El conflicto por el agua, una lucha constante por la vida y el recurso hídrico en la Orinoquía

Nelson Vivas y Julián Villa, son dos ambientalistas consagrados en el Meta, que desde hace años vienen defendiendo el territorio y oponiéndose a proyectos extractivistas. Una de sus más grandes preocupaciones, es la lucha por el agua, un conflicto que suele pensarse como una batalla no muy lejana entre naciones.

Hace unos días, El Cuarto Mosquetero visitó las instalaciones de Cabildo Verde, una organización ambiental que lleva años luchando por el medio ambiente en el Meta. Allí, pudimos conocer las experiencias -algunas jocosas- de Nelson Vivas y su historia en la lucha por la defensa del agua, y los proyectos urbanísticos que se están llevando a cabo en la sabana de Bogotá y que afectan el suministro de este líquido vital a muchas poblaciones, de la mano de Julián Villa. Ambos son activistas consagrados en la región, que desde hace años vienen movilizándose en pro de la conservación y protección del territorio.

La lucha por el agua es un conflicto que por lo general se proyecta no muy lejano y exclusivamente entre naciones, pero en Colombia inició hace décadas cuando la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá – EAAB, se apropió del agua naciente del páramo de Chingaza.

Todo empezó en 1930, cuando Bogotá, proyectando su latente crecimiento poblacional, empezó a buscar formas de obtener fuentes extra de agua para abastecer a sus habitantes. Cuarenta y cinco años después, el Ministerio de Agricultura otorgó los permisos pertinentes para empezar con las captaciones del líquido vital, pues en ese entonces no existía una dependencia enfocada en el Medio Ambiente.

Proyecto Chingaza I

«En medio de frailejones, peñascos y venados, ncae un brazo del río Guatiquía, en la laguna de Chingaza, ubicada aproximadamente a 3.200 msnm en el municipio de Fómeque.»
Foto: La cuenca alta del río Guatiquía en Fotos

Es así que cuatro años después, notando que el páramo de Chingaza es el más cercano a la capital del país, se desarrolló el ‘proyecto Chingaza I’ desde 1969 hasta 1973. En sus estudios de prefactibilidad se define la primera etapa de este plan como «la fuente más atractiva de agua para el sistema de abastecimiento de agua potable para Bogotá. Las hoyas (cuencas) hidrográficas de los ríos Guatiquía y Chuza han sido desviadas por gravedad hacia Bogotá; algunas otras corrientes de la vertiente del río Blanco se captan a lo largo de la línea de conducción».

La obra se concluyó en 1982, y empezó a funcionar después de un año, contratada por el acueducto de Bogotá. Es aquí donde, movido por su sentido de justicia y respeto a la naturaleza, entra uno de los más persistentes y reconocidos docentes y ambientalistas del Meta, Nelson Vivas, quien además es licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica de Colombia y especialista en Gestión Ambiental de la Universidad de Los Llanos.

Nelson Vivas, docente licenciado en Ciencias Sociales y ambientalista.

A sus 63 años, Vivas ha dedicado más de la mitad de su vida a la docencia, la protección y la defensa del medio ambiente, el agua y la autonomía regional. Es fundador de la Corporación Cabildo Verde y coordinador de la Mesa Hídrica del Piedemonte Llanero. Incluso ha ocupado cargos en entidades gubernamentales.

Su lucha por el agua empezó con el proyecto Chingaza I, que según Vivas, se llevó a cabo sin ningún tipo de socialización ni negociación con las comunidades del área de influencia del plan de captación, correspondientes a los municipios de El Calvario y San Juanito en el Meta; y Fómeque, Guasca y Junín en Cundinamarca.

Antecedentes de lucha

El río Guatiquía antes de ser desviado para alimentar el sistema Chuza que abastece de agua potable a Bogotá.
Foto: La cuenca alta del río Guatiquía en fotos.

