomó mucho cariño, y que nunca imaginó que terminaría por suicidarse. A sus 34 años, es un recuerdo que le llena de tristeza y que aún intenta superar. 

Las mujeres cada vez se están abriendo espacio en el mundo bomberil, un contexto que requiere coraje y nobleza. Esta labor heroica suele quedar en el anonimato. Requiere aprendizaje y perseverancia continua, y para las que asumen este reto significa también sobrellevar cargas domésticas y mantener roles de madres y/o esposas. 

Aún así, las bomberas de la Estación Chapinero B-1 aseguran no sentirse arrepentidas ni un solo segundo del trabajo que eligieron para sus vidas y se mantienen firmes en que su objetivo va más allá de atender accidentes o situaciones de riesgo, porque además de eso deben aferrarse a la esperanza y transmitirla a la comunidad.

Trabajo de campo: Vannessa Jiménez

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