A punto de finalizar el mandato de Felipe Harman, Villavicencio continúa sin un servicio de agua de calidad

En noviembre de 2019 el entonces alcalde electo de Villavicencio, Felipe Harman, pidió a los asistentes en el centro de convenciones de la Cámara de Comercio, la creación de la Veeduría del acueducto de la ciudad como un mecanismo de control ciudadano a lo que sería su política en esa entidad. Es claro que para ese momento la estrategia del político era dar un golpe de autoridad moral, existían varias preguntas con relación al acueducto, lo que él resolvió pidiendo a las y los asistentes que se organizaran para hacer veeduría a su propia gestión. El auditorio lo aplaudió cuando él se retiró argumentando que no iba a viciar e influir en las decisiones de la naciente Veeduría. 
 
Durante varios meses miembros de la Veeduría visitaron la bocatoma en quebrada Honda, hubo amplia cobertura de los medios de comunicación, reuniones y el Alcalde en persona respondía las inquietudes de este proceso. La apuesta de Harman era de verse como un gobernante que ejercía sus funciones en torno a una de las empresas más cuestionadas del municipio de manera transparente y que iba a recuperar la entidad de la corrupción que la ha aquejado durante su historia. 
Y es que, durante su paso como concejal de la ciudad, Felipe Harman fue uno de los principales detractores de Wilmar Barbosa y, desde su posición social, criticó con mucha fuerza las políticas del entonces alcalde de la ciudad, Juan Guillermo Zuluaga. La mayoría de sus posturas eran entorno al servicio de agua. Por esta razón el acueducto se convertía en el principal campo de batalla político en la nueva administración, así que Harman procuró mostrar desde el día uno de su gestión que estaba decidido a revertir la suerte de la empresa. 
 
Desde la orilla como concejal de la ciudad afirmó que el problema de la ciudad no era de agua sino de corrupción y clientelismo, ya que el municipio tenía múltiples fuentes hídricas. Así mismo, los debates de control político que impulsó en su pasó por la corporación hacían presuponer a múltiples sectores de la sociedad que durante su administración los días interminables sin servicio de agua quedarían resueltos con transparencia administrativa. 

En los primeros meses de gestión se garantizó el servicio en casi toda la ciudad, aunque la no ocurrencia de fenómenos climáticos severos en la zona de la bocatoma o de remoción de masa también ayudaron que en ese primer año el servicio se prestará casi con regularidad. Y es que, el problema, que puede atribuirse a los efectos de la naturaleza, es un tema que exige enormes acciones institucionales para mitigar el riesgo, porque las obras no se pueden hacer esperar.
 
Una de esas acciones es la estabilización de los taludes, que pueden reducir la incidencia de deslizamientos que terminen afectando el acueducto. Esto fue lo que efectivamente ocurrió para mitad del año pasado, un evento de remoción en masa sepultó y destruyó la bocatoma, dejando a la ciudad nuevamente sin el servicio de agua potable, evento que se viene presentando desde entonces y deja a la capital del Meta con el suministro de forma intermitente. 
 
En ese sentido y considerando que año tras año el problema persiste en todas las administraciones municipales, es entendible que el gobierno que prometió a ultranza solucionarlo, llegase a considerar obras como la construcción de bocatomas alternas o en lugares con mejores condiciones geológicas. Pero según Diego Villa, exfuncionario de la administración de Felipe Harman, este alcalde no quiso ejecutar recursos del orden de los 16 mil millones de pesos provenientes de Ecopetrol y Min Vivienda para hacer una bocatoma en María La Baja, una acción que, según Villa, podía remplazar a Quebrada Honda, pero según él, Harman argumentó que el proyecto estaba mal diseñado desde un principio sometiendo el mismo a revisiones que tardaron casi año y medio, tiempo tras el cual los recursos debieron ser devueltos. 
 
Ahora, y con los eventos del pasado 17 de julio, la ciudad está nuevamente sin agua, aunque aquí hay que separar las cosas. La afectación por la avalancha en el sector de Naranjal en el que perdieron la vida varias personas y que también generó el cierre de la vía al Llano, nada tiene que ver con el río Guatiquía porque son lugares diferentes. A pesar de esto Felipe Harman manifestó en medios de comunicación, algunos del orden nacional, que por este acontecimiento la ciudad estaba sin agua. Lo otro, es que las lluvias sí afectaron el acueducto, pero no por la situación de Naranjal, sino por un proceso acontecido en Quebrada Honda del que a la fecha se desconoce la afectación real. 
 
Las denuncias dan cuenta que la situación se pudo haber presentado por la no realización de obras de contención y de reforzamiento de los soportes o anclajes de la tubería a la montaña. Un funcionario actual de la Empresa de Acueducto de la ciudad, manifestó que las obras no se ejecutaron, a pesar a que se conocía ampliamente la situación de riesgo. Una semana después del evento que dejó nuevamente a la ciudad sin servicio, la mencionada empresa admitió los daños en la tubería y la bocatoma, algo que toda la ciudad presuponía ante el corte de agua, pero que a la fecha no se ha informado de la gravedad exacta del mismo.
 
Al gobierno de Harman le quedan menos de seis meses de gestión, la ciudad sigue con constantes problemas con el suministro de agua, el mismo problema con el que inició su mandato y que, antes de ser el responsable de dirigir durante cuatro años a la capital del Meta, relacionó los problemas en la prestación del servicio de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado con la corrupción y el clientelismo. 
 
La ciudad sigue con cuatro ríos, 64 caños con abundante agua y sin servicio de agua de calidad. Este medio se comunicó con la empresa de acueducto, pero no recibió respuesta.

Solo los administradores pueden añadir usuarios.