La resistencia que no cesa, así lucha Villa Lorena por mantener su acueducto comunitario

Hace 35 años empezó la lucha por nuestro acueducto en un asentamiento humano con muchas necesidades, una de las más importantes era el agua, pues siendo un terreno que no estaba legalmente constituido, desde la institucionalidad se nos negaba el servicio.

Un día cualquiera de 1986, entre chiste y chanza, mientras disfrutaban de un tinto, un grupo de personas vio cómo mujeres y niños traían agua en baldes y tenían que ir a lavar ropa y trastes al caño Vitalia, que quedaba cerca al sector. Entonces decidieron ir a la montaña para hallar una forma de transportar el preciado líquido por medio de mangueras a un punto que quedara más cercano y la comunidad pudiera llevarlo a sus casas con más facilidad.

El señor Joaquín Rodríguez dijo: “Yo dono siete rollos de manguera, así que cuando quieran vamos a ver cómo podemos traerla, un día muy temprano”. Él junto a Gerardo Bueno, Darío Bueno, Marcos Velásquez, Luis Pulgarín y María Antonia Gonzales, cogieron palas, mangueras y galones, y se fueron para la montaña. Entre fallas y discusiones, acordaron hacer una poseta con lonas y piedras, poner un galón -al hicieron agujeros para poder meter la manguera- y se puso un angeo con el fin de que no pasaran tantas hojas. Luego extendieron la manguera hasta donde alcanzó.

Ahora el agua brotaba y con esta la felicidad, pues el fluido podría llegar sin muchas dificultades a la comunidad. Ese estado de ánimo no les permitió prevenir lo que sucedería después. Empezaron las peleas entre las y los vecinos por el turno de acceder al agua. “Usted ya cogió agua ahora me toca a mí”, era el decir de cada día. Como no lograban llegar a ningún acuerdo, se iban a ‘jalones de mechas’, ‘planazos’ y por su supuesto, las groserías acompañaban las batallas campales. Entonces decidieron hacer, donde actualmente se ubica el polideportivo, un tanque con varias llaves brindar un mayor acceso al agua, pero fue una solución fallida, pues el conflicto por los turnos continuó. Dada la situación, el señor Marcos Antonio, tomó por medio de la Junta de Acción Comunal, las riendas del acueducto y dijo: “Como hay mucha pelea, el que quiera agüita, compre su manguera y la lleva hasta su casa”. Y así lo hicieron, cuando cada uno/a instaló las conexiones hasta sus viviendas, llegaron al acuerdo de cobrar 500 pesos para tener un fondo de emergencia en caso de que se presente algún daño.

En la parte alta, que hoy en día es conocida como Loma Linda, se sufría por la presión y no llegaba suficiente agua a las viviendas, así que decidieron hacer un tanque de almacenamiento. Funcionó, pero las niñas y niños que son un poco inquietos, se recreaban en el depósito imaginando que era una piscina. Entonces el líquido se ensuciaba y no servía para el consumo. Situación que generó algunos problemas.

Posteriormente, el señor Marcos Antonio, pasó un proyecto para cambiar las mangueras por tubería PVC y lo ganó. Así se reemplazaron varias, y las que hicieron falta, se terminaron de cambiar con recursos del acueducto. El señor Marcos Antonio, en su entrega al trabajo comunitario y el acueducto, siguió guardando ahorros hasta que pudo comprar el lote donde actualmente funciona nuestra oficina y la planta.

Tiempo después se compraron válvulas, impresora y computador para la oficina, y se empezaron a hacer cortes para recuperar cartera y cobrar multas por desperdicios de agua. Todo funcionaba con normalidad hasta que un día llegó el terror de los acueductos fusionado en dos entidades: La Superservicios y Comarcarena. Nos dijeron que no estábamos cumpliendo con la normatividad para prestar el servicio y desde entonces enfrentamos una nueva lucha. Fue así como la señorita Gimena Ballesteros junto a la organización social Gramalote nos brindó la ayuda para presentar un proyecto ante una ONG italiana con el fin de poder adquirir una planta de tratamiento de agua potable (Ptap), a través de la cual podríamos suministrar agua apta para el consumo humano.

