Entre hitos, compartires, exposición internacional, protestas y exigencias de los movimientos sociales, se desarrolla la COP16, el evento denominado como el más importante del mundo en este 2024 en temas de biodiversidad.
La COP16 que se desarrolla en Cali es un encuentro que ha tenido altas expectativas tanto para el movimiento social ambiental, como para el Gobierno Nacional, ya que desde que Turquía se retiró de su postulación, y Colombia asumió este reto de ser epicentro de los acuerdos de la Conferencia de las Partes, posibilitó el logro de ser la ventana de lo que se está viviendo por estos días en la capital del Valle del Cauca, con eco en todo el mundo, para visibilizar la biodiversidad de nuestro territorio, y buscar alternativas para frenar, entre otras temas, los impactos globales de la crisis climática.
Sin embargo, en su desarrollo va dejando un sin sabor para algunos sectores sociales que ponen en el centro de la discusión, si es suficiente la representación para incidir en la agenda de este evento, que se ha sectorizado entre la zona verde en donde se encuentra la sociedad civil y zona azul, conformada mayoritariamente por organizaciones gubernamentales, jefes de Estado, ONG´S y delegación internacional.
Las contradicciones desde el inicio de la planeación de este encuentro han sido permanentes, mientras los discursos del Presidente Gustavo Petro están llenos de sinónimos que destacan la riqueza natural de Colombia y su capacidad para ser lo que él llama desde campaña, una “Potencia Mundial de la Vida”, la realidad es que varias zonas del país sufren -de manera recurrente- incendios forestales devastadores. El evento transcurre mientras, por ejemplo, Colombia arde.
La Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres-UNGRD registró 2 272 incendios forestales, hasta mediados de septiembre, 24 se mantenían en actividad en los departamentos de Tolima, Cauca, Cundinamarca y Huila. Y aunque para final de mes la misma Unidad afirmó que Colombia no reportaba incendios, según sus registros las secuelas dejaron una huella a modo de afectación a unas 8 391 hectáreas.
Ante ese panorama, personal de bomberos provenientes de la Amazorinoquía, protestaron a las afueras del centro de convenciones donde se desarrolla las negociaciones de la COP, al manifestar que no habían tenido una invitación para una participación concreta en el espacio y que se sentían invisibilizados e invisibilizadas por parte del Gobierno Nacional, aún cuando ellos y ellas, tienen un papel crucial en la contención de los incendios forestales que han deforestado parte de la Amazonía, en los cuales el Estado no ha brindado los recursos necesario para desarrollar su actividad y dignificar su trabajo.
Otro de los cuestionamientos que han expuesto las comunidades al Gobierno, es la falta de garantías para que los liderazgos que históricamente han sido quienes defienden la naturaleza y el ambiente en los territorios, cuenten con la seguridad necesaria para ejercer sus acciones sin que por ello pierdan la vida. Según el Instituto Nacional para el Desarrollo y la Paz-INDEPAZ se ha registrado en lo corrido de este año 60 masacres y 148 líderes y lideresas asesinadas, lo que mantiene la incertidumbre si con este panorama de violencia se puede continuar hablando de facto sobre la “Paz con Naturaleza”.
📆 Fecha:27/10/24
📍 Lugar: Palmira, Valle del Cauca➡️Tres personas que se encontraban departiendo fueron asesinadas por tres hombres armados en el corregimiento de Tenjo ubicado en el municipio de Palmira, Valle. pic.twitter.com/6ApZEHAMZU
— INDEPAZ (@Indepaz) October 28, 2024
Las mujeres también se tomaron espacios de este evento, para exigir acciones ante la crisis por violencias machistas que han llevado, según el informe realizado por el Observatorio de Feminicidios Colombia, 671 feminicidios en lo corrido del 2024, además de múltiples fallas en las rutas de atención para garantizar una vida libre de violencias basadas en género.
Colombia es un país que a lo largo de su historia se ha permitido concebirse como privilegiado debido a la riqueza en sus ecosistemas que incluyen nevados, sabanas y bosques tropicales, el cual alberga poco más del 10% de la biodiversidad mundial. En medio de todo esto se encuentran especies emblemáticas como el jaguar, la danta y el colibrí, que simbolizan la abundancia en especies, pero también la fragilidad de su patrimonio natural. Esta se ve amenazada por diversas actividades humanas, que van desde la deforestación hasta los incendios, exacerbados por la crisis climática.
Por ejemplo, en 2023 se registró un hallazgo de una nueva especie de orquídea, la Pachygenium muyscarum en el marco de un proyecto adelantado por el Jardín Botánico José Celestino Mutis en Ciudad Bolívar. Desafortunadamente, la orquídea Muisca, como se le conoce coloquialmente, ya se encuentra en una categoría de Amenaza Crítica debido a que su hábitat, el ecosistema seco de alta montaña, sufre altas afectaciones por actividades como la minería de piedra caliza, la ocupación de predios y el pastoreo.
