El Antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación -AETCR- Jaime Pardo Leal, ubicado en la vereda Colinas Bajo de San José del Guaviare, se convirtió en el escenario del III Encuentro Étnico, donde más de 300 personas indígenas, afrodescendientes y mestizas se reunieron para celebrar su herencia cultural.
San José del Guaviare es la puerta de entrada a la región amazónica colombiana y guarda en su biodiversidad y cultura la memoria de historias cruzadas por el conflicto armado, la resistencia, los esfuerzos por la reconciliación y el fortalecimiento del tejido social de los más de 30 asentamientos indígenas del departamento. En este contexto, la vereda Colinas Bajo, hogar del Antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación -AETCR- Jaime Pardo Leal, fue el lugar donde se llevó a cabo el III Encuentro Étnico, un evento que reunió tradiciones y culturas.
Asistieron más de 300 personas, entre afrodescendientes, indígenas y mestizas desde distintas partes del Guaviare y regiones cercanas para reconectar con sus raíces ancestrales, compartir saberes y fortalecer los lazos comunitarios que son esenciales para construir paz en un territorio que sigue marcado por el conflicto. «Queremos retomar nuestras raíces, para que hijos, sobrinos y familiares que perdieron esa conexión durante el conflicto y la vida civil puedan fortalecerla y preservarla«, explica Edwin Castañeda, secretario general de la Asociación de Afrodescendientes y Comunidades Indígenas de Colinas Guaviare -AFRICG-.
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Reconectar con lo ancestral
San José del Guaviare une geográficamente la región de la Orinoquía con la Amazonía, y socialmente, es un punto de encuentro entre culturas indígenas, afrodescendientes y campesinas. Sin embargo, también ha sido un escenario de despojo, violencia y desplazamientos.
Según la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición –CEV-, en este territorio se llevaron a cabo “economías ilegales de siembra, procesamiento, tráfico de coca y marihuana. Para el año de 1980 el crecimiento de la siembra ilícita de coca fue fuente de financiamiento para grupos armados como las FARC y grupos paramilitares”. Esto afectó particularmente a las comunidades indígenas quienes sufrieron despojo territorial y daños culturales.
Edwin, tímido al principio, de camisa naranja pastel, dice que este encuentro hace parte de una fiesta tradicional de las comunidades indígenas en donde se celebra y se agradece por “la abundancia de peces, frutos silvestres y buena convivencia”. Él es familiar de una persona firmante de paz que también vive en Colinas y cuenta que se le ofreció a las personas que llegaron al territorio, pescado, piñaquira, frutas silvestres y platos tradicionales.
El evento contó con la participación de comunidades indígenas de lugares como Calamar, Panuré y El Refugio. Estas comunidades, que representan pueblos como los tucano, cubeo, guanano y tariano, llevaron sus danzas, cantos, alimentos y saberes. Cada gesto y actividad fue un recordatorio de la importancia de preservar la memoria cultural y compartirla entre generaciones.
Para Clara Inés Ramírez del resguardo indígena El Refugio, ubicado a pocos kilómetros de San José el objetivo de su viaje al encuentro fue “dar un granito de arena desde lo que nos identifica como pueblos indígenas: nuestro traje, nuestra pintura, nuestra danza. La quiñapira, por ejemplo, es una danza que siempre nos ha acompañado, donde el ají y el pescado simbolizan unidad y reciprocidad”. También recalca que la pintura que llevan en el rostro y cuerpo es un testimonio de los recorridos y aprendizajes que sus abuelos y abuelas les heredaron.
“Estamos aquí para recoger a nuestros compañeros firmantes de paz étnicos y afrodescendientes y reclamar los derechos que nos corresponden, porque no se ha implementado el Capítulo Étnico del acuerdo”, cuenta Andrea Estrada, secretaria de la Asociación Nacional Étnica Construyendo Paz.
Andrea, quien representa a la región Oriente que incluye departamentos como Meta, Guaviare, Vichada y Vaupés, destaca la importancia de estos encuentros para visibilizar las necesidades de las comunidades. “Desde que llegué a Colinas, todo me pareció muy bonito, fresco. Me llevo muchas enseñanzas que aplicaré en otros territorios, especialmente el aprendizaje de incluir a niños y niñas en nuestras actividades, porque ellos son el futuro de nuestras tradiciones”.
La realización del encuentro involucró a organizaciones como la Agencia para la Reincorporación y la Normalización -ARN- y la Misión de Verificación de la ONU. “Queríamos que fuera un espacio de danzas, cultura, diálogo y armonización con el entorno. Nunca antes se habían tenido encuentros culturales y étnicos de esta magnitud en nuestro territorio”, comenta Marta Nelly Castañeda Rodríguez, vicepresidenta de AFRICG y firmante de paz.
Fortalecer la identidad y los lazos entre comunidades
Para Marta, el impacto del encuentro trasciende lo inmediato. “Queremos que otras comunidades conozcan nuestra dinámica, que aprendan de nosotros y nosotros de ellos. Es un proceso que fortalece no solo nuestra identidad, sino también los lazos con otros territorios”.
Francisco Melo, representante de ASOFASCAL de Calamar, resalta que estos encuentros son como semillas que se siembran para el futuro. “Estamos compartiendo ideas como lo hacíamos antes, fortaleciendo nuestra unidad. Estos espacios nos permiten avanzar, abrir puertas y hacernos escuchar. Antes nos veían a los firmantes de paz que pertenecíamos a comunidades étnicas como el ‘animalito más feo’, pero ahora ya tenemos respaldo, y eso nos da fuerza para seguir adelante”.
La posibilidad de reunir a tantas comunidades en un mismo lugar también sirve como plataforma para compartir las problemáticas que enfrentan. Desde la falta de cumplimiento en los acuerdos de paz hasta las dificultades de acceso a servicios básicos, el encuentro también fue un espacio para identificar retos y buscar soluciones colectivas.
“Nosotros para poder obtener la paz incluimos a todos los pueblos indígenas y trabajamos en comunidad. Queremos vivir bien, en unión, para que nuestras generaciones futuras también lo hagan”, afirma Clara Inés. En el Guaviare, donde el conflicto armado sigue latente, este encuentro no solo celebró lo ancestral, sino que también marcó el camino hacia un futuro donde la diversidad cultural y la paz conviven. En cada danza, en cada comida compartida, en cada historia narrada, se fortalece el tejido social de este territorio biodiverso.
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