Hoy el cielo lloró porque Lucas se despedía de su última lucha. Lloró de una forma tenue y sostenida, como cuando un dolor nos carcome muy adentro, como cuando las fuerzas sólo nos alcanzan para ir soltando nuestra angustia de a pocos. Lloramos, y el diluvio que llevamos dentro va llenando las honduras del alma, y no termina nunca de vaciarse.

Lucas se va fundiendo con el cosmos, con las gotas de lluvia, con el sol de mañana, con las aves que despiden el día. Su sonrisa está suspendida en el aire, su mágica alegría está enredada entre las ramas de los árboles. Arriba, por los cielos, pasa el helicóptero de los asesinos, con los verdugos dentro. Lo manejan las manos amputadas de quienes dispararon contra el pueblo que los vio nacer. Las entrañas que parieron a los monstruos están secas, como secas están las almas y las bocas de quienes dieron la orden de forma soterrada. Las biblias con que rezan tienen las hojas podridas de odio y de soberbia. De allí salen versos de maldad disfrazada de armonía. Los asesinos ya no tienen sombra, porque no son humanos. Respiran pero sus ojos están opacos, porque están muertos por dentro.

A muchos kilómetros de distancia, encerrado en sus haciendas y riquezas materiales, un hombre vil y malvado desvaría con la muerte. Esa es su divisa. La maldad carcome su rostro y sus vísceras. Antes de morir intentará matar la alegría y la esperanza. Pero estas son semillas que se aferran a la vida, y el sol sale cada día. Allí pierde el asesino de miles. 

Hoy estamos tristes, lloramos. El cielo está opaco, la noche apesadumbrada, el aire espeso, difícil de respirar. Lucas se funde con la tierra, con el agua, y las aves les prestan sus alas. Vuela hacia la memoria de los tiempos, de las gentes que reirán mañana, y cantarán sus canciones y bailarán sus bailes.

Los que dispararon ya se consumieron el pago en licor y en drogas. Los que pagaron para que dispararan se están comiendo un manjar a manteles, pero tiene un sabor agrio, porque su boca es amarga. El retrato que tienen en su sala ha cambiado. Ahora la maldad que disimulan con sus trajes de diseñador se refleja en los rostros de sus retratos, y quedará como herencia para sus hijos que verán como fueron de crueles y criminales sus padres; que entenderán algún día que los privilegios que les fueron dados costaron la vida y la risa, y el llanto de millones. Ese es el legado que recibirán los hijos de los asesinos.

Hoy lloramos, pero mañana sale el sol de nuevo. Y volverán a sonar los tambores y las guitarras. Y los amantes se besarán de nuevo. Mañana sale el sol, y leeremos de nuevo poesía, y cantaremos las canciones de Lucas, y volveremos a la Lucha, y seremos semilla de nuevo. Pero hoy lloramos.

*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.

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