Con trece años de treinta en un proceso constante por la lucha y la reivindicación de los derechos de la mujer, Alejandra Mayorga tiene una idea clara de lo que quiere lograr en Villavicencio, ciudad que la vio crecer, formarse y convertirse en una lideresa y referente de movimientos feministas.
Con su infancia dividida entre la puerta del Llano y la sucursal del cielo; Cali y Villavicencio, Alejandra creció en un entorno principalmente masculino. El ser la única mujer en medio de sus tres hermanos le ayudó, de manera inconsciente, a reivindicar algunos idearios y comportamientos que no encajaban con el estereotipo de género de las niñas en su momento, como lo fue empezar a practicar deportes como fútbol, buscar en la lectura y la música un fomento para el desarrollo de un pensamiento crítico que le permitiese cuestionarse sobre los actuares de la sociedad, cómo influía el rol de la mujer en estos y viceversa.
Cuenta que en su adolescencia nació, junto con sus amigos, el interés por el trabajo comunitario y a los diecisiete años empezó a ejecutar trabajos en los barrios. Allí conoció diferentes enfoques que la llevaron a estar en múltiples posiciones de lucha en defensa de los Derechos Humanos, de la vida digna. “Creo que desde allí es donde realmente hay que construir el cambio y conocer las realidades de las comunidades”. En ese trasegar conociendo esas realidades, tuvo la oportunidad de encontrarse con mujeres lideresas que llevan distintos procesos de liderazgo para buscar el beneficio colectivo, mientras vivían en una constante lucha por resistir y sobrevivir a las violencias causadas, por lo que ella considera, un estado que profundiza las desigualdades. Fue allí donde Alejandra encontró su enfoque y deseo de ayudar a esas mujeres a potencializar esas acciones, interesándose por ellas como sujetos políticos, buscando ayudar de una u otra manera a disminuir las brechas de desigualdad para que así, con menos trabas y una perspectiva más amplia, puedan desarrollarse como ciudadanas.
Durante varios años, Alejandra Mayorga ha sido referente en distintos espacios por su característico liderazgo y su constancia al momento de apoyar procesos que aporten a cambios importantes en la ciudad. Desde acompañamiento a las luchas y movimientos sociales de la ciudad, como sus trabajos y aportes para la Veeduría de Mujeres Libres de Violencia y el Observatorio Popular de Género.
Cree en los colectivos que reivindican cualquier lucha, en su importancia y la vitalidad de confluir en ellos para, de manera más estructurada, ir entendiendo que el tema de equidad debe dejar de ser algo de segundo plano y pasar a ser prioridad, junto a la transversalización de este con la defensa del territorio, búsqueda de la paz, del trabajo y una vivienda digna. “Por la falta de discusiones internas en algunas organizaciones, vi la necesidad junto a varias compañeras, de arriesgarnos a hacer nuestro enfoque desde la disputa de ciudad y de la ciudad que queremos con enfoque de género”. A partir de este salto de fe en compañía de mujeres empoderadas y después de un ejercicio de formación, discusión y análisis con distintas organizaciones de mujeres, sobre cómo estaba la ciudad para ellas, como lo fue la Mesa Amplia de Género, se crea la Veeduría de Mujeres Libres de Violencia.
Desde la Veeduría se han logrado adelantar distintos procesos, y de forma paralela, se creó el Observatorio Popular de Género – OPG. En este último se adelantan trabajos que logren evidenciar desde la observación popular, guiados por la rigurosidad que debe tener la investigación, elementos que permitan recoger información relevante y que permita generar unos lineamientos para buscar suplir algunas soluciones que solicitan las comunidades.
Hace un análisis sobre si hay o no políticas de prevención de violencias contra la mujer. “Hasta ahora ningún mandatario ha entendido que esto es con prevención. Se hacen lecturas políticas que más que de fondo, son de inmediatez. Como consecuencia, en mi concepto, como lideresa que está inmersa en estas discusiones de ciudad, veo la falencia de la prevención como un eje articulador del cambio”. Aunque afirma que ya se empiezan a ver poco a poco algunos avances, hay duda en su voz, pues el tema de las violencias que trascienden en el cuerpo de la mujer y el impacto que causan, es todavía un tema de los últimos a tratar en la disputa de ciudad que se quiere. Sin embargo, exalta y aplaude el gran trabajo de las organizaciones de mujeres en la ciudad, su constancia, independiente del gobernante de turno, porque trabajan con o sin recursos -en la mayoría sin recursos, dice- pero intentando suplir las falencias institucionales para generar conciencia ciudadana, pues de allí parte todo.
Su sueño de ciudad, es una Villavicencio con planificación territorial que pueda garantizar la seguridad de las mujeres y que desaparezcan esas barreras que tienen en la cotidianidad, pues considera que cuando no se planifica una ciudad con enfoque de género, lo que se hace es perpetuar la violencia hacia las mujeres y hacerles más difícil su día a día. Anhela ver un territorio que pueda reconocer la doble carga laboral que históricamente han tenido las mujeres, una que es el ámbito laboral remunerado y la otra que se invisibiliza, como lo es el trabajo del cuidado. Su voz se torna cálida, reflexiva y sin dudar ni una sílaba, cuando cuenta que espera se puedan construir territorios en los que ninguna niña o niño, vivan las desigualdades que muchas generaciones han pasado, y que no se sumerjan en la naturalización de las violencias. “Siento que debemos empezar a ver el tema de género desde todas sus perspectivas y desde eso la población diversa, trabajando con la comunidad LGBTI, queremos una ciudad con más respeto hacia la diversidad, con más deliberaciones, con más importancia a esos sectores que siempre han estado marginados y que solo se tienen en cuenta para legalizar algunos requisitos de los gobernantes o planes de desarrollo. Que eso trascienda más allá del papel para que se les den garantías a los ciudadanos y ciudadanas para que realmente sean sujetos de derecho”.
Además de esto, vienen haciendo junto a la Red Departamental de Veedurías de Mujeres en articulación con varios municipios del Meta para poder unificar y ejecutar acciones que contribuyan al cambio de las mujeres. Por último espera terminar una de las carreras que postergó y que desea concluir, como lo es sociología.
De caminar firme y voz profunda, Alejandra seguramente seguirá liderando procesos y abriéndose camino para poder dar a Villavicencio y al departamento un panorama más claro frente a las situaciones de desigualdad que día a día enfrentan las mujeres, aportando a estas y las nuevas generaciones a ser participativas en temas de género, ciudad, territorio y paz.