Florecer es el concepto con el que Givanna Chaquea define el proceso de transición para una persona que siente que su verdadero ser está enclaustrado en un cuerpo que no le corresponde. Conozca un poco más de la historia de esta lideresa que ha venido luchando por los derechos de la población LGBTI en Villavicencio.
Givanna Chaquea Burgos, es una villavicense que desde joven supo que su sexo asignado al nacer no correspondía a su verdadera identidad. Y aunque gran parte de la sociedad actual no ha terminado de comprender la diversidad, decidió enfrentar los prejuicios porque no quiso quedarse con las ganas de ser quien realmente es, en ella, “floreció ese yo, esa persona interna, porque florecemos desde el interior hasta el exterior”.
Aunque no se arrepiente de su decisión, el proceso de tránsito fue una de las épocas más difíciles de su vida. Los estrógenos, esas hormonas sexuales esteroideas, principalmente femeninas que suelen aplicarse las personas que no están conforme con su sexo asignado al nacer, genera ciertos efectos negativos.
Estas hormonas son las responsables del desarrollo de las características sexuales secundarias femeninas, como el crecimiento de las mamas. Pero producen cambios emocionales como sensación de cansancio y principalmente, depresión.
Givanna logró superar estos problemas emocionales gracias al apoyo de sus amigos. Su familia también la ayudó en este proceso. Fue así que la solidaridad y empatía de sus seres queridos contribuyó a que socialmente, haya tenido buena aceptación.
Pero desde junio de este año, cuando se fue a vivir a otro barrio, se vio enfrentando el rechazo y la estigmatización. Atribuye estos comportamientos a las personas heteronormativas que se resisten a entender que existen mujeres con pene y hombres con vagina. También considera que la ortodoxia doctrinal que gira en torno a las religiones hegemónicas como el catolicismo, ha influido en el repudio que se le tiene a las personas trans, debido a la imposición de unas reglas basadas en la moral que terminan por enclaustrar las mentes y cegar a la sociedad a otras realidades.
Este rechazo colectivo influye también en la vida laboral de las personas trans. “Nos ven genitalizadas, no hay un amplio concepto de diversidad, está muy sesgado. Estamos encasilladas en el rol de trabajadoras sexuales y de peluquería, que no son profesiones que se demeriten, pero es difícil pasar una hoja de vida y que nos contraten. Las empresas aún no entienden el tema de la diversidad”, explicó Chaquea.
Estas dificultades la impulsaron a convertirse en lideresa y activista por los derechos de la población LGBTI, llegando a ser miembro de la Mesa Participativa LGBTI de Villavicencio. Aunque desde allí ha apoyado varios procesos en pro de estas personas, hace una crítica a sus compañeros/as, pues afirma que hace falta unión. “Somos muchos, porque no somos una minoría, pero somos muy pocas las que nos empoderamos para hacer un buen trabajo por la población”. Por eso, alienta a las personas con identidad y orientación de género diversas a inmiscuirse en los espacios de participación con el fin de lograr garantías para sus vidas.
Una de esas garantías, cita ella, es la de la Política Pública para la población LGBTI del Meta. Con el desaliento en la voz, afirma que la de Villavicencio no ha sido posible implementarla.
Aunque conseguir la política pública del Meta significó un gran logro para ella, reconoce que es necesario fortalecerla, pues la violencia contra la población LGBTI, en especial, contra las y los trans, se ha visto notablemente marcada en el país. La Red Comunitaria Trans, para julio de este año, registraba por lo menos, 17 mujeres trans asesinadas por su identidad de género.
Pero no solo la violencia física es un problema, Givanna considera que también hace falta implementar pedagogía para quienes quieran realizar su proceso de transición. “Cada quien busca la manera de exteriorizar lo que tiene adentro, y muchos recurren a lo casero o a las hormonas”, explicó Givanna, enfatizando en el riesgo que estos procesos aplicados de manera inadecuada, representan para estas personas.
Aun así, estas dificultades no le quitan los sueños. La lideresa proyecta terminar sus estudios profesionales y seguir ayudando a las demás personas como trabajadora social. También se ve formando una familia en la que pueda seguir desarrollando su identidad.
Sin embargo, lo que más anhela la activista es que la sociedad no juzgue los procesos internos de las personas trans. Asegura que no usan un disfraz, sino que en realidad portan la indumentaria de lo que quieren exteriorizar, ya sea como hombres o mujeres trans. “No es una burla, no es un juego, fue la vida que elegimos. Hay que desaprender, para volver a aprender, y para eso se necesita de la voluntad de las personas”, concluyó.