La fotografía, más que un simple acto de capturar imágenes, se presenta como un ejercicio que va más allá de la mera técnica y composición. Es un canal de expresión que trasciende lo visual, convirtiéndose, entre otras cosas, en una herramienta de transformación social.
El surgimiento de la necesidad de hacer imágenes pensadas, con intención y un mensaje claro, se vuelve casi inherente al mismo ejercicio fotográfico. Las fotos deben trascender la superficialidad estética y buscar comunicar ideas, provocar reflexiones y contribuir a la construcción de un diálogo social. Así, el fotógrafo o la fotógrafa no solo se convierte en un creador de imágenes, sino en un narrador comprometido con la responsabilidad de influir positivamente en la percepción de lo que se quiera narrar.
A propósito del día de las y los fotógrafos, el pasado 20 de febrero, se hace menester el hablar de la fotografía y su importancia a lo largo de las distintas épocas. Es necesario que en diversos espacios se empiece a desmitificar la foto y todo lo que gira en torno a esta, a sus procesos, su desarrollo, los contextos y a ese ‘click’ final. Como principio general, es entender que la foto no es un resultado objetivo, como siempre se habla. Así como el periodismo mismo, en este la objetividad no existe. Esto no quiere decir que todo sea una mentira, un montaje o una cortina de humo. Simplemente que la foto deja ver únicamente lo que la persona que está detrás de la cámara quiere mostrar. Cada obturación es una decisión, la declaración de una intención por parte de quién realiza la foto.
Desde sus inicios, la fotografía ha desempeñado un papel crucial en los procesos de documentación histórica, permitiendo preservar momentos y realidades de diversas épocas. Sin embargo, en lo periodístico, claramente el actuar fotográfico no está exento de responsabilidades éticas. La fotografía no es solo un medio de representación, también es una poderosa herramienta para narrar historias.
La importancia de fomentar la ética en la práctica fotográfica radica en la influencia que estas imágenes pueden llegar a ejercer ante la percepción pública. Esta al momento de obturar debe ir implícita, como algo mecánico en la cabeza de quien toma la foto y no sólo implica respetar la privacidad de los sujetos retratados, sino también considerar el contexto cultural y social en el que se desenvuelven. El evitar sesgos, revictimización, etiquetas, el fomento mismo de la miseria es responsabilidad de quien hace la foto.
Cada fotografía tiene el poder de convertirse en una ventana a un mundo, y como productores de estas imágenes, se deben asumir responsabilidades en el momento de presentar una narrativa que sea precisa y justa. El ser conscientes de las posibles consecuencias de las fotos que se captan, es esencial para la no perpetuación de estereotipos o la distorsión de realidades. El acercarse a diversos escenarios, teniendo empatía y respeto hacia las comunidades que se van a fotografiar, deben ser pilares fundamentales en la práctica, surgiendo como un instinto automático para poder eludir a toda costa la explotación o la objetivación de los sujetos.
Es fundamental cambiar la percepción de la fotografía como un ejercicio meramente relacionado con lo estético y comenzar a pensar en cómo esas imágenes pueden tener un impacto más allá de lo visual.
Dada la sobreproducción de imágenes actual, se evidencia una crisis en la apreciación y valoración de la imagen. La proliferación de nuevos dispositivos accesibles ha contribuido a la idea de que «todo el que pueda tomar una foto es fotógrafo». Si bien esto democratiza el acceso a la fotografía, como daño colateral genera una precarización en el gremio.
Es importante tener claridad que más allá del purismo y el ego mismo, la diferencia entre alguien que tiene una cámara y alguien que dedica su vida a estudiar, trabajar y evolucionar en procesos de creación de imagen, es abismal. Lo que hay detrás de la foto y cómo se proyecta es el principal elemento para marcar una diferencia entre un hacedor de fotos y las y los fotógrafos.
Sin embargo, hoy la calidad y significado de las imágenes se empiezan a ver diluidos en medio de la sobreabundancia de algo que ha llegado a alcanzar niveles inesperados con la tan famosa y mencionada “inmediatez” requerida en estos tiempos. Esto hace que la profesión se vea afectada por la falta de reconocimiento y valoración. La saturación visual en esta era digital exige tener una consideración muy alta y minuciosa frente a la calidad y relevancia de las fotografías.
La conciencia sobre el impacto social y cultural de los trabajos realizados y de dónde ponemos la mirada, debe fomentar una práctica fotográfica más reflexiva. La fotografía tiene la capacidad de permear la percepción colectiva, por lo tanto, la responsabilidad de los fotógrafos y fotógrafas es vital al momento de realizar una representación veraz.
Por lo anterior, es imperativo que se empiece a reflexionar sobre las imágenes producidas y consumidas. Un actuar con responsabilidad marca un punto de partida para generar estándares mínimos requeridos para poder acceder a espacios laborales y percibir la fotografía de otra manera, abriendo también las posibilidades a aportar desde las mejoras personales.
