Por: “FuerteDeMente”

Dentro de la mitología Griega se habla del río Estigia, conocido porque en él, Tetis la madre de Aquiles lo sumergía todos los días con el propósito que se tornara inmortal. Este río por demás contaminado, un poco menos eso sí, que el río Bogotá, era el que dividía al Hades del mundo de los vivos.

Se cuenta que en sus aguas turbulentas se probaban los más valientes navegantes. Todo aquel que pudiera pasar por su estrecho mortal, recibía el reconocimiento y la honra de todos los hombres. Dicho estrecho era aterrador, pues en un extremo daba con grandes rocas y por el otro con un gran remolino de donde nunca nadie había sido rescatado. Solo quien contara con gran pericia podría atreverse a cruzarlo.

Los filósofos constantemente hacían referencia en sus lecciones del estrecho Estigia, para indicar a los mortales la necesidad del buen juicio, una mente sabia y un carácter equilibrado, lejos de los extremos, pues estos conducirían a la muerte inevitable.

Hasta la actualidad el mensaje de los filósofos griegos ilustrado por el río Estigia, puede en este respecto ser tenido en consideración. Los extremos en todo el sentido de la palabra no son en nada saludables. El trabajo es ley divina, pero en exceso acarrea la muerte. El descanso es placentero, pero en exceso entorpece y atrofia la mente y el cuerpo. La comida es exquisita pero por muy saludable que esta sea, en exceso indigesta.

Los extremos peligrosos han llevado a la ruina y muerte a miles de hombres con capacidades y talentos inigualables. Como ejemplo de esto podríamos mencionar de la historia a grandes hombres como Alejandro Magno, al emperador Nerón, Calígula, entre otros. Un poco más cerca a la actualidad se destaca un sinnúmero de cantantes, actores y actrices, todos muertos gracias a sus desenfrenos y locura.

Pero, ¿qué tienen que ver los extremos en el contexto político de nuestro amado país? Los medios de comunicación y especialmente las redes sociales, son el escenario en el que día tras día conocidos o no, se aventuran en diálogos y disputas para determinar qué tipo de régimen político o que movimiento de izquierda o derecha podría ser el indicado para conducir los destinos de un país que se dirige de manera acelerada hacia una crisis sin parangón en todos los sectores que lo componen.

¿A qué extremo podemos acudir para encontrar una solución? ¿Son reales las promesas de la existencia de un puerto seguro donde la paz, la armonía, la igualdad, el desarrollo y la prosperidad nos aguardan? En cada confrontación política tanto los de derecha como los de izquierda llenan de ilusiones los corazones esperanzados de millones de Colombianos, asegurando que bajo sus gobiernos se logrará un cambio radical al estado actual de las cosas y que su liderazgo como un arcoíris augura un nuevo y feliz porvenir.

Otros un poco más centrados o “tibios” convencen a multitudes con mensajes de transformación de la politiquería, a una modificación de lo tradicional y a una alternativa que madurará el tan anhelado progreso que nos merecemos.

Todo con el tiempo se revela y permite descubrir que es una triste y vil mentira. Que hemos sido por enésima vez engañados. Que todo ha sido parte de una estrategia política para llegar al poder y que la calidad de vida de los colombianos en nada interesa a quienes solo buscan llenar sus bolsillos con el erario del pueblo.

Entonces, ¿dónde podremos estar seguros? ¿Izquierda o derecha tienen la solución? En nuestro país podemos evidenciar que bajo cualquiera de estos dos regímenes, los pobres seguirán siendo pobres y los ricos cada vez más ricos.

Es momento de permitir que la templanza tome un papel protagónico y que el dominio propio nos permita discernir que las promesas de los hombres siempre estarán sujetas a yerro, que por muy lindas que suenen las palabras de los que quieren asumir los roles en el gobierno, todas estas aunque se exclamen con la mayor sinceridad, tarde que temprano se convertirán en mentira y desilusión.

Hasta que el pueblo no comprenda que sólo en su potestad esta la solución, nunca tendremos una transformación. Hasta que el pueblo sea equilibrado, trabaje con honradez, disfrute sus espacios sin afectar el derecho del prójimo, ame la naturaleza y la preserve. Viva feliz sin envidiar ni codiciar, mucho menos quitar lo que no le pertenece, es entonces y solo entonces cuando podremos ufanarnos de progreso y desarrollo, de igualdad y de una mejor calidad de vida.

 

*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.

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