En el complejo de humedales del Alto Río Cauca, las manos de tres mujeres graban en la Crescentia o Totumo el legado de sus ancestros; este árbol crece de manera silvestre, su tasa de crecimiento es de media rápida y se encuentra distribuido geográficamente por toda América tropical, especialmente en zonas húmedas. Tiene una función ornamental donde las comunidades han encontrado desde épocas remotas utilidades en sus frutos, de los cuales elaboran utensilios para la vida cotidiana como cucharas, joyeros y macetas. Carmenza Betancourt cuenta lo siguiente:
«Yo no sabía que sabía hasta hace aproximadamente dos años que decidí recuperar un legado que dejó mi papá, mi tío y mi hermano; ellos no me enseñaron, observándolos, aprendí y mucho tiempo después busque un totumo, lo intente y me di cuenta de que yo también podía hacerlo»
En esta búsqueda y descubrimiento se sumó Elena y Sonia, con ellas ha caminado estos años por los senderos de una apuesta que dignifica a su comunidad y a su vez, significa una alternativa bioamigable para mitigar el uso del plástico y su impacto en el complejo de humedales. Junto con su hijo, Carmenza empezó a elaborar herramientas con elementos que tenían en casa y desde entonces, el arte que dormía en sus manos despertó para dar a luz una de las prácticas y oficios de sus antepasados, entre muchos otros igual de importantes en el entramado cultural de la comunidad Anfibia de la Laguna de Sonso.
Para seleccionar el fruto, Carmenza, Elena y Sonia emprenden una travesía unas veces por las márgenes del río Cauca y otras veces rompen el caudal en una canoa río arriba o río abajo para encontrar la baya adecuada; una vez en casa, la materia prima pasa por un proceso de selección, limpieza (sacan la pulpa del interior) y secado hasta su transformación en arte, las manos de las mujeres imprimen en el totumo líneas que se bifurcan y que parecen imitar el trayecto del cuerpo de agua en el cual han erigido sus vidas.
Tazas, platos, cantimploras, cucharas, zuzungas y cuchareros complementan y enriquecen la oferta de las cocineras tradicionales de la comunidad, sus productos han alcanzado un mercado internacional, logrando contribuir también a la economía de la comunidad. Este grupo de mujeres tienen como meta sembrar para mantener el equilibrio ecosistémico y a su vez, generar su propia materia prima.Las manos de las mujeres hacen arte y se niegan a condenar al olvido una de las últimas comunidades pesqueras del alto río Cauca.
Por: Daniela Gómez