Deconstruir y construir: el grueso del iceberg para pensar en la Paz Total

Durante las últimas semanas se han publicado diferentes artículos, opiniones y entrevistas que defienden u objetan la Paz Total. Muchas de ellas han estado direccionadas a rescatar el cumplimiento de una promesa de la campaña del presidente Gustavo Petro y otras, por el contrario, señalan la necesidad de replantear y reconsiderar algunas iniciativas que pueden ser perjudiciales para su alcance. Sobre estas últimas, llama la atención que la mayoría ha cuestionado la idoneidad de negociar con ciertos actores, la falta de concertación sobre las condiciones en las que se llevarán a cabo las negociaciones y muy posiblemente se harán las respectivas observaciones a la inclusión o no de determinados puntos en la agenda. Al ser un tema tan complejo y donde está en juego una diversidad de intereses y el futuro de un país, las advertencias y llamados de atención desde cada sector se harán saber en la medida que se avancen las negociaciones hacia la Paz Total.

Aunque la cobertura y discusión sobre los aspectos de la Paz Total han sido amplios y diversos, hay un elemento que pareciera pasar desapercibido, y no por ser una nimiedad: la ciudadanía. Y no es precisamente para hacer referencia a cómo la política de Paz Total ha aumentado o reducido la polarización que hay desde hace varios años en el país, sino a la percepción y consecuentemente a la disposición que, como ciudadanos, tenemos para deconstruir las estructuras mentales que nos han acompañado durante varias décadas y construir otras que converjan con la nueva realidad de poder vivir en paz. Y es que los esfuerzos judiciales, legales e institucionales que desde el gobierno nacional se hacen para cambiar el destino del país no tendrán ningún efecto si no tienen una recepción y réplica en la ciudadanía.

Lo anterior lo menciono porque en el 2014 en la encuesta de Cultura política de la democracia en Colombia -a propósito del proceso de paz con las Farc-, hubo algunas cifras que parecieran contradictorias y que dejaban entrever que muchas personas teníamos estructuras pasadas que impedían empezar a construir un camino nuevo. Por ejemplo, durante varios años (2004-2014) las y los colombianos han preferido las negociaciones como la mejor alternativa para salir del conflicto armado, sin embargo, un poco más del 75%, para el 2014, no aprobaba la participación política de la población desmovilizada; más de la mitad no aceptaban el perdón y la verdad como formas de reconciliación; solo un 24% aprobaba que su hijo tuviera un amigo desmovilizado y, al menos la mitad no sabía o no le daría trabajo a una persona reinsertada.

La postura sobre no ceder fue reafirmada dos años después, en el 2016, cuando al realizarse el plebiscito para aprobar los acuerdos a los que se habían llegado entre el gobierno nacional y las Farc, ganó el No. Una situación que polarizó el país en dos sectores, los que los apoyaron y los que los rechazaron estos acuerdos. Sin embargo y contra todo pronóstico, en agosto del mismo año se firmó el Acuerdo de Paz.

Esa polarización se ha mantenido en los últimos años, lo que evidencia que es necesario y urgente trabajar como ciudadanía, con respaldo institucional, en generar acciones que poco a poco nos ayuden a cambiar ciertas concepciones, pensamientos y comportamientos para que una vez queden acuerdos concretados en los ámbitos formales y oficiales, la punta del iceberg, puedan complementarse con acciones desde las interacciones cotidianas por la reconciliación y la no repetición, el grueso del iceberg.

Es imperante reflexionar sobre ciertas ideas que fueron creadas por una élite y se encuentran ancladas en nuestras conductas, pero también en nuestros prejuicios, como lo es crear ‘enemigos internos’, ya que se empieza por reconocer que somos un país diverso; aceptar que hay otros medios diferentes a la violencia para resolver conflictos; que negociar con victimarios es posibilitar una segunda oportunidad para las y los implicados. En este sentido, urge actuar en consecuencia, porque a diferencia de las negociaciones y acuerdos a los que pueda llegar el gobierno con el ELN y otros actores, deben ir de la mano de la participación ciudadana, pero también de procesos individuales y colectivos de mediano y largo plazo.

Escrito por: Camila Montoya

Fotografía de portada:  Camilo Rey 

*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, mas no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.

 

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