Antes de Nelson, ya alguien venía dejnado una pequeña mella desde 1975. En ese año, el monseñor Gregorio Garavito Jiménez, había denunciado el saqueo de agua que venía realizando la EAAB en el páramo de Chingaza, pero en ese momento el tema no fue tomado en serio ni por las autoridades, ni por la opinión pública. Para ese entonces, Vivas estaba en sexto de bachillerato, era apenas un adolescente que viendo la abundancia del líquido vital brotando a borbotones en todo el país, creyó que nunca se acabaría. Error que reivindicó años después comprometiéndose con la lucha por el agua y haciendo resistencia al proyecto Chingaza II, del cual se hablará más adelante.

Extracción abundante: deterioro abismal

Según el libro Identificación y Evaluación de Impactos Ambientales de la EAAB, “los caudales captados por el sistema Chingaza, se aproximan a los 14 m³/s. Si se compara este valor frente al promedio anual multianual para la estación Cabuyaro a la altura del municipio de Cabuyaro la cual arroja un valor de 871 m³/s, se tiene que porcentualmente es muy baja.”.

En otro aparte se lee “las captaciones de este río (Guayuriba) alcanzan una media de 1,8 m³/s sobre un total de la cuenca de 133,4 m³/s, considerándose un valor bajo en magnitud del caudal.”

Sin embargo, el impacto ante la cantidad de agua extraída, al parecer, no produce un impacto bajo como se asegura en los textos. Según Nelson, “Como uno no entiende, entonces uno dice ‘Ah, poquito’, eso mismo pensé yo cuando empecé a conocer eso. Pero resulta que con un metro cúbico por segundo, se abastece a un millón de seres humanos, ¿Cómo será con 14?, ¿Cómo será con dos?”.

Dada su inconformidad, Vivas logró que funcionarios de la EAAB, hicieran presencia en la capital del Meta para dar explicaciones.

— ¿Quién les dio permiso de realizar este proyecto? — Cuestionó el ambientalista.
— El Ministerio de Agricultura.
— ¿Es que ustedes piensan que pueden venir aquí a hacer lo que se les dé la gana? — Preguntó esta vez algo airado.
— Todo es en nombre del desarrollo de Bogotá, del país.
— Bueno, ¿Pero ustedes al menos preguntaron a las comunidades?

«El río después de entregar buena parte de sus aguas al sistema Chuza. La estructura es el canal de desviación y aducción a un tunel que transporta las aguas al embalse de Chuza.»
Foto: La cuenca alta del río Guatiquía en fotos.

Proyecto Chingaza II

Después de esa última pregunta, no hubo respuesta de los funcionarios, pero ya estando el proyecto hecho, no quedó mucho por hacer. No obstante, a Nelson se le avecinaba otra lucha, una quizá más alarmante, pues Bogotá siguió en constante crecimiento y ya no bastaba la abundante cantidad de agua captada por el proyecto Chingaza I, así que se llegó a la conclusión de que era necesario un segundo sistema de captación, surgiendo entonces el ‘proyecto Chingaza II’.

Para este proyecto, la EAAB, pretendía captar agua de 6,9 metros cúbicos por segundo, entre otros afluentes, del río Guájaro y la quebrada Blanca, en San Juanito; quebradas Joaquín y Balcones, en Guasca; quebradas Chorreras y Santa Bárbara, en Junín, y del río Guatiquía en Fómeque.

Y al igual que con Chingaza I, la EAAB no hizo ningún tipo de socialización con las comunidades del área de influencia, que para esta ocasión serían Fómeque, Guasca y Junín, en Cundinamarca, y Acacías, San Martín, Restrepo, Cumaral, El Calvario, San Juanito y Villavicencio, en el Meta. Sin embargo, en 1999, a Vivas le llegó la información de los planes que nuevamente se realizarían en el páramo de Chingaza. En ese momento, él se preguntó “¿Es que acá las autoridades no hacen nada?”.

Ante el evidente silencio de las autoridades ambientales, Vivas decidió empezar a movilizarse por cuenta propia denunciando a través de la radio y en diferentes medios de comunicación, lo que pretendía realizar la EAAB y las consecuencias que traería para los municipios ubicados en el área de influencia del proyecto.

