“Cuando la tiranía es ley, la revolución es orden”, dice una canción de Calle 13 que se ha convertido en el himno de las luchas recientes en América Latina. Hoy Colombia se enfrenta a un posible estado de conmoción interior, ya que el gobierno de Iván Duque pese a toda la sangre derramada producto de la represión y ataque directo a la ciudadanía en el marco del Paro Nacional Indefinido, desea imponer aún más sus decisiones acercándonos peligrosamente a una dictadura donde pueda mover a su antojo cómo informan los medios de comunicación, quiénes nos mandatan, cómo hacer uso de la fuerza pública, entre otras posibilidades que le da la Constitución y la Ley.

Van ocho días de Paro Nacional y el pueblo colombiano sigue resistiendo en las calles, múltiples son los atropellos, arbitrariedades y desproporcionalidad suscitada por la fuerza pública. Según el comunicado de la ONG Temblores –a corte de 5 de mayo– van 1.708 casos de violencia por parte de la fuerza pública, en donde se identifican: 222 víctimas de violencia física, 37 víctimas de violencia homicida, 831 detenciones arbitrarias, 312 intervenciones violentas en el marco de protestas pacíficas, 22 víctimas de agresiones oculares, 110 casos de disparos con arma de fuego y 10 víctimas de violencia sexual.

Pero mientras las y los colombianos se manifiestan en contra de las enormes desigualdades y violencia que perpetra el Gobierno Nacional, este parece estar desconectado de las realidades del país, un gobierno obnubilado ante el clamor de las y los jóvenes –no es menor que entre estas/os la percepción desfavorable de Iván Duque ascienda a un 74 %–. El deplorable diagnóstico del gobierno ante la situación del país evidencia que el diálogo con la ciudadanía y los sectores que han convocado a paro indefinido, no es su prioridad.

Además, algunos/as administradores locales han brillado por su desproporcionalidad, su llamado a la militarización, a la persecución, al abuso policial y militar, casos como el del alcalde de Pereira, Carlos Maya, que ha convocado a los gremios de la ciudad y a miembros de la seguridad privada para hacer un “frente común junto a la Policía y el Ejército”, para –según él–, “recuperar el orden en la seguridad ciudadana”. Asimismo, el alcalde de Acacías, Eduardo Cortés, después de los hechos ocurridos en el edificio de la Alcaldía la noche del pasado domingo, señaló que los organizadores de estos hechos debían pagar con su vida, una clara amenaza para las y los protestantes.

El pueblo sigue en las calles en Paro Nacional Indefinido y cada vez el pliego de peticiones crece: no a la reforma tributaria, no a la reforma a la salud, no a la reforma pensional, no a la fumigación aérea con glifosato, sí al desmonte del ESMAD, sí al cumplimiento del Acuerdo de Paz, la resistencia incesante de los y las protestantes sobrevive a un gobierno cuyo legado será la masacre del pueblo colombiano. Masacres que han despertado la solidaridad internacional, inclusive desde el civeractivismo vemos cómo grupos de k-popers a nivel mundial están comprometidos en tumbar tendencias que busquen justificar la violencia que están viviendo las y los marchantes; o inclusive que interviniera Anonymous.
Pero en medio de tantas violaciones de derechos humanos hay un pueblo que resiste, que arenga, que se ha tomado todos los días las calles, que saca fuerzas para sobrevivir a la llegada de la noche, y en el día con el corazón en la mano despide a sus muertos, toma las banderas y sale a protestar. Pero también, quienes no han podido salir, sacan sus banderas, sus carteles, hacen ciberactivismo y rechazan las decisiones nefastas que ha intentado imponer el actual gobierno.

Colombia resiste y en medio de las jornadas de paro nacional vemos cómo cada vez son más los policías y militares que aduciendo a su derecho de objeción de conciencia se niegan a levantar las armas contra su propio pueblo, porque comprenden que con todas las necesidades que tienen, con una formación a partir del maltrato y la violencia, con el deber de cumplir órdenes sin poderse cuestionar si en realidad eso beneficia a las y los colombianos o a unos pocos, la lucha que adelanta hoy el pueblo colombiano nos beneficia a todos y todas.

Vemos a una ciudadanía que cada vez se pregunta más: ¿Quién dio la orden?, que señala y maldice en medio del dolor a la fuerza pública por cada acto de brutalidad o asesinato que comenten, pero que también saben que por encima de ellos hay unos políticos que enfrentan al pueblo contra el pueblo para su beneficio personal, para beneficiar a sus amigos banqueros, mineros, petroleros, narcotraficantes, entre otras.

Resaltamos que cada vez hay más medios de comunicación y periodistas comprometidos con la democracia, que no satanizan la protesta, sino que están informando y evidenciando realmente qué sucede en el país y haciendo un proceso de contrainformación ante los medios hegemónicos que solo son un aparato ideológico de quienes ostentan el poder.
Vemos a unos jóvenes que son el corazón de la resistencia, que sin desayuno, almuerzo o comida siguen en las calles.

A todas y todos nuestra admiración y el compromiso de continuar visibilizando las jornadas de paro nacional indefinido.

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