En este contexto surge la necesidad de procesos formativos más estructurados. La formación más universal que logre una convergencia entre la ética y técnica de los y las fotógrafas es esencial para garantizar que sus obras contribuyan al enriquecimiento cultural e histórico sin caer en prácticas irresponsables, promoviendo una comprensión profunda de la responsabilidad social que conlleva el acto de capturar imágenes.
Colombia ha experimentado un notable crecimiento en cuanto a exponentes en los últimos años
La fotografía local ha ganado reconocimiento a nivel nacional e internacional, mostrando una amplia diversidad de perspectivas, de miradas que reflejan la riqueza cultural y social del país. Además de imágenes que han alcanzado distintos espacios en premiaciones, periódicos, revistas e investigaciones por las situaciones que atraviesa el país como es la migración, el conflicto armado, las manifestaciones sociales, los procesos de resistencia por mantener la paz, la vida desde lo rural, etc.
Este auge en desarrollo presenta una oportunidad para ir consolidando lo que se podría denominar como una identidad fotográfica colombiana, pero también plantea una necesidad de mantener estándares elevados para preservar la integridad de la representación visual del país.
La fotografía periodística y documental en Colombia desempeña un papel crucial a lo largo de la historia del país, capturando momentos clave, permitiendo adentrarse en narrativas organizadas de historias profundas y documentando la complejidad de la sociedad. Esta forma de expresión visual ha sido fundamental para arrojar luz sobre eventos importantes, plasmar realidades sociales y transmitir la diversidad cultural colombiana.
Desde los primeros daguerrotipos realizados hasta la actualidad, la evolución de la fotografía en Colombia ha sido imparable. Los avances tecnológicos en parte han permitido una mayor accesibilidad, pero la ampliación de contextos ha permitido la aparición de una diversidad de artistas que han explorado nuevas narrativas visuales. La fusión de técnicas tradicionales y modernas ha enriquecido el panorama de la fotografía documental y periodística en el país.
La importancia del trabajo fotográfico nacional radica en su capacidad para congelar instantes que definen épocas y para revelar las múltiples facetas de la realidad colombiana. Desde la cobertura de conflictos armados hasta la denuncia de injusticias sociales, quienes cargan la cámara han sido testigos visuales de la evolución del país, contribuyendo al registro histórico y al entendimiento colectivo.
Y aunque la fotografía periodística y documental ha experimentado una notable evolución, esta no está exenta de desafíos. Indudablemente, existe la diversidad de miradas también debido a los contextos. Muchos trabajos tienen un origen personal porque nacen en medio de diversos entornos, esto significa que, aunque algunos puedan elegir qué ver, algunos no tienen esa opción.
La seguridad en zonas de conflicto, la censura y las limitaciones logísticas son barreras que enfrentan aquellos que buscan contar historias a través de sus imágenes. El presenciar distintas escenas deja secuelas a nivel psicológico y aunque muchos piensen esto, a quienes trabajan en entornos hostiles no les urge estar trastornados, sin embargo, hay que asumir el hecho de que, al ejercer este oficio, esto va a generar afectaciones.
Por otro lado, una lucha que lleva años en el contexto laboral nacional para el gremio es el salario bajo. El poco reconocimiento y la poca valoración al trabajo fotográfico por lo mencionado anteriormente con respecto a la inmediatez ha generado que sea difícil establecerse e incluso vivir de la imagen.
Por otra parte, es importante mencionar que uno de los obstáculos más grandes que se presenta para varias colegas, es el hecho mismo de ser mujeres. El gremio periodístico es machista, hegemónico y la mayoría de espacios son acaparados por hombres.
En su lucha por hacerse un lugar, por encontrar una plaza laboral, el mismo medio no tiene en cuenta situaciones que viven algunas fotógrafas como, por ejemplo, ser madres solteras, la falta de tiempo para dedicarse a ellas y a sus hijos e hijas, esto debido a la necesidad de trabajar para distintos medios, agencias y cubrir múltiples asignaciones, que les limita responder y estar presente emocionalmente para su familia. Adicional a las condiciones laborales precarias, son otros de los frentes de batalla más complicados al momento de trabajar.
A pesar de los desafíos, la valentía de los y las fotógrafas en Colombia ha permitido que sus obras trascienden las fronteras, generando impacto a nivel nacional e internacional.
En conclusión, la fotografía periodística y documental en Colombia no solo ha sido un testigo visual de la historia, sino también una fuerza transformadora que desafía percepciones y promueve la empatía. A medida que se proyecta su evolución, continúa desempeñando un papel crucial en la narrativa nacional, conectando a las personas con la realidad que les rodea.