Con los años las estructuras paramilitares reunidas en las AUC empezaron a vivir un serio proceso de resquebrajamiento, esto relacionado a luchas internas, confrontaciones por el negocio del narcotráfico y hasta por diferencias políticas. Durante ese proceso se presentaron enfrentamientos entre aquellas estructuras, incluso el máximo comandante de la organización y el principal referente ante la opinión pública, Carlos Castaño, fue asesinado, al parecer, por su propio hermano. En medio de ese panorama que amenazaba con derrumbar los cimientos de la organización, dejando enormes territorios a merced de la insurgencia, se iniciaron los diálogos con el Estado, los cuales tuvieron su punto cumbre con el Pacto de Ralito y la posterior firma de la Ley de Justicia y Paz.
Justicia y Paz estuvo muy lejos de ser un proceso que garantizara la verdad por parte de los paramilitares. En primer lugar, porque no fue un proceso de paz, fue de sometimiento. Segundo, porque los jefes principales fueron extraditados a los Estados Unidos y tercero, porque los mandos medios se quedaron solos en el país respondiendo por una gran cantidad de crimines que debían ser afrontados por los comandantes, y estos, desde Estados Unidos, han colaborado de manera parcial.
Adicionalmente, lo acordado o pactado en Ralito nunca ha salido a luz pública, solo un breve documento de tres páginas que contenía las líneas gruesas de lo negociado, se presentó ante medios de comunicación. Este factor ha minado la credibilidad del proceso, ha arrojado importantes críticas desde la comunidad internacional, rodeando de misterio este proceso de sometimiento que ya ha cumplido una década y que está muy lejos de aportar los elementos necesarios para contribuir a la verdad y a la no repetición.
Lo anterior tuvo una consecuencia muy grave, la aparición de nuevas estructuras paramilitares que heredaron negocios, armas y rutas para el narcotráfico, afianzándose en los territorios y generando nuevas olas de violencia y que, una vez más, terminaron por afectar a la población civil. El gran inconveniente de estos nuevos grupos, es que no existe una formación general que los aglutine, ahora son como expresiones individuales que operan algunas veces en coordinación, pero que tienen procesos militares, políticos y económicos que responden a necesidades de sus dueños, los cuales, en muchos casos, son narcotraficantes sin un interés real en el conflicto.
Las Águilas Negras es uno de los tantos nombres que han ido apareciendo en los territorios como herederas del paramilitarismo. Este “sello” continúa generando terror en las poblaciones que siguen sometidas a la voluntad de los violentos, mientras que el Estado es incapaz de asegurar la paz y la tranquilidad en las zonas. Es decir, Justicia y Paz no ha sido garantía de recuperación de las regiones por parte de la institucionalidad y, en muchos casos, el abandono permite que los grupos armados sigan ejerciendo control, imponiendo “leyes”, amedrantando y cometiendo crimines.
De otra parte, las redes de apoyo establecidas con actores del gobierno con los grupos paramilitares sufrieron transformaciones, es importante destacar que en la actualidad puede haber nuevas formas de coordinación, aunque, es claro, que esos nexos tan estrechos con políticos hayan desaparecido o quizás, se hayan reconfigurado en nuevos formas organizativas y mucho menos evidentes. También es claro que persisten los nexos con militares, sobre todo en la coordinación de operaciones militares en las nuevas zonas de control de los paramilitares.
Algunos excomandantes de las AUC manifestaron a la Comisión de la Verdad que este grupo desapareció del todo, que no existen relaciones con esa antigua estructura, pero que desafortunadamente el paramilitarismo sigue y se ha reinventado a lo largo y ancho del país. Incluso hoy, pueden existir relaciones con disidencias guerrilleras para asegurar rutas del narcotráfico. Esto supone una enorme amenaza, ya que se tratarían grupos de personas armadas y que ejercen control territorial significativo y que su única misión es asegurar el negocio de las drogas, es decir, sus cultivos, insumos y exportaciones al exterior.
La presencia de las Aguilas Negras, Los Caparros, Los Pachenca, Clan del Golfo y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, son la muestra que el fenómeno paramilitar está muy lejos de desaparecer y que, la zozobra con la que viven cientos de miles de colombianos, permanecerá durante un largo tiempo. La Comisión hace énfasis en la necesidad de reconstruir la convivencia en Colombia, pero con la presencia de actores armados, hace que este propósito sea cada día más esquivo.