Colombia está llena de mártires de resistencia, Lucas se convirtió en uno de ellos 

Aquel día fatídico, Lucas salió desde temprano a las marchas que se vienen realizando en el marco del Paro Nacional en Pereira. Ese 5 de mayo quedó en el lente de varios celulares que grabaron a un joven que llamaba la atención por lo jocoso de sus bailes y lo contagioso de su alegría. Se mostraba pacífico y hasta saludó a miembros del ESMAD.

Su amigos y familiares coinciden en que el alma de niño curioso y risueño nunca se fue, se quedó brillando en su ser mientras crecía. Lucas no se quedaba quieto, cuestionaba  todo en clase. «Es un tipo inteligente, de una capacidad increíble. Armaba debates en las clases y prendía la clase y eso se le salía de las manos a los profesores”, recuerda en conversación con El Tiempo, Mauricio Gallo, profesor del Villa en la Universidad Tecnológica de Pereira.

Momentos antes del atentado Lucas se reunió con amigos en el viaducto de manera pacífica hasta que civiles llegaron en una camioneta y empezaron a disparar contra las y los manifestantes. Lucas fue quien más disparos recibió, ocho en total, según el reporte del Hospital Universitario San Jorge, a donde fue llevado después del atentado, “el paciente llegó con traumatismos por proyectil de arma de fuego en cráneo, cuello, tórax y una pierna”.

Junto a Lucas, otros dos jóvenes resultaron afectados. Andrés Camilo Castaño de 17 años, sufrió cerca de cuatro impactos y se encuentra en cuidados intensivos, aunque según su hermana ya está mejorando. El otro joven, Javier David Clavijo, ya está fuera de peligro.

«Estaba participando en un plantón pacífico en la noche de ayer en el viaducto y sin mediar palabra un carro particular se acercó y arremetió en contra de la humanidad de mi sobrino y de las personas que allí se encontraban», le dijo a Caracol Radio Martha Viviana de las Salas, tía de Villa.

Lucas batalló durante cinco días conectado a máquinas que artificialmente lo mantenían con vida, sin embargo, la esperanza que mantenía a todo un país rogando por la salud del estudiante fue apagada por el reporte médico del Hospital Universitario San Jorge, donde se informa que el paciente no presentó ninguna respuesta neurológica luego de las pruebas realizadas, por lo cual hoy, 10 de mayo, le diagnosticaron muerte encefálica.

«Sigue conectado al ventilador, ya lo único que falta es que su corazón deje de latir, porque hay muerte cerebral» indicó, Juan Carlos Restrepo, gerente del centro asistencial. 

Y agregó, que «se hizo junta con todos los especialistas que lo han venido tratando pero el diagnóstico está totalmente confirmado. La familia tiene apoyo psicológico y fueron los primeros a los que oficialmente les dimos la información». 

Ahora, más que nunca, es pertinente recordar las palabras de Lucas en una nota de voz enviada a un amigo un día antes del atentado: «Todos podemos morir acá. Pero ¿Uno cómo va a dejar a su pueblo?, ¿Uno cómo no va a salir a marchar? (…) toca asumir que si toca irse, toca irse».

Muchos/as lo tomaron como predicción, pero nada estuvo concreto desde el inicio, cuando se dio por muerto de inmediato pero luego informaron que aún estaba vivo pero en un estado crítico. Aun así, las palabras de Lucas, lejos de ser un augurio de su muerte, son el reflejo de la realidad de un país sumido en violencia, injusticias y condena para las y los jóvenes, que han crecido en medio de la corrupción, el desempleo y la inestabilidad laboral. Con lo que sucede en el día a día, la mayoría tiene poca confianza en las instituciones, y por eso han participado en las manifestaciones de los últimos días, son conscientes del peligro que corren al atreverse a salir a calles atestadas de fuerza pública, pero son varios los que coinciden en que ya no tienen nada que perder.

Solo los administradores pueden añadir usuarios.