Con ayuda de Felipe Harman y Censat Agua Viva, se otorgó la documentación requerida y la ONG italiana creyó en la iniciativa. Fueron meses de trabajo, disgustos y risas, pero logramos obtener nuestra Ptap. La ONG destinó 20 mil euros para realizar la obra, pero el dinero no nos alcanzó, así que hicimos una recolecta de materiales como ladrillo, varilla, cemento, flejes y por supuesto, mano de obra. Gracias a estas donaciones empezamos el trabajo manual y también los ‘roces’ porque, “Yo no trabajo así”, decían a veces, otras sugerían “Esto queda mejor de esta manera”. Sin embargo, siempre logramos resolver las diferencias y culminamos el trabajo el 17 octubre del 2017.

Se llevó a cabo la inauguración, pero todavía había detallitos por arreglar. Los últimos tres días fueron de ‘corre corre’ y trasnochos pintando el logo de nuestro acueducto. Lo bueno fue que nos llevaron tinto y caldito de pollo para agarrar energías y poder seguir con el trabajo. Hubo concierto de palas para echar el relleno que todavía nos quedaba y estrés por el temor de no tener todo listo para el gran día. Se entregaron las invitaciones, se organizó cómo iba a ser el orden del día, lo que se daría para el refrigerio y hasta decidimos hacer un almuerzo comunitario.

El día de la inauguración llegó. Unos llevaban indumentaria para la ocasión, otros/as por el trajín de la logística, no alcanzaron a organizarse para el evento, pero no importó porque estaban felices. Llegaron los representantes de la ONG italiana, Censat y demás invitados e invitadas. Sin embargo, como suele suceder, no falta el problemita de última hora. No había lo más importante, ¿Quién se encargaría del almuerzo? No pensamos más, sacamos a flote nuestra verraquera y contra viento y marea, seguimos hasta el final. Incluso los y las asistentes nos ayudaron a preparar la comida y aunque el gesto amable nos conmovió, nos dimos cuenta que no todos son unos maestros en la cocina, no obstante, logramos el objetivo.

Una vez solucionado el problema, se dio inicio a la inauguración, hicimos una marcha desde el polideportivo hasta nuestra planta. Luego, un grupo de niños y niñas con las y los padrinos del proyecto cortaron el listón y algunos asistentes dieron palabras de agradecimiento. Al final se hizo un brindis con nuestra nueva agua tratada, el día resplandeció y a los líderes y lideresas les brillaron los rostros de la felicidad por haber culminado el proyecto con éxito.

Hoy seguimos en la lucha para procurar que el acueducto siga siendo de la comunidad y que esta lo valore, lo cuide y continúe trabajando para mejorarlo cada día más, porque si de algo estamos seguros/as, es de que somos bendecidos por tener este tesoro. Anhelamos que nunca nos falte el agua y unir fuerzas para sacar nuestro acueducto adelante, porque si lo dejamos perder, no solo resultamos afectados quienes hemos batallado constantemente, sino cada uno y una de los que hacen parte de Villa Lorena.

Por eso, queremos transmitir este mensaje de cuidado y sentido de pertenencia e invitarlos/as a cuidar nuestra bocatoma, el caño Vitalia, y a no desperdiciar el agua porque “gota a gota, el agua se agota”.

Escrito por: Leidy        

Si quieres conocer más historias de los acueductos comunitarios en Villavicencio, échale un vistazo a la revista realizada por ACER con apoyo de Censat Agua Viva Amigos de la Tierra Colombia y Terre Des Hommes, bajo la edición de El Cuarto Mosquetero. Puedes descargarla aquí:Lucha y resistencia por la gestión comunitaria del agua en el Meta

Solo los administradores pueden añadir usuarios.