Un antiguo proverbio afgano dice: “mejor ver a Kabul sin oro, que Kabul sin nieve”. El adagio hace referencia a la importancia de las montañas nevadas y con glaciares en un país donde casi nunca llueve. Las imponentes montañas de Hindu Kush que parten a Afganistán en dos, son la clave de la supervivencia de millones de personas que a lo largo de la historia han presenciado cómo el país permanece inmutable en su clima, pero no en los acontecimientos humanos, que han estado marcados por las guerras, invasiones y el derramamiento de sangre que ha dejado siempre a un mismo ganador: los afganos.
En el 500 a.C. Darío El Grande incorporó a la actual Afganistán al imperio persa. Fueron años de esplendor económico y comercial que duró casi dos siglos, pero las revueltas tribales marcaron la brutal resistencia afgana hasta que los persas se retiraron de la región por el avance y posterior derrota contra Alejandro Magno. El imperio de Alejandro se enfrentó desde el 330 a.C. contra los sogdianos y bactrianos, quienes iniciaron la lucha una vez los persas se retiraron, dejando un vacío de poder que fue disputado con ferocidad. Alejandro se estableció y permitió que los bactrianos gobernaran con cierta autonomía. De esa manera, inició una época de intercambio entre la cultura persa y helénica que apaciguó las revueltas en la región. Aunque, de manera paralela a esa relativa paz muchas tribus nómadas, especialmente las del norte, nunca dejaron de luchar contra las tropas de Alejandro.
A la muerte de Alejandro, ocurrida el 323 a. C. los bactrianos se incorporaron al imperio Seléucida, quienes enfrentaron una prolongada guerra contra el rey indio Chandragupta y sus descendientes. Esta duró casi un siglo. En el 250 a.C. se conformó el reino de Bactria el cual duró muy poco, ya que la invasión de los arios Kushana instauró en el poder a Kujula Kadphises y Kaniska. Época de la influencia del budismo en la región. Las luchas internas no se hicieron esperar, hasta que nuevamente los persas, bajo el control Sasánida, recuperaron el mando. A partir de allí, las guerras e invasiones por parte de los yueches, turcos y heftalitas marcaron la historia durante casi 700 años, tiempo en el que el poder pasó de mano en mano, de reino en reino y no se puede precisar un dominio absoluto en la región durante ese lapso de tiempo, esto gracias a la feroz resistencia de las tribus nativas afganas.
Con la aparición de la fe musulmana y su expansión en todas las direcciones, los islámicos tocaron por primera vez las puertas de lo que actualmente se conoce como Afganistán. Fue en el 650 d.C. cuando los árabes sometieron a los persas y llegaron a Bactria, lugar en donde las fuerzas invasoras recibieron una feroz resistencia que mermó las aspiraciones árabes en buena medida durante varios siglos. Finalmente, sobre el 900 d.C. el islam se convirtió en la religión dominante, llevando su influencia hasta el tiempo actual. De esa forma, se estableció el imperio Gaznávida, que tuvo muy poco tiempo de paz, ya que las tribus afganas volvieron con su acostumbrada resistencia durante casi dos siglos.
Con el paso del tiempo el islam se consolidó en la región, ganando adeptos, incluso las tribus más aisladas se convirtieron a la religión mahomista, creándose pequeños reinos y floreciendo el intercambio comercial y cultural durante un tiempo de relativa estabilidad. Todo terminó cuando los turcos selyúcidas se enfrentaron contra los árabes durante 40 años, hasta que lograron la victoria y el control que duró menos de un siglo; tiempo en el que la resistencia de las tribus afganas fue brutal, sumergiendo a la región en una época de inestabilidad que amenazó la influencia selyúcida en sus territorios que se extendían hasta el norte de la India moderna.
Aquel territorio inestable, plagado de guerras, invasiones, luchas internas entre los príncipes afganos por retomar el control, dejó expuesto el país a la feroz invasión mongola en 1221 d.C. liderada por el conquistador Gengis Khan que arrasó con todo a su paso en su famosa marcha hacia el oeste. A pesar de la brutalidad de las acciones mongolas contra el pueblo afgano, la región de Harat se mantuvo libre y gobernada por los afganos guríes. Este pueblo desarrolló permanentes enfrentamientos contra los mongoles hasta el año 1380, en el que el conquistador turco-mongol Tamerlan llegó al poder, instaurando una época de terror, que tuvo como respuesta una incipiente resistencia afgana; en donde la mayoría de los pueblos nómadas se retiraron a lo profundo de las montañas esperando que Tamerlan muriera o una potencia extrajera lo derrocara. Esa estrategia de retirarse y aislarse en las montañas se volvería una práctica común a lo largo de los años, llegando hasta el tiempo actual.
Para 1405, con la muerte del sanguinario Tamerlan, hubo un resurgimiento en las artes, la cultura y la economía en la región, esto bajo el mandato de Shahruj Mirza desde Harat. Tiempo en el cual se intentó recuperar los terrenos ganados durante las invasiones mongolas en la India. Este periodo de invasiones terminó en 1526, cuando grandes extensiones de tierra fueron recuperadas y puestas bajo el mandato turco, a pesar de la perdida de Harat a manos de los safavíes, un reinado iraní que no tuvo problema en hacerse por el control de este importante centro poblado.
Fueron 200 años de revueltas, rebeliones y enfrentamientos entre el gobierno turco y algunas tribus afganas que implementaron la guerra de guerrillas, retirándose a las montañas mientras esperaban con paciencia buenos tiempos para recuperar el control total del país. Para esa época el islam era la religión dominante entre invasores e invadidos, de tal manera que las diferencias eran políticas y económicas. Por primera vez en la historia la religión no era la problemática a resolver en la región.