Pero las denuncias no eran suficientes, Vivas necesitaba amplificar su voz con acciones de impacto, es por eso que siendo ya para ese entonces -1999- un reconocido educador y ambientalista, convocó a una marcha por el agua. Cerca de dos mil personas atendieron al llamado, pero solo estudiantes. Los demás solían ignorar la importancia de proteger y conservar el líquido vital del Meta.

A raíz de sus denuncias y movilizaciones, fue nombrado por el entonces gobernador del Meta, Alan Jara, como Gerente Ambiental. La idea no le sonó mucho al principio, pues solía relacionar los cargos públicos con corrupción. Pero tras meditarlo, decidió aceptar para demostrar que se pueden ejercer puestos en la esfera pública de manera limpia y transparente.

Una vez en su cargo, lo primero que hizo fue programar una marcha por el agua para el 19 de septiembre de 1999. El evento se llevó a cabo simultáneamente en cinco puntos del Meta: Granada, San Martín de los Llanos, Acacías, Cumaral y Villavicencio.

El primer debate

Luego de tres años, se dio un debate sobre el proyecto Chingaza II a nivel nacional el 24 octubre del 2001, en el que Nelson participó gracias a la invitación de su amigo, Omar Armando Baquero, que para ese entonces era representante a la Cámara. En plenaria del Congreso, el ambientalista, con efusividad y convicción, habló durante 15 minutos de la problemática y se opuso al plan de captación de agua.

“Omar habló muy pasivamente, pero eso sí, expuso muy bien. Yo si pelié, estaba defendiendo la Ley, un trasvase que no es normativo, nuestro río nace de la cuenca del Orinoco, de hay lo trasladan al río Bogotá y ese va a dar al Magdalena, eso es ilegítimo. Entonces Omar mantenía una posición más bien ‘fajardista’, yo si era bien radical”, relató Vivas.

Una vez bajó del estrado, ‘turuleto’ por el nerviosismo de hablar ante tantos congresistas, le abrazó una mujer afro. Él no sabía quién era pero aceptó el cálido gesto y posteriormente se alejó. Luego, su esposa le preguntó:

— ¿Sabe quién lo abrazó?
— Una negra — Contestó Nelson.
— Pero no cualquier negra, lo abrazó la negra grande de Colombia.

Se trataba de Leonor González Mina, una cantante, actriz y folclorista que para ese entonces era representante a la Cámara y que al ser parte de una minoría étnica históricamente vulnerada, se sintió identificada con el ímpetu del discurso de Vivas defendiendo ese líquido preciado que brota de las cuencas de los llanos orientales.

“¿Cómo va Chingaza?”

Posteriormente, hubo otro debate con respecto al proyecto Chingaza II en el 2008. Esta vez, Nelson decidió asistir por iniciativa propia, dado que para ese momento sentía más confianza para hablar del tema en la plenaria del Congreso. Para llegar al evento, el ambientalista convenció a su amigo, Miguel Angel Galvis, que en ese entonces era representante a la Cámara. En esa ocasión asistieron de funcionarios de las alcaldías de El Calvario, Fómeque, San Juanito, Guasca y Junín. Su segunda oportunidad de exponer su posición frente a la defensa del agua, fue más sustentada, esta vez, la cantidad de personas no representaron dificultad en la fluidez de su discurso. “Ya había aprendido bastante yo, ya volaba. Me la pasaba hablando de eso. Todo el mundo me mamaba gallo en la calle, me decía ‘Qué, ¿Cómo va Chingaza?’. Me volví célebre, el que peleaba por el río Guatiquía, pero no solo por el Guatiquía, por todos los ríos”

Archivado proyecto Chingaza II

A ese mismo debate, asistió el senador Gustavo Petro, quien escuchó atentamente los argumentos de Vivas y cuatro años después, siendo alcalde de Bogotá, archivó el proyecto Chingaza II, ofuscando a sus contradictores y los funcionarios de la EAAB, que veían sus planes extractivistas desmoronarse. La euforia de Nelson y su equipo de trabajo fue evidente, al fin, se veía el fruto de una lucha constante en defensa del agua de los llanos.

Pero la alegría duró poco. En 2015, Enrique Peñalosa fue elegido como alcalde de Bogotá, y desempolvó el proyecto Chingaza II que Petro había archivado durante su mandato. Entonces las disputas y protestas siguieron.

