Por: Alejandra González
Navidad, época de alegría, unión familiar, de compartir regalos, memorias, quizás sueños de lo que queremos para el siguiente año, pero ¿Qué pasa cuando uno de nuestros familiares ya no está para compartir el espíritu navideño con nosotros? Así se siente la ausencia, en las fiestas, en el tiempo que no cesa, en la incertidumbre de pasar los días, sin saber de aquel hijo, hija, esposo, madre, padre, que por circunstancias que siguen sin una profunda explicación, tratamos de entender por qué desapareció forzosamente, en medio del conflicto armado en el país.
Hoy, según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica, 83.036 víctimas de desaparición forzada hasta el 2019, han sido registradas; imaginemos quizás aquellas cifras inciertas que no están en los registros y que ascienden a más de 120.000 según datos del Observatorio de Memoria y Conflicto.
En estas fechas los números que adornan las cifras no son lo central, lo realmente importante es cada una de las personas que hacen falta en un hogar de Colombia, año tras año. Esas personas con sueños, esperanzas, sentimientos, anhelos, una postura, una idea, ganas de transformación, sonrisas y llanto, ya no están. El hecho que enmarca este dolor es más angustiante, cuando sabemos que el rastro es inexistente, que la penumbra adorna el relato y la memoria, que ese regalo de hace años, sigue estando simbólicamente debajo del árbol, sin saber en qué momento podrá abrirse.
Recuerdo a Nidia Mancera, una mujer fuerte, dulce, amorosa. Su hijo Deiber Castaño Mancera, desapareció en Villavicencio, el 01 de Marzo del 2003. Cada año que pasa, en cualquier momento en que ella recuerde a su hijo, lo hace con un amor profundo. Comparto con ustedes una anécdota preciosa de la navidad del 2002, entre Nidiecita, como le digo de cariño y su hijo Deiber.
“(…) Mi hijo Deiber es un moreno precioso. A él le gusta vestirse con ropa oscura todo el tiempo, a mí no me gustaba que se vistiera siempre así, siempre quise verlo con ropa de algún color llamativo, se vería más simpático, más vivo (risas); aun así el seguía con sus gustos. El 31 de diciembre, terminando ese año, me llegó a la casa contento como siempre, siempre se la pasaba feliz, pero ese día estaba más feliz que de costumbre. Me abrazó y dijo: ¡Mamá, le tengo una sorpresa! Yo me quedé esperando qué sorpresa era, cuando sacó una camisa azul, como aguamarina y me dijo: esta camisa es la del estrene de hoy mamá. Qué felicidad sentí, al verlo con esa camisa, colorida como había soñado, lo hacía por darme gusto, por verme feliz, además sin mentir, se veía más hermoso que de costumbre. Al faltar 5 minutos para el año nuevo del 2003, llegó corriendo con su camisa azul, mientras sonaba el disco famoso, empezó a cantar: ¡Faltan cinco pa’ las doce, el año va terminar, me voy corriendo a mi casa, a abrazar a mi mama! Después de eso, bailamos carranga toda la madrugada, sin parar… Fue nuestra última navidad juntos, en mi memoria ese momento sigue vivo siempre, pues fue la navidad más feliz de mi vida y sé que la más feliz de la suya.”
Como Nidia, miles de madres, padres, hijos, esposas, esperan a su familiar y sueñan con el momento de volverse a ver, sin importar en qué circunstancia. Agradezcamos estar juntos, con las personas que amamos, pero también luchemos y tengamos en nuestra memoria, la esperanza y el sentir, de saber que hay personas sin un camino, sin un lugar, sin un rastro. Quizás se nos haga ajeno o lejano el fenómeno de la desaparición forzada, pero por un momento, reflexionemos y tratemos de ponernos en los zapatos de miles de colombianos que a diferencia de usted, rezan y piden al cielo diariamente para tener una navidad sin abrazar a la ausencia y al dolor.
Recordemos juntos a esa persona que no conocemos, pero que existe, que es vigente, que puede ser nuestro amigo, pareja, familiar. Que nos una también el recuerdo, de aquellos que no están y a la vez sí. Que el vacío, sea una imagen que podamos pintar a nuestro antojo, para no dejar morir a aquel que no está físicamente, pero sí, simbólicamente en muchas personas, que como yo, ruegan diariamente llegar a una navidad, sabiendo que un desaparecido emerge del silencio y estará con su familia, en un abrazo fraterno nuevamente. Cada una de las personas desaparecidas forzadamente en el país, son importantes. No son números simplemente, son personas que me hacen falta, que te hacen falta. Personas que como cualquiera, merecen el regalo divino del estar y del sentir, en medio de la agonía y el dolor de faltar.
¡Feliz navidad y felices recuerdos!
*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.