María Daneyi: la cultura a través de las plantas medicinales

Por Daniela Gómez

‌María Daneyi Villa conoce una amplia variedad de plantas nativas y medicinales que hacen parte del humedal, con ellas, ha logrado amainar y hasta curar los males de su familia y de quienes acuden a su sabiduría en busca de una receta; este es un conocimiento heredado de otras sabedoras de la comunidad como Belén Bedoya el cual tiene mucho valor y representa primero, una forma de dignificar a otras mujeres y segundo, una forma de ser, habitar y conservar el territorio.

Neyi, como le dicen de cariño, lleva 35 años en el territorio, de los cuales 24 ha estado luchando de la mano de las plantas por su conservación, y, hace parte de Agua de Sonso, la corporación comunitaria para el desarrollo sostenible del humedal más influyente. Para ella, es importante que la mujer se incorpore en los procesos que apuesten a la conservación, “las plantas me han permitido echar raíces en la cultura del pescador artesanal y me han regalado espacios para compartir educación ambiental con muchas personas y desde allí sembrar conciencia, yo siento que las mujeres nos relacionamos de forma más estrecha y apasionada con la naturaleza, le ponemos alma, cuerpo y espíritu al territorio; la naturaleza es sabia y pone toda su pericia en las mujeres que caminamos, observamos y sentimos nuestros territorios».

La Laguna de Sonso se constituye como un lugar de un gran valor ecológico y cultural para el departamento por su paisaje, diversidad de flora y fauna y por ser hogar de una de las últimas comunidades pesqueras asociadas al complejo de humedales del río Cauca. Según la ficha informativa Ramsar, en el corredor biológico del humedal en términos de flora, brotan 232 especies con 75 familias y 177 géneros: macrófitas o acuáticas que están representadas por 37 familias de 52 géneros y 56 especies, y, arbóreas, representadas por 38 familias, 68 géneros y 81 especies.

Cuando Daneyi llegó al corregimiento El Porvenir y tuvo sus hijos empezó a buscar en la sabiduría tradicional de las mujeres del lugar una forma de curar sus dolencias, «había que buscar otras alternativas porque no se tenía la plata en las manos, pero las plantas siempre estaban ahí»; del conocimiento heredado por Belén Bedoya y de sus propias formas de recolección y experimentación, Neyi ha forjado un quehacer que desde el principio de la humanidad ha aportado significativamente al mundo de la herbolaria y la medicina y a enriquecer los usos y costumbres de las comunidades rurales.

En el bosque seco tropical inundable pelechan plantas con adaptaciones increíbles para sobrevivir a las condiciones climáticas y con propiedades sorprendentes para sanar las dolencias de un amplio catálogo de males; Matarratón o Gliricidia sepium  para las gripes fuertes, Barba de viejo o Tillandsia usneoides para el asma y el crecimiento del cabello, Carmín o Rivina humilis para los fuegos en la boca, la Archucha o Momordica charantina para la diabetes, la Cañafístula o Cassia grandis para limpiar la sangre y el Martin Galvis o Senna alata para los hongos y las afecciones del colon.

«El Martín Galvis es un arbusto que se da mucho en este ecosistema, las y los pescadores siempre lo han utilizado para curar algunos padeceres como los hongos producto de la humedad resultado de largas faenas de pesca: maceraban la hojita y se la ponían en las «candelillas» que se llaman y les sanaba. Hoy en día, las señoras que sufren del colón hacen una infusión de su flor y encuentran alivio; otras personas de la comunidad me han comentado que también lo han utilizado para los triglicéridos, osea que si vemos, no es cuento de Daneyi, sino que son experiencias que la misma comunidad me ha compartido y que yo misma he experimentado» , cuenta Neyi.

Aunque el aporte de las mujeres en el conocimiento de las plantas ha sido importante y se basa en el método científico, por la importancia que tiene la observación, la recolección y la experimentación para llegar a formular una receta, no ha sido lo suficientemente valorado, pues, a menudo se ha considerado como anécdota o práctica supersticiosa que no merece el nombre de la ciencia. Lejos de esa idea, la investigadora Pilar Alberti-Manzanare sostiene que «La contribución de las mujeres conocedoras de plantas ha traído calidad de vida a los grupos domésticos rurales, avances en el conocimiento científico médico y el cuidado de los recursos naturales».

El cuidado de las plantas implica prácticas de siembra lo que contribuye enormemente a la conservación de los recursos naturales, y, dignificar las prácticas de las mujeres en las comunidades rurales es fundamental para que estás sigan echando raíces en la sociedad; hoy por hoy, Daneyi es intérprete ambiental y cultural de su comunidad y a través de ese espacio echa raíces, se extiende y prolonga su conocimiento y el de otras mujeres de su urdimbre cultural.

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