El debate que actualmente hay sobre el trabajo que ha hecho la Comisión de la Verdad a lo largo de tres años con el Padre Francisco de Roux como presidente a cargo, trae consigo complejidades que no son inherentes al contexto político-social del país. Resulta vergonzoso, aunque nada sorprendente, lo que algunos personajes de la política colombiana y el periodismo han salido a decir; o mejor dicho, a calumniar sobre este organismo y su ‘objetividad’. La pregunta es ¿Por qué desconocer la subjetividad para narrar las verdades del país?

Sale pampanante y orgulloso Juan Carlos Pinzón, (exministro de Defensa del gobierno del expresidente Juan Manuel Santos, quien al mismo tiempo que daba discursos sobre votar ‘sí’ al plebiscito con la exguerrilla de las FARC, se encontraba en el escándalo por las chuzadas de las FF.MM. al equipo negociador de paz en Cuba e incluso al mismo expresidente y su familia en esa época), a decir que la Comisión y comisionados/as hacen su trabajo al esclarecimiento de la verdad, bajo un sesgo ideológico y nexos con grupos armados; y además de esto, se mantiene en su postura peligrosa e injuriosa, sin tener en cuenta que las palabras también son un arma con poder nocivo, sobre todo en un país como Colombia.

Me pregunto yo, tras las acérrimas palabras dichas por el señor Pinzón y el apoyo de la derecha política, si creen que la ‘ideología’ y la verdad objetiva que tanto promulgan solo debe incluir a los hechos cometidos por guerrillas de izquierda; porque parece ser que hablar de los crímenes del paramilitarismo, agentes del Estado, empresarios financiadores de la guerra y los mismos políticos sentados en bancadas del Senado, no son parte de la verdad, esta que incomoda y consideran debe dejarse por debajo de la mesa.

Por otra parte, es importante comprender que para hablar de verdad en el país, en un contexto tan amplio y difícil de escarbar, es un reto que no puede ser parte netamente de la objetividad, puesto que genera la caída a la incertidumbre y la parcialización (como le gusta a algunos sectores institucionales y civiles). En un territorio tan diverso culturalmente y tan golpeado por diferentes grupos armados, el sentir-pensar es necesario para narrar tanto los horrores como las resistencias; con esto, la doble-reflexión se debe adherir a cómo se da y recoge el testimonio histórico y popular de la Colombia profunda. «La verdad es subjetiva» según Kierkegaard; esta tiene un papel fundamental en el esclarecimiento de las certezas consignadas, teniendo en cuenta el sentir humano en el contexto de su realidad natural e histórica. Particularmente es la mirada imprescindible que necesitan los testimonios de lo que fue el conflicto armado interno por años, ya que no fue el mismo desde el accionar y las afecciones de quienes estuvieron involucrados/as directa o indirectamente.

La verdad es y debe ser social, nos incluye a todos/as, así tengamos afinidad a ciertas posturas; también debe hacernos partir de la enunciación del ‘otro’ y permitirnos interpretarle, reconocerle, escucharle y evocarle. Que aún sea el arma de algunos las insistencias obsesivas por seguir incendiando el país desde el discurso del odio y la guerra, no puede permitirnos socavar y dudar de quienes hacen posible nombrar lo innombrable en Colombia y, desde su trabajo dedicado, logran defender la infinitud de testimonios que ya no guardan el silencio de su gente.

Como consigna del trabajo de la Comisión y sus comisionados, dejo cavilantes las palabras de Alfredo Molano Bravo, excomisionado de la Verdad en la Orinoquía y Amazonía, e invito a los objetivos, a los que no están acostumbrados/as, a escuchar el relato plural que tienen las víctimas de este país resistente: «Oír a la gente reírse de sí misma, discutir sus propios testimonios, volver a sufrir sus dolores, interrogarse, aceptarse, era el sentido vital que yo podía reclamarle al conocimiento. Ya no era la curiosidad de oírlos y de gozar su lenguaje y sus maneras particulares de entender el mundo, ahora era la gratísima sensación de que lo que yo había hecho era acogido. El conocimiento es una especie de hijo pródigo que sólo encuentra suspiro cuando regresa a su fuente. Escuchar –perdónenme el tono– es ante todo una actitud humilde que permite poner al otro por delante de sí, o mejor, reconocer que se está frente al otro. Escuchar es limpiar lo que me distancia del vecino, que es lo mismo que me distancia de mí. El camino, pues, da la vuelta.».

 

*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, mas no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.

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