Hoy por hoy bastante se habla de ayudar, contribuir con la necesidad del otro que se encuentre en situación de desprotección. Parece ser una de esas tendencias que invaden las redes sociales. Por eso tú querido amigo lector, comprenderás conmigo en este texto el indudable problema de nuestra querida Colombia, que como bien sabemos está llena de riquezas naturales, pero con una matriz cultural que espera de un salvador benefactor.

En las últimas décadas se ha incluido en el vocabulario, un término sociológico quizás nacido bajo la oleada de profesionales en las facultades de ciencias humanas o sociales. El “Asistencialismo”. Consiste en brindar asistencia (como su nombre lo indica), respecto a la obligación que tienen los gobiernos de presenciar a sus ciudadanos, para satisfacer las necesidades básicas cuando las personas no pueden hacerlo por sus propios medios.

Sin embargo, asistencialismo ha sido una mala interpretación de lo que es asistencia, claramente sí es una obligación constitucional del gobierno garantizar la calidad de vida digna a los colombianos, por lo cual debe ofrecer herramientas a las personas en estado de vulnerabilidad.

Y a herramientas me refiero a políticas públicas REALES, que promuevan el surgimiento, el empoderamiento, el cual está asociado a conocer y poder modificar el entorno social como comunidad, muy contrario al asistencialismo que básicamente se limita a dar soluciones inmediatas a ciertas necesidades, genera dependencia -hasta mental- por parte de las personas a los subsidios públicos, convirtiendo al ser en alguien incapaz de confiar en sí mismo, de asumir y afrontar responsabilidades. Por el mismo motivo priva de la libertad de decidir libremente, pues su balanza se inclinará hacia su benefactor.

Y eso da respuesta a lo que me preguntaba antes de iniciar este escrito ¿Por qué los gobiernos prefieren esta aplicación social? Si saben que esto atenta contra la dignidad individual. No es aceptable que el Gobierno considere Familias en Acción, jóvenes en acción, subsidios familiares, de empleo y otros como pilares de la política social, que esté entregando mercados y bolsas de ropa, en vez de reconocer la crisis e intentar dar soluciones; mientras tanto el país se consume en políticas sociales asistencialistas, que reproducen más el problema de lo que en un principio pretendía erradicar.

¿Por qué no disminuir cifras de trabajos informales y generar empleos dignos? Para disminuir el 20% de pobreza extrema en Colombia, y por ende un buen manejo de la seguridad social ¿Por qué no incentivar al ahorro para adultos mayores? ¿Por qué no cerrar brechas en la calidad educativa? ¿Por qué no apuntarle, Por ejemplo a dejar de ser el país más desigual de Latinoamérica?

No se necesita de un estado benefactor, basta con que cumpla sus obligaciones. Que estén enfocadas a mejorar condiciones de vida empezando desde las capacidades humanas, por ello es necesario algo más que el asistencialismo: la inclusión. Tal vez aquí cabe aplicar un proverbio chino: No le regales un pescado, enséñale a pescar. Es que sin duda alguna, a las personas se les empobrece, y nada más pobre que una mentalidad dependiente.

  • Paula Andrea Castañeda, comunicadora social en formación y miembro de El Cuarto Mosquetero.

*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.

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