Incluso Vivas, que desde ese entonces hacía parte del partido Verde -ahora conocido como Alianza Verde-, al cual pertenece también la actual alcaldesa de Bogotá, Claudia López, le cuestionó a ella durante una visita a Villavicencio su evidente apoyo hacia Peñalosa, quien se había mostrado a favor del desarrollo del ‘proyecto Chingaza II’. La parlamentaria meditó durante unos instantes y le dijo:

— Mire, Nelson, nosotros arreglamos nuestros problemas allá y ustedes arreglan los suyos acá.
— ¡¿Y es que usted cree que los sistemas ecológicos se manejan por pedacitos?! — Replicó Vivas furibundo.

“Yo estaba furioso, y siendo ella como es, frentera y de gran convicción, esa vez se quedó callada, no me respondió nada, sabía que la había embarrado. Tiempo después volvió y en una rueda de prensa dijo que yo había dicho que nosotros de verdes, no teníamos sino el nombre. Yo nunca dije eso, pero estaba hablando bien de mi, así que nunca la desmentí”, recordó el ambientalista. Y es que para él, entender la lucha por el agua, significa conocer los páramos, estar en una relación continua para el territorio y evidenciar la importancia que los ecosistemas brindan a la vida humana.

Es por eso que lleva años mostrando su oposición a las prácticas extractivistas, la cuales, comenta seguido con su compañero Julián Villa, se replican de la misma manera desde el colonialismo: personas, naciones o empresas poderosas llegan a un territorio con grandes riquezas naturales, se llevan lo que quieran y no reinvierten, por el contrario, dejan problemas ambientales.

La falsa alarma de Chingaza en 2011, quizá no tan falsa

El embalse de Chuza, es una parte del sistema que capta y suministra el agua potable que abastece el 70 de la población de Bogotá. Uno de los ríos que aporta agua a este embalse es el Guatiquía.
Foto: La cuenca alta del río Guatiquía en fotos.

Uno de esos problemas es el generado por el embalse de Chuza, que hace parte del proyecto Chingaza I, y que en el 2011 fue motivo de una falsa alarma que se propagó en Villavicencio, luego de que un mensaje que circuló a través de redes sociales predecía una catástrofe por una avalancha ante el desbordamiento de un río tras el supuesto rompimiento de una represa cercana.

En sí, los falsos rumores detallaban que se habían abierto las compuertas de la represa de Chingaza, con una capacidad máxima de 220.000 millones de metros cúbicos de almacenamiento, lo que llevaría al desbordamiento del río Guatiquía, que pasa por Villavicencio.

Sin embargo, Vivas que había visitado anteriormente la represa, supo desde el principio que el rumor era falso y que las estructuras de 210 metros de alto hechas con greda que rodean esa construcción, no pueden ser tumbadas ni siquiera con dinamita. “Los vecinos decían ‘Si Nelson sale, nos vamos. Si se queda, nos relajamos’”, recordó jocoso.

Pero eso no quiere decir que sean indestructibles, pues el área es altamente sísmica y un terremoto de nueve grados en la escala de richter, podría agrietar y hasta romper por completo las paredes de la represa.

La cordillera oriental, sobre la cual está construida la represa, es aún joven y mantiene en constante ascenso, en ese proceso se encuentran y chocan dos placas tectónicas, acto que genera los temblores que con frecuencia se presentan en esta región. Es decir, la posibilidad de que se presente un terremoto de esa magnitud, existe.

Sin embargo, según Vivas, hasta el momento, no se ha hecho pedagogía con respecto al tema para no crear pánico en las y los villavicenses. Aun así, considera que es necesario que se cree una red de alertas tempranas, sobre todo para las comunidades que habitan al margen derecho del río Guatiquia. Incluso, intervino Julián Villa, es importante que ese riesgo se plantee dentro del Plan de Ordenamiento Territorial de Villavicencio.