Y es que a pesar de las múltiples promesas que se han hecho sobre la protección y conservación de los territorios, el panorama en las regionales se está convirtiendo en algo alarmante. Distintos factores que en las últimas décadas han consumido grandes extensiones de la Amazonía y otros territorios, simplemente dejan la percepción sobre una carencia de un plan concreto y funcional para enfrentar las emergencias ambientales que, en ocasiones, se presentan de manera simultánea en distintas zonas del país.
La promesa de transformar a Colombia en una “Potencia Mundial de la Vida” resonó con fuerza en calles, plazas y hogares, pero, a medida que avanza el gobierno , la distancia que se marca entre esta promesa y la realidad que se vive, es cada vez más evidente. La vida de aquellos y aquellas que defienden las riquezas naturales del país, es un barómetro de la salud ambiental colombiana, y un indicador de cómo se toman en serio los compromisos internacionales.
Esta COP puede dejar entre muchas conclusiones avances en la propuesta de las medidas que vayan direccionadas para preservar y proteger la biodiversidad en el mundo, sin embargo, también algo que se ha intensificando, son las voces que expresan su descontento por la clasificación de zonas -verde y azul- que ponen a discutir entre “los mismos con las mismas”, lo que ya históricamente se ha deliberado en el movimiento social, promoviendo una barrera de acceso para la interlocución directa con quienes toman las decisiones y quienes defienden el territorio a diario, dando paso al cuestionamiento de si es un tema de representación, o si la participación ciudadana sí es fundamental para promover una agenda conjunta que permita frenar la ya avanzada arremetida contra la naturaleza.
Las calles hablan
Cali se ha pintado de imágenes de la riqueza biodiversa y la pluralidad de expresiones que se han tomado el espacio público con personas provenientes de diferentes territorios, que con sus ofertas culturales han promovido un tejido social significativo alrededor de este tema, lo cual resulta fundamental para avanzar en los procesos comunitarios de los movimientos sociales, su interconexión y visibilización como actores fundamentales de este encuentro.
La zona verde se convirtió en punto que gesta el tejido colectivo que entre el baile, la música, los sonidos del pacífico y de otras regiones, la ventana de sus emprendimientos a visitantes de otros países, han promovido que se potencialice el intercambio de saberes. En el registro de El Ministerio de Ambiente se reportó que hasta el 27 de octubre, más de 527.000 personas han transitado por este espacio, mostrando que, “la verdadera COP está pasando en las calles”.
También, en distintas zonas de la ciudad se evidenciaron acciones sociales con diferentes expresiones, una de estas fue la muestra en el Centro Administrativo Municipal-CAM donde las autoridades indígenas con mensajes como, “los pueblos originarios llevamos 532 años recuperando la tierra para recuperarlo todo”, realizó un espacio de palabra y escucha, así como las muestras alternativas en el sector conocido como Bulevar del Río, donde estuvieron presentes colectivos de rap, haciendo batallas de freestyle.
A pesar de lo anterior, también se han visto distintas expresiones de acciones sociales de protesta de organizaciones ambientalistas, grupos sociales y población en general movilizadas por lo que han denominado: una falta de espacios reales para ser escuchadas.
Peticiones como detener el proyecto del Ministerio de Defensa sobre la construcción de una base militar en Gorgona que según activistas ambientales respondería a “intereses de Estados Unidos”, lo cual les restringiría su autonomía territorial, así como los plantones realizados por comunidades de Putumayo contra la minería ilegal; el de líderes y lideresas indígenas de diferentes países exigiendo una “Amazonas libre de petróleo y gas” y las peticiones de movimientos internacionales en la zona verde contra las “falsas expectativas en la negociación de la COP 16” sobre la lucha por salvar la vida de las ballenas y del jaguar, entre otras, es el reflejo de una persistente desconexión del Estado con las bases populares.
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El reto que tiene el gobierno colombiano es monumental. Para que los resultados de la COP16 sean un éxito, si bien no depende de Petro, al menos en el ámbito nacional, se tiene que empezar por pensar cómo hacer que sea imperativo que las palabras dichas empiecen a transformarse en acciones concretas, iniciando por comprender el papel importante de aquellas y aquellos que dan su vida por zonas donde el gobierno muchas veces ni siquiera hace presencia o que ha negociado a intereses extranjeros.
La articulación con las comunidades locales, paralelo al fortalecimiento de las instituciones y la implementación de políticas reales y eficientes son pasos importantes para empezar a trabajar en revertir la situación actual y mover el rumbo del país, para poner a Colombia en el camino correcto teniendo como bandera la defensa de la biodiversidad y una verdadera: Paz con Naturaleza.
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