Con la muerte de Aurangzeb en 1707, considerado uno de los últimos gobernantes turcos-mongoles en la India, el imperio entró en declive. Las tribus afganas resurgieron militarmente y reclamaron enormes extensiones de territorio, desconociendo a los herederos del trono de Aurangzeb y de la influencia iraní. Durante los enfrentamientos, Nadir Sha, se proclamó rey cuando tomó a la fuerza a Kabul en 1739 y su hijo, Ahmed Sah Abdali, fundó el imperio durrani, proclamando la primera independencia de Afganistán en 1747. Durante este gobierno se llevaron a cabo grandes conquistas en la India y su sucesor, Timur Shah Durrani, nombró por primera vez a Kabul como capital del naciente imperio.
Posteriormente, el Reino Unido tomó posesión de la India y algunos territorios de Asia menor, quedando Afganistán en la órbita del imperio inglés en los años siguientes. Para 1838 la dinastía Mohammadzai intentó organizar el país, pero la influencia rusa e inglesa que se disputaba extensos territorios en Asia menor frustró esas intenciones. La intervención del Reino Unido en Afganistán generó una nueva revuelta del pueblo afgano, que se hizo con la victoria. A pesar de esto, los enfrentamientos continuaron contra los ingleses, quienes temían que la influencia rusa siguiera avanzando hasta los límites del imperio en la India. Finalmente, los afganos se vieron obligados a pactar con Inglaterra las actuales fronteras de Afganistán.
A pesar del tratado bajo la línea Durrand, que estableció fronteras, el Reino Unido mantenía el control de la región, lo que conservaba vivas a las fuerzas rebeldes que intentaban a toda costa derrotar y expulsar a los ingleses. Bajo el reinado de Habibullah Khan, se logró crear una sola fuerza militar que enfrentó al Reino Unido hasta que el 1919 el pueblo afgano logró su independencia.
Desde allí, se creó el estado monárquico afgano que se extendió desde el rey Amanulá hasta el rey Zahir Shah en 1973, pero desde el final de la segunda guerra mundial la Unión Soviética lanzó una fuerte ofensiva diplomática para acercarse a Afganistán. Intervino carreteras, las telecomunicaciones y la educación mediante grandes obras de infraestructura y asistencia técnica. Lo que conllevo a que miles de afganos y tribus reclamaran cambios en el gobierno, especialmente la comunidad pashtún. En 1973 con el derrocamiento del rey Zahir Shah por parte del político Mohammed Daud Khan, se formó por primera vez una república, que tan solo duró cuatro años, ya que en una nueva revuelta se derrocó el gobierno y se formó la República Democrática de Afganistán (república socialista).
Iniciaba de esa forma la intervención de la Unión Soviética en Afganistán, que reconoció la nueva república al instante, dando origen, casi de inmediato, a la resistencia de los muyahidines, grupo armado fundamentalista islámico que luchó contra las tropas de la República Democrática de Afganistán y de la Unión Soviética por más de 20 años. Fue un tiempo de intensa actividad armada en la región, en donde Estados Unidos apoyaba con armamento, dinero y asistencia técnica a las tropas que hacían frente a URSS. Durante esos 20 años no hubo un solo día de paz. Con la caída del muro de Berlín en 1989, la República de Afganistán perdió el apoyo de su principal aliado militar y económico que no tuvo otro camino que retirarse de Afganistán. En 1992, las tropas muyahidines (apoyadas por EEUU), tomaron el control de Kabul y formaron el Estado Islámico de Afganistán.
Para 1994 nace una fuerza militar y política que estaría en el epicentro de la geopolítica moderna, el talibán. Este grupo armado como milicia y con representatividad política, proclamó una serie de acciones en todo el país con la intención de consolidar a la república islámica. Albergó una yihad islámica contra occidente, la cual tuvo su punto cumbre el 11 de septiembre de 2001, con el atentado a las torres gemelas en New York. Casi de inmediato, los Estados Unidos lanzaron una operación militar para hallar a los responsables de los atentados y deponer a la fuerza talibán en el país.
El resultado de la operación fue casi inmediato, en pocas semanas el régimen talibán huyó a las montañas, desde donde organizó y ejecutó operaciones militares contra el nuevo invasor. Durante los 20 años de confrontación, Estados Unidos y sus aliados perdieron 3.589 hombres y mujeres, mientras que las fuerzas talibanes y de resistencia más de 38 mil. Con la llegada al poder del presidente Donald Trump, hubo un giro en las relaciones internacionales y este prometió poner fin a la intervención de la primera potencia mundial en el país asiático, ya que se consideraba que la finalidad de la intervención estaba cumplida; encontrar y castigar a los responsables de los ataques del 11 de septiembre.
En el inicio del nuevo gobierno del demócrata Joe Biden, los Estados Unidos iniciaron las acciones para la retirada definitiva, pero no contaban con la fragilidad del gobierno afgano y de sus fuerzas armadas que se desmoronaron en cuestión de días ante la ausencia del apoyo norteamericano. Para el mes de agosto, con la retirada final del personal militar y diplomático de Afganistán, el talibán tomó con relativa facilidad el control de buena parte del país, hasta que para el 15 de agosto Kabul, la capital, cayó. La inconquistable Afganistán está nuevamente en manos de facciones, tribus y rebeldes.