Por otro lado, recordando el proyecto de Chingaza I, Vivas comentó que en un sector del páramo, se hicieron excavaciones para introducir unos túneles con el fin de transportar agua hacia una planta de tratamiento Francisco Wiesner en el municipio de La Calera. Esta construcción generó graves daños al suelo del lugar que tarda más de 100 años en su proceso de construcción, reduciendo su capacidad de retención de agua.

El Corredor de Páramos

Pero, con todo y los atropellos que Vivas ha relatado por parte de la EAAB, reconoce un trabajo que se gestó durante el mandato de Petro. “Dirán que si hablo de Gustavo, pero yo solo estoy reconociendo lo que él hizo”. A lo que se refiere Nelson, es que durante la alcaldía del actual jefe de la Colombia Humana, se creó el Corredor de Páramos, una iniciativa que busca recuperar estos ecosistemas altamente deteriorados. Para llevar a cabo el proyecto, se invirtió una suma considerable de dinero y se logró recomponer la grandeza natural de esos sitios. “Es lo único bueno que ha hecho el acueducto de Bogotá”, aseguró.

Actualmente, la Región Administrativa y de Planeación Especial – RAPE, está a cargo del Corredor de los Páramos, garantizando que se continúe con la protección de estas zonas.

Por otro lado, está el proyecto del páramo de Sumapaz, el cual busca captar agua del río Ariari, afectando a los municipios de Granada y San Martín de los Llanos. No obstante, el plan está aún en periodo de prefactibilidad.

Si hay algo que Vivas tiene claro, es que estos planes no deben ejecutarse. Sus luchas, debates y denuncias han servido para entorpecer el desarrollo del proyecto Chingaza II, que estaba proyectado para concluirse en el 2006 pero que actualmente, no se ha podido materializar gracias a la persistencia del ambientalista, que sabe que para evitar que se lleven a cabo estas iniciativas extractivistas, debe generarse una conciliación con la EAAB, pactando compromisos para recuperar los páramos y no seguirlos afectando con las captaciones de agua.

Ya no es una necesidad, es un negocio

Julián Villa, médico zootecnista y ambientalista.

Julián Villa, oriundo de Leticia, capital del Amazonas, pero radicado en el Meta desde hace varios años, es médico zootecnista, hace parte de la Mesa Hídrica del Piedemonte Llanero y fue candidato a la Asamblea por el partido Alianza Verde. Se define como cuidador del agua y la vida, y ha participado en diversos espacios de protección al medio ambiente y oposición a prácticas extractivistas que afectan a los ecosistemas.

Según Villa, en el modelo actual de negocio a nivel nacional, prima el extractivismo y la apropiación de capital. Caso que sucede con la EAAB, la cual, a su concepto, busca ampliar sus puntos de captación de agua, no para satisfacer una necesidad sino para generar utilidades.

“Es un negocio rentable de apropiación de capital y sin distribución equitativa de los beneficios y sin tomar responsabilidad frente a los impactos ambientales”, mencionó Julián.

Villa explicó que Bogotá ya no necesita agua para su demanda local, pues con la que captan con el proyecto Chingaza I, es suficiente para satisfacer la capital del país más 13 municipios de Cundinamarca. La empresa busca captar más agua con el fin de venderla en bloque a más zonas, específicamente del norte del Tolima.

Según Villa, entre más agua logren captar, la EAAB buscará vender el líquido vital a más municipios en otros departamentos.

Pero, lo que más preocupa a Julián, es la forma en la que la empresa brinda sus servicios. Según él, la EAAB, vende el agua de manera irresponsable, pues este líquido necesita un tratamiento final antes de devolverlas a su sistema natural y el acueducto no cuenta con plantas de tratamiento adecuadas. Ni siquiera para los municipios de la sabana ha tenido la iniciativa de crear sus plantas de tratamiento de aguas residuales.

Afecciones de la urbanización de la Sabana

“Los únicos beneficiados con esto son los especuladores urbanísticos de la sabana de Bogotá, una elite de constructores a nivel nacional, porque los suelos de la sabana están muy valorizados y apetecidos. Ellos especulan con esas tierras y desarrollan proyectos pero de manera irresponsable porque no tienen resuelto lo que la ley exige, que es la oferta de agua pero con su tratamiento final, esa disponibilidad la brinda de la empresa de acueducto pero ninguno está cumpliendo”, comentó Villa.

