La candidata Rafaela Cortés, quien desde que su esposo era el original candidato, ha sido señalada por casi todos los sectores políticos y de opinión de la región de ser la candidata del actual gobernador del Meta Juan Guillermo Zuluaga Cardona. El manejo de sus redes sociales da cuenta de esto desde su colorimetría, ya que al analizar la campaña del actual mandatario de hace cuatro años y la de Rafaela se puede ver que no hay diferencias.
El tono del verde y el rojo utilizado en los banners y piezas gráficas de la campaña de la seguridad total son exactamente iguales a las usadas por Zuluaga, no solo en la pasada contienda en la que salió ganador, también en la campaña que le dio la victoria en la alcaldía de Villavicencio. Las cachuchas, camisetas, manillas, vallas, cenefas y publicaciones en las redes sociales tienen ese componente de color tan característico de lo hecho por Zuluaga en sus campañas.
Desde luego el color no es exclusivo de un candidato, no tienen nombre o dueño, pero ante la oferta tan amplia de diseñadores gráficos y comunicadores sociales, resulta muy paradójico y hasta conveniente que la línea gráfica de esta candidata sea tan cercana o similar a las ya usadas.
Sus publicaciones son una loa al abrazo y al beso, algo recurrente en todos los candidatos y candidatas. La posibilidad de convertir el escenario digital en un lugar para debatir las ideas, se ha convertido en un espacio para mostrar correrías que dejan ver los millones de una campaña poderosa económicamente y en las interacciones se ven rostros conocidos al interior de la gobernación y los seguidores más acérrimos, como los contratistas de casi siempre.
Lo de Rafaela es sin duda alguna una campaña costosa en todo ámbito y en lo digital deja ver la cantidad de personas tras las publicaciones. Videos a varias cámaras, fotografías tomadas usando equipos profesionales y varios lentes, ediciones para nada básicas y que toman horas, drones y claramente varias manos presentes en las comunicaciones. El testimonial en los videos, casi la misma ciclicidad de las publicaciones de personas que dan opiniones y hablan de la candidata recuerdan nuevamente al mandatario actual y su campaña de hace cuatro años.
De ahí en adelante son cientos de fotos y videos del abrazo, del beso, del niño y del anciano. Emoción tras emoción, la actual cara del marketing político en América Latina es la sublimación de la persona, como una especie de culto a la personalidad que no deja grietas a la duda que el objetivo es atacar los sentidos y no responder preguntas, no lanzar las propuestas en las redes y debatirlas. El comité de aplausos de comerciantes, empresarios, comunicadores y empleados públicos metidos de manera constante en las publicaciones engrosan las interacciones.
En varias campañas existe una desconexión evidente entre los estrategas, quienes toman las fotos y videos y los copywriter. En la de Rafaela se ve que las fotos son iguales, varias publicaciones no salen del abrazo y por ende los copies son repetitivos y monótonos, esto porque el debate está desconectado de las redes sociales, quizás, porque los estrategas siguen sin entender que el debate en lo digital está subutilizado o, lo que es peor, entienden que las emociones se suscitan más fácil que la inteligencia.
Las redes sociales han caído en un vacío o una espiral para que cada candidato o candidata muestren quien tiene más personas en las fotos de sus reuniones, o quién tiene más gente diciendo que este o aquel está más comprometido con la comunidad y de quien puede generar más likes. El debate sobra cuando de aparentar más se trata.
Las redes de Rafaela Cortés son un álbum de fotos y videos con cero propuestas socializadas en este escenario para que los mismos y las mismas reaccionen y generen interacciones. En tan solo diez publicaciones del mes de agosto, se logró contar a más de veinte personas comentando lo mismo, porque hasta en los seguidores el debate fue relegado por la arenga.
A menos de quince días de las elecciones la maquinaria de Rafaela va a todo vapor, viene una andanada de publicaciones emocionales, de mujeres y hombres hablando que ella es una berraca, una emprendedora que nunca ha emprendido nada y que tiene una valentía admirable por haber tomado el lugar de su esposo, pero sin darse cuenta que ante una maquinaría tan bien aceitada cualquiera se sube en semejante embrollo que Juan Guillermo Zuluaga metió a una mujer que quizás no merecía ese destino.