Luis Eduardo Perea Caicedo, nació en Cali, Valle del Cauca en 1952, pero considera que es afromentense por adopción, ya que a sus dieciséis años, sus padres lo trajeron a Villavicencio. Su gran estatura y su gusto por el baloncesto, le permitieron ser parte de la selección del Meta, y a su vez, el deporte, fue su trampolín a la vida laboral. Trabajó en el Sena como docente y en el Seguro Social como coordinador del departamento de Sistemas.
Trabajando en esta última entidad, Luis Eduardo, estudió y se formó como licenciado en matemática y física, especializado en Sistemas y Computación. Ha ejercido como docente en seis universidades y actualmente goza de pensión.
Desde el año 2000, se inclinó por el trabajo enfocado en los derechos étnicos, y creó junto a otros compañeros/as, la Asociación Amiga del Movimiento Étnico de Mujeres Negras Afrodescendientes, con la cual ha logrado reconstruir la memoria del hacer de la comunidad afro. También, con el apoyo del Ministerio de Cultura, creó la revista El Afro de la Otra Colombia, con la cual cuenta la historia de la población negra en tierras llaneras, pues considera que existe la tendencia general a desconocer la existencia de los y las afro en esta región.
Producto de esto, en el Censo del 2005, se arrojaron unos datos estadísticos de asistencia por municipios que resultan extraños. “Por ejemplo, en el caso de San Martín de los Llanos, según el Censo del 2005 habían 35 negros. Esto demuestra lo invisible que nos han hecho”, comenta Perea, en medio de su desdén ante la realidad oculta del auge que la población negra ha tenido estas últimas décadas en el Meta y la poca atención gubernamental que se le ha brindado.
“Para el 2005, había más o menos, unos 9.200 afros mal contados”, asegura Luis Ernesto, añadiendo que actualmente, en Villavicencio se encuentra más del 50 por ciento de la población afrodescendiente, mientras que el porcentaje restante se encuentra repartido entre los otros 28 municipios del Meta. Según datos del Censo General de 2005, se estima que solo en el Meta viven 17 mil personas afro, algo así como, el 2,56 % de la población total del departamento.
Además, indicó Perea, la comunidad afro en el departamento, tiene más incidencia en el área urbana que en la rural, y a pesar de los avances en materia de derecho y de reconocimiento, el racismo sigue persistiendo.
Es por eso que para el 2018 se logró la Ordenanza 1014, con la cual se constituye la Política Pública Diferencial Étnica de los Afrometenses, este mecanismo le ha servido a la comunidad negra del departamento, para tener mayor incidencia y reconocimiento dentro del marco legal.
En la actualidad, Luis Ernesto hace parte de la Comisión Consultiva Departamental de las Comunidades Negras, Afrocolombianas, Raizales y Palenqueras, la cual funciona como la máxima autoridad étnica de esas comunidades en el departamento, conformada actualmente por 27 personas.
Es así que desde su trabajo como gestor cultural y consultivo departamental, Perea se ha dado a la tarea de desarrollar un trabajo de campo en articulación con algunas organizaciones de comunidades negras, para la puesta en escenario de un Carnaval Afrollanero.
La propuesta ya fue presentada a las actuales Administraciones Municipal y Departamental para su inclusión y aprobación en el capítulo étnico del Plan de Desarrollo, hasta el momento se ha logrado figurar en el borrador de lo que sería la ruta de acciones administrativas de la Gobernación del Meta.
De ser aprobada, esta festividad étnica identitaria de la comunidad negra en el llano, se realizaría todos los años mediante una fiesta carnavalesca autóctona y autónoma, que iniciaría ocho días antes al 11 de noviembre, durante cuatro días de celebración mediante expresiones folclóricas y artísticas alusivas a sus costumbres y hechos narrativos ancestrales, de acuerdo con la herencia de la diáspora africana en el territorio nacional.
La esencia del carnaval es contar de distintas formas las vivencias y el rechazo que han sufrido históricamente las comunidades negras en el Meta, “Por ejemplo, en San Martín todos los años realizan las Cuadrillas de San Martín, y entre esas hay un grupo que se llama Los Cachaceros, quienes eran esclavos (negros), pero como se presentan en esas fiestas son monstruosos, no muestran el rostro, tienen cachos… Esa es la imagen que se ha tenido en la sociedad sobre el negro. El negro es malo, el negro no es visible, el negro es el terror”, mencionó Perea aclarando que como punto de partida, aceptan la festividad, porque les visibilizan pero no están de acuerdo con la forma en la que se les representa porque son seres humanos iguales a todos: “Tenemos alma, pensamiento, tenemos un Dios, y como tal, Dios nos hizo a todos semejantes”.
Cabe recalcar que las Cuadrillas de San Martín, muestran un espectáculo equino que es considerado Patrimonio Cultural de la Nación. Está conformado por cerca de 50 jinetes, distribuidos en cuatro grupos, los cuales reviven con coreografías las luchas entre moros y cristianos, así como entre indígenas y negros.
En ese sentido, la idea de Luis Eduardo es realizar el festival Afrollanero, días antes que el de San Martín, con el fin de mostrar la verdadera esencia de las comunidades negras, sus danzas, gastronomía, cantos y narrativas. De esta manera, busca deconstruir el estigma generalizado frente a los y las afrodescendientes.
El reto de materializar el festival, supone una dificultad mayor debido a la pandemia generada por el covid-19, pues los presupuestos de las entidades territoriales estarán destinados a mitigar la emergencia y el área cultural tendrá una gran reducción con respecto a inversión. Sin embargo, Luis Eduardo aseguró que seguirá haciendo esfuerzos para que esto año se celebre por primera vez el Carnaval Afrollanero.