Según la Red de Desarrollo Sostenible, estas empresas constructoras aspiran a urbanizar el borde norte de Bogotá y “aprovechan el desorden para preparar el futuro terreno de expansión urbana sobre las ricas tierras agrícolas de la región, junto con los entes territoriales y las administraciones municipales. Para ello, desde el Ministerio de Vivienda, la Gobernación de Cundinamarca y la CAR se financió el Levantamiento Detallado de Suelos (Escala 1:10.000) de la parte plana de 14 municipios de la Sabana en 2010-2011, para el momento de la revisión de los POT.”

Esta problemática tiene gran impacto ambiental no solo sobre los ecosistemas aledaños sino sobre el recurso hídrico. Según Villa, la Sabana de Bogotá se surte del agua de la Orinoquia a partir del trasvase de aguas del río Guatiquía, Guayuriba y Humea entre otros. Ahora, con el proyecto Región Metropolitana Bogotá – Cundinamarca, se pretende sacar más agua para poder hacer crecer más sus ciudades e infraestructura sin haber pagado los pasivos ambientales ya generados mediante la privatización de este líquido reduciendo la capacidad productiva de la Orinoquia y alimentando los ya existentes conflictos por el acceso a este recurso que vive la región.

Mucha agua, nula seguridad alimentaria

Es decir, la EAAB, al parecer, pretende captar más agua para que los urbanizadores puedan edificar viviendas en la Sabana de Bogotá sobre suelos de protección. No obstante, la Procuraduría emitió una directriz que señala que los suelos con calidad agrológica en nivel 2 y 3, deben ser protegidos. “Esos suelos con vocación agrícola son para garantizar la seguridad alimentaria”, explicó Julián.

De hecho, un informe de la Universidad de La Sabana mostró el efecto negativo del mal uso del suelo, en el documento se asegura que en esa zona de la capital del país existe una ‘‘pésima distribución y utilización de los suelos’’, a pesar de que Cajicá, Chía, Cogua, Cota, Gachancipá, Nemocón, Sopó, Tabio, Tenjo, Tocancipá y Zipaquirá son los municipios más ricos de Cundinamarca, al generar el 28% de todo el Producto Interno Bruto del departamento.

Sin embargo, de esas tierras que tradicionalmente son todo un potencial agrícola ya queda poco. Según el informe, los suelos de estos terrenos se han ido perdiendo en las últimas décadas bajo el cemento de la urbanización, la ganadería y los malos usos como la deforestación. En datos, se señala que del total de las 99.553 hectáreas que cubren los 11 municipios de la Sabana, un 63% -63.171 hectáreas- están construidas o subutilizadas.

Es por eso que, el ambientalista señaló que Bogotá necesita de cáracter urgente, una política de poblamiento, pues actualmente es una ciudad ambientalmente inviable que no cuenta con las condiciones medioambientales para albergar a sus cerca de 7,5 millones de habitantes.

Es por eso que, en medio de un contexto de crisis climática y ambiental, Julián afirmó que es necesario establecer discusiones frente a estas problemáticas, pues los conflictos por el agua son latentes. “Se necesitan crear espacios de concertación y promover una planeación estratégica de urbanismo para ser más coherentes con la ocupación del territorio y la oferta de recursos naturales”, aseguró.

En cuanto a Chingaza I, el ambientalista exigió una evaluación del proyecto pues “no se asumirá que ya está y se va a dejar así, hay que evaluarlo y ver qué utilidades ha producido. La EAAB reporta 500 mil millones de pesos de utilidad al año y solo paga 600 mil millones por el uso del agua en el territorio. Y por supuesto, también hay que cerrar la puerta a los demás proyectos de expansión y extractivismo”

Por último, Julián extendió una invitación a la ciudadanía para que se haga partícipe de la resistencia a este proyecto y que también solicite información a las entidades interventoras, dado que es necesario que las comunidades, en este contexto de crisis climática global, se apropien de sus territorios y protejan sus recursos naturales.

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