Del 16 al 20 de septiembre San Juan de Arama vive por primera vez y en su quinta versión, el Festival Georgina Ortiz, titulado “Colores de Paz y Reconciliación para San Juan de Arama”.
Por: Sara Montenegro
Este evento se ha convertido en el sendero que fortalece los tejidos sociales, la reconciliación, la memoria y el turismo en los territorios donde el colectivo se ha situado. A lo largo de sus versiones, el arte del muralismo entendido como una expresión artística pública que implica un trabajo comunitario, se ha consolidado no solo como la actividad principal, sino también como una herramienta de unión, transformación social y de pedagogía entre las y los firmantes de paz, jóvenes, artistas, estudiantes, campesinado, obreros y obreras y personas que se ubican fuera del municipio.
David Perdoñez, uno de los fundadores y colaboradores del Festival, asegura que precisamente el muralismo llama especialmente la atención y la participación de niños, niñas, jóvenes y las y los graduados, es una forma que “nos permite robarle niños a la guerra”. De este modo, a través de talleres participativos realizados con artistas locales y de otras regiones, se recopilan historias, vivencias, tradiciones o costumbres, entre otros, los cuales se integran para narrar relatos de esperanza, reconciliación y reconocimiento que trascienden a las generaciones.
Entre los aportes más fundamentales de la festividad, se sitúa principalmente la contribución de las mujeres desde su labor social o liderazgo y la alianza con organizaciones sociales, plataformas juveniles o de afrodescendientes, algunas instituciones de educación superior como la Universidad Santo Tomás y la Alcaldía de San Juan de Arama.
En cuanto a su origen, de acuerdo con David se remonta e inspira en el municipio del Putumayo, en el año 2017 con la unión de la Fundación Inty Grillos, las y los firmantes del Acuerdo Final de Paz, luego la iniciativa también arriba en el Caquetá donde se realizan siete versiones y, finalmente en el año 2019, el Centro Poblado Georgina Ortiz a través de conversaciones con la Organización de Naciones Unidas -ONU- logra dar vida al proyecto, cuyas primeras tres versiones se realizaron en la vereda La Cooperativa y el corregimiento Piñalito en Vista Hermosa, Meta.
Entre los temas que se incluyen se encuentran el de género, el medio ambiente y el reconocimiento del territorio, donde además se desarrollan actividades tales como laboratorios de comunicación, encuentros entre la comunidad con las víctimas, espacios de formación a través de graffiti tours, concursos y actividades deportivas, entre otros.
Sin embargo, el proceso ha enfrentado diversos desafíos, el 02 de julio del 2023, la comunidad se ve forzada a desplazarse junto a sus familias, animales y enseres para ubicarse temporalmente en un campamento en la Villa Olímpica de Granada, debido a que no existían garantías para la seguridad y protección de la vida de las y los integrantes del colectivo.
El 15 de diciembre del mismo año, el Centro Poblado Georgina Ortiz llega a San Juan de Arama, tras la entrega de 1.047 hectáreas de tierra fértil por parte del presidente Gustavo Petro, el día 10 de octubre del 2023. En el marco de 60 minutos con El Cuarto Mosquetero, Alejandro Peiton cuenta que esto “fue un momento nuevo para San Juan de Arama, que llegara una comunidad firmante a un contexto donde no se tenía previsto, ni tampoco se hablaba mucho del proceso de paz. Entonces crea diferentes circunstancias, primero se crea toda una cuestión de estigmatización, pero también de pánico, de miedo, desconocen el contexto de nuestra comunidad”.
Situación que de igual forma, se presentaron en los municipios de Vista Hermosa y Granada. El Instituto para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) en su informe “Situación de seguridad de los firmantes del acuerdo de paz”, manifiesta que “la estigmatización y los señalamientos en su contra, han sido identificados como importantes factores de vulnerabilidad que incrementan su exposición a la violencia de los grupos fuente de amenaza”. E incluye al Meta como uno de los 10 departamentos más críticos.
Pintar rostros que evocan la memoria de quienes ya no están, así como paisajes, fauna, flora y mensajes de paz, inclusión social o del cuidado de la naturaleza, es la respuesta y el camino para que la comunidad borre estimaciones pasadas y comience a llevar la cultura de los muralismos a sus barrios, veredas y lugares de trabajo. Esta actividad también genera procesos de alianza y facilita la integración en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR).
En palabras de David, es como “el puente que nos ha permitido reencontrarnos, combatir las estigmatizaciones, llevar personas a los ETCR y para entender que la paz sirve para estos territorios”.
Para el futuro el festival Georgina Ortiz aspira a consolidar los grupos sociales, las iniciativas culturales y seguir desarrollando un plan de vida comprometido con la reconciliación y la paz como principio fundamental en el territorio, el departamento y por supuesto, en Colombia.
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