Pocas veces en la vida he sentido tanta devastación por una serie de eventos desafortunados que fácilmente podrían desarrollarse en un libro del más barato drama y sería un éxito rotundo. Primero, desde fuera, veo cómo se derrumban los sueños de un cambio en el país debido a las decisiones de unos pocos con sus votos y las decisiones de otros muchos infames, cínicos, conchudos que con su tibieza, con su negligente decisión de dar un paso al costado y no participar, a sangre fría asesinaron la ilusión y la esperanza de un cambio.
Luego y fuera de lo electoral, me entero con desagrado y siento un poco de repugnancia -para no ir más lejos- que a los jóvenes que en un futuro tendré que ver como colegas, sin descaro alguno y con un disfraz de burguesillos recostados, o mendigos con máscara de profesionales, se jactan ante los realizadores de un Festival, de tener un medio de comunicación solamente para poder asistir con el privilegio de periodista a este. ¿Pero qué tanta es la carencia de sentido común para que hagan esto? ¿Cómo pueden irrespetar de esa manera a lo que un día les va a dar de comer? Deberían sentir vergüenza. Replantear su futuro. Dejar la universidad a un lado y vender su alma y su integridad -si es que aún tienen- por boletas para conciertos, partidos del deporte que sea o por rifas y comida, de esas que hacen los políticos de la más baja clase.
Es que no entiendo cómo puede alguien estudiar periodismo, la profesión movida por la pasión y el entusiasmo y trapear el piso con ello. ¿Realmente consideran que un concierto vale más que la imagen que están dejando como futuros profesionales? Una horda de superficiales, insípidos e insulsos que van haciendo y deshaciendo para hacer parte de ese círculo social de farándula criolla de Villavicencio. Si usted se pone la camiseta de periodista, se deja el alma por esto. Lo sufre, lo siente, lo vive y no lo pisotea por querer ser alguien en un grupito de cien tarados que piensan en fiesta, trago, sexo, tipos, mujeres, drogas y plata porque el ser holgazán es más fácil que amar algo y dar la vida para poder lograr ser eso que se sueña.
Tanto que les gusta el fútbol y suben foticos de la Selección, aprendan de esa gente. Gente que -me perdonarán- comió mierda, miedo y guerra en su infancia y hoy representan a todo un país. Gente que la pasó mal por lesiones y todos los medios de un país humillándoles y no tomaron el camino fácil, el de las montañas de dinero. No. Lucharon y hoy son grandes de nuevo. Gente que siente PASIÓN y despierta PASIÓN porque aman lo que hacen. Ustedes despiertan tristeza, decepción porque decidieron hacer de sus sueños nada y ayudar a que los que sueñan sea pisoteado. Porque gracias a ustedes el decir “quiero estudiar periodismo” significa que obtendré un “¿Entonces quieres presentar noticias?” o “ah, entonces debes ser chismoso y mentiroso”. Pues no. Ni presentador, ni chismoso, ni mentiroso. Comunicador Social.
A esos
A esos gañanes de camisetas Calvin Klein de treinta mil pesos y peinado de niño malo, a esa niña que va a clase a tomarse fotos en lugar de entender las razones de por qué el país está como está, les pido que no sigan haciendo trizas el nombre de una profesión tan maravillosa como lo es la comunicación social y el periodismo. Respeten a los qué amamos esto y hagan un curso de Youtubers o algo. Gente que sí usa su imagen como publicidad y obtiene invitaciones para cosas. No más periodistas fake. No más. Exijo respeto por los que no aman esto y más dedicación a los que realmente queremos serlo. Porque si Duque pudo ser presidente, nosotros podremos hacer cualquier cosa que deseemos.
*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.