Por: MARIO A. BERMUDEZ*
A Rainer Rilke, a mi familia Boicot.
Aun después del dolor se escribe con molestias; vuelve uno a recuperar la comprensión del día que pasa.
El dolor y el aprecio por él contesta esas turbias preguntas que nos hace encaminar con celosa intensión la vida al arte.
Estoy convencido de entregar cada gota de sudor al poema angustiado, cada lágrima libre por una cadena que se alarga que somete al artista; nadie es libre.
Complejo como todo, el horizonte completa el deseo de quemarse voluntariamente por un verso para al menos dar unos instantes de luz por gusto propio.
Indagar en el significado de las cosas; nunca soñar por soñar, solo redimirse en los sentidos, sentidos de búsqueda constante.
El artista establece los criterios de una locura improgramable que aparece inevitable en el mundo por esos misterios igual de la existencia.
Nada nos es ajeno, todo llega como un camino de domino irregular que alguien empuja para que todas las piezas que son la carne viva del mundo caigan; el arte es el empujón, el arte es el impulso, el arte es ver como rápidamente de una manera hasta frenética cambian las cosas y se establece una idea tras otra en la caída irremediable del artista.
El arte que puede crear el artista es amor; la sangre que fue utilizada; las tripas que se revolvieron una y otra vez por problemas de gestación; los dolores de cabeza, migraña negra que desvirtuaría los colores y los hace renacer con cada provocador gesto.
Los cientos de pelos caídos, la una que otra cana que surgió, el grito desesperado en silencio y el tic-tac inevitable de una tumba que lo llama; ¡Esos son los pliegues en que se plasmó lo que la obra quiso!; ¡Esos son los lienzos en que el artista amo!
La calma termina siendo una terminal de pasajeros suspiros que no vuelven a ser cada vez que se les suelta.
Justamente y sin reprocharse tus acciones belígeramente encontrarán con sensatez el arte que despiden más complicaciones. En el cansancio, en lo desorbitante que puede llegar a ser, ser es la sustancia que recreamos, no hullas; que dejar de pensarse es imposible y la tormenta aun no cesa para la creación a partir de ser uno en varios recreando el universo de hasta especulaciones ociosas.
Acallarán las voces y resurgirá una que se alimentará de ti, se alzará y retumbará los muros de la prisión que construimos y encerrados por gusto luego reprocharemos.
Confié de nuevo en la gente, en el devenir de las cosas, las circunstancias más inverosímiles y caminé sus posibilidades que con el tiempo serán duras razones como piedra que la ternura embalsamará junto a tus menesteres y serás parte natural de lo que debería señalarse como armonioso.
Contrario a todo, el arte no será visto como abortos impensables por que vivirán en la fresca brisa de la mañana cuando te roza la imaginación y sus alas se extenderán por el universo explotando de fascinación.
El artista cortó hace tiempo los lazos con su humanidad, es cierto; desde que nació en el agite insoportable del deseo, el arte será pues esa mano extendida a la que nos vemos caer al abismo de sí mismos. La reconciliación con la belleza natural siempre resurgirá de si el errar, porque siempre cae lo que se sostiene, es la carne íntegra de los amantes al gestarse de por sí el dulce sentido de la duda; no tema, el arte cegó las miradas de patíbulo y gritara la ley natural que une al poeta, al pensador, al artista y es vivirlo todo, hasta lo más insignificante; cada paso será un estremecimiento y allí danzará la felicidad del trabajo que se extiende por toda la existencia y no va haber satisfacción del deber cumplido.
Después vendrá con más aseveración el anhelo de decir lo que no estaba escrito, de hacer lo que no se ha hecho, de no menos superar el tiempo que reescribe el momento circular de los misterios de la existencia después de todo. El artista por consiguiente estima el grado de su altivez y desde allí muere controlado por las carencias que anheló y el fruto de una victoria insulsa.
De por sí el artista crea una alianza con su parpadeante vida con la historia y solo quedará una voz lejana en el desierto que veremos cómo espejismos de verdad en un deambular eterno entre las virtudes y las desgracias, entre los saberes y la desazón de vivir, entre la larga y venenosa tristeza y la corta y significativa alegría del momento; alimento del artista, un moribundo más dentro de razones virtuales de juicios ajenos, de desconocidos contrarios.
Solo queda enaltecer lo inútil de tu trabajo como artista[1] y quemarse siendo la luz que se apaga rápidamente de metáforas de piel viva, de verbos como latidos necesitados, hipérboles de acciones vitales y necesarias.
Luego no se sabrá que seguirá del siguiente paso y como viví una vez en un viaje largo en bicicleta: es difícil comenzar a irse, es muy rápido volver; así que solo quedara la pesadez del siguiente día y la leve sonrisa de una existencia importante por tachar, donde quedará la vida dando su pelea eterna con la muerte, allí en esa mitad que se crea, retoza el arte, allí donde se encuba la gracia de ver una vida sin haber nacido, de ver el último suspiro del vivo enamorado antes de partir, o simplemente el sujeto que corre en círculos.
*MARIO ALBERTO BERMUDEZ GOMEZ, Poeta, estudiante, vividor.
[1] Leer el manifiesto de la utilidad de lo inútil de Nuccio Ordine. Texto introductorio.