Guayabero: el miedo entre ráfagas de fusil

-Mi esposo me dijo que habían retenido a unos muchachos y yo pensé en Diego, en que él tal vez podía estar ahí y yo le dije, me voy, pero él no quería que yo saliera, yo estaba muy enferma-

-Diego es tu hijo ¿cierto? Y entonces ¿te quedaste esperando?-

-No, a mí me dijeron que un amigo de mi hijo estaba allá, y yo los había ido irse juntos, así que, aunque yo tenía los dolores del paludismo, yo salí, yo no pensaba, sólo imaginaba que en esa balacera tan fea habían matado a mi hijo-

-Sumercé entonces estuvo con las mujeres que fueron a rescatar a los jóvenes-

-Pero no nos dejaron pasar, nos empezaron a tirar una mano de esos gases lacrimógenos, y no sabíamos nada de ellos, ese día fue horrible. Cuando mi muchachito salió estaba verde-

Aún estoy reconstruyendo a partir de los relatos lo que ocurrió ese 08 de agosto, en el que resultó un campesino y tres soldados heridos en confusas circunstancias. Según la información oficial del Ejército Nacional, el joven había resultado herido en medio del cruce de disparos entre la fuerza pública con las disidencias de las FARC que operan el territorio. Sin embargo, la historia que cuenta la comunidad es diferente.

Desde hace 101 días los campesinos de las veredas que componen el Guayabero vienen oponiéndose a la erradicación forzada de cultivos de coca, ya que exigen que el proceso sea voluntario y les ofrezcan garantías de subsistencia. Decisión que incluso en otro departamento, respaldó en segunda instancia el Tribunal Contencioso Administrativo del Cauca, quien ordenó a la Agencia de Renovación de Tierras y al Ejército Nacional priorizar la sustitución voluntaria “cada vez que se vaya a adelantar procesos de erradicación forzosa deberá realizar procesos de información, persuasión y participación de las comunidades campesinas de los municipios Caloto, Cajibío y Piamonte”, ya que a partir de lo pactado en el punto 4 de los acuerdos de paz, existe una jerarquía para proceder, que prioriza la concertación, por ende les ordenaron suspender de manera inmediata dichos operativos.

A partir de la resistencia frente al proceso de erradicación que se adelanta en el Guayabero, la comunidad viene cuidando los “tajos” de coca en varios puntos de veredas como Nueva Colombia y La Reforma. Al ser cultivos que no exceden más de cinco hectáreas, se distribuyen en diversos grupos, ya que se desconoce en qué punto llegarán las tropas a erradicar los cultivos que describen son los que “nos dan la comidita”. Por ello, ese 08 de agosto, había doce jóvenes haciendo su jornada de guardia en el tajo asignado, cuando sonó una fuerte detonación en las inmediaciones que intentan no visitar, ya que hace varios meses fueron notificados que no pueden salirse de los caminos, porque pueden caer en una mina puesta por las disidencias de las FARC, quienes abiertamente, a través incluso de un comunicado, se han atribuido los enfrentamientos que se han presentado con el Ejército Nacional en la zona.

La comunidad ha ido acumulando la evidencia del terror que vivieron durante ese día, imaginando si vivirían o no sus amigos, familiares, hijos. Foto: Edilson Ariza #ElCuartoMosquetero
Foto: Edilson Ariza #ElCuartoMosquetero
Foto: Edilson Ariza #ElCuartoMosquetero

Un mal lugar para haber sido asignados, ya que inmediatamente empezaron los disparos.

-Eso tiraban bala a lo loco, nosotros no tuvimos tiempo ni de correr, nos tiramos al piso-

Ya antes había preguntado a uno de los jóvenes cómo se habían resguardado al cruce de disparos de las disidencias y el Ejército, pero éste manifestó que ese día no hubo enfrentamientos. Soldados cayeron en las minas puestas por ellos, y al estar tan cerca del lugar, resultaron en medio de un cruce de disparos entre dos grupos de soldados, quienes en determinado momento lograron comunicarse y saber que se estaban atacando entre ellos mismos. De ahí empezó la tortura para los jóvenes, quienes fueron golpeados y humillados según aseguran.

-Nos decían no me mire o le meto este fusil por… bueno, no es por ser vulgar, pero que no lo iban a meter por donde ya sabemos-

Hablé con cuatro de los campesinos que estuvieron allí, ninguno fue capaz de decir que los amenazaron con meterle el fusil por el culo, porque quien los entrevistaba era una mujer, y les daba pena decir malas palabras. También les costó un poco aceptar que tuvieron tanto miedo que pensaron que allí los matarían. Siempre me tocó preguntarles ¿Sentiste que allí ibas a morir?

-Jum, sí, yo dije ya aquí fue mi final. Es que a ratos nos pegaban y en otro momento hasta nos leyeron los derechos-

-Ellos nos robaron dos radios, y ahí escuchaban que llamábamos a los derechos humanos, y a todo el mundo y por eso nos soltaron-

El caso fue que, tras ser liberados, mostraban evidentes signos de tortura. Tenían marcas de golpes especialmente en su estómago, como lo evidencian los videos que circularon durante todo el día por redes sociales, especialmente de Voces del Guayabero, medio comunitario que informa al mundo lo que sucede en su territorio.

Al final la comunidad asegura que no hubo combates ese día, que ella fue la lesionada por parte del Ejército a partir de la detonación, siguen pagando los platos rotos por una guerra que no les pertenece. Mientras tanto, Edilson reflexiona -Nosotros (reporteros y comunidad) estábamos como locos yendo a mirar dónde fue la explosión ¿Qué tal que nos hubiéramos encontrando una mina? -.

«Nosotros sabemos que aquí estamos campesinos contra campesinos» reflexionaba un habitante de Nueva Colombia. Foto: Edilson Ariza #ElCuartoMosquetero.

Yo por mi parte, además de pensar en el miedo que tuvo la comunidad entre tanta ráfaga de fusil, como lo evidencian las fotos de las balas que han ido acumulando con el transcurrir de los días, pienso también en esos retazos de uniformes donde quedaron colombianos mutilados.

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