Todas y todos conocemos la historia que se desprende del 8 de marzo. Si este no es tu caso, aquí te cuento el hecho histórico que desencadenó la lucha que aún hoy sigue vigente: la de los derechos de las mujeres (en este caso en el contexto laboral).
Nos ubicamos en la línea de tiempo de nuestra gran historia de la humanidad en el año 1909, en Nueva York. Se comenzaban a gestar movimientos y discursos en pro de los derechos laborales de quienes trabajaban en las fábricas de esta ciudad. Hombres, en su mayoría, participaban de las movilizaciones cuyo propósito era que se implementaran condiciones dignas en sus trabajos. A su vez, las mujeres se organizaban en diferentes manifestaciones y reclamaban condiciones dignas de trabajo e igualdad salarial.
Años después, en 1911, las mujeres de la fábrica Triangle Shirtwaist alzaron la voz para reclamar por sus derechos laborales. Estas mujeres habían participado en las diferentes manifestaciones que exigían condiciones laborales dignas, pero a los jefes de dicha fábrica no les gustó la “revolución” que desencadenaban sus trabajadoras, así que decidieron encerrarlas dentro de la fábrica. El fuego comenzó a arder, las versiones de esta historia varían sus causas: una colilla mal apagada, el fuego provocado por los dueños, entre otras; no obstante, debido a la imposibilidad de salir de la instalación murieron aproximadamente 146 trabajadoras. Este hecho marca la reivindicación de los derechos principalmente: 1) de las mujeres y, 2) en el contexto laboral.
Esto es solo un preámbulo de lo que sería el camino de la lucho por nuestros derechos.
Esta conmemoración es por ellas, quienes dieron su vida (involuntariamente) por una lucha que compete a todas; y por nosotras, quienes seguimos resistiendo y abogando por un mundo más justo para todas y todos.
Este año alcanzamos grandes victorias: en Colombia se despenalizó el aborto hasta la semana 24, y esto lo celebramos con mucha alegría. Este fallo, el cual ampara la Sentencia C-055 de 2022, refleja que los esfuerzos no han sido en vano y nos reconoce a nosotras como dueñas de nuestro propio cuerpo: que se garantice el derecho a nuestra libertad, a nuestras decisiones, y nuestra autonomía.
Sin embargo, el camino es largo, y seguimos haciéndonos espacio en donde antes no lo era posible. Aún enfrentamos muchas violencias que se dan en razón a nuestro sexo -y género-, y queremos que esto cambie.
Queremos vivir sin miedo.
Queremos transitar el espacio público sin que esto se convierta en acto de valentía. Dejar de preocuparnos en el cómo vestir, dónde caminar, a qué hora, qué transporte usar y en quién confiar.
Queremos dejar de estar oprimidas por el sistema patriarcal, y dejar de ser quienes se encargan únicamente de las labores del hogar y cuidado. Necesitamos reconocer que tanto hombre, mujeres, y todas las personas somos capaces de realizar las mismas actividades. Y que la cocina puede ser para hombres. Y que los altos cargos para mujeres. Erradiquemos esas prácticas e imaginarios que nos conllevan a reproducir estereotipos de género, que lo único que hacen es subyugarnos y hacernos presa de la dominación machista.
Queremos que nuestros sueños no se vean nublados por los celos o intenciones oscuras de nuestras parejas, padres, tíos, abuelos, amigos, conocidos y desconocidos. Nuestro cuerpo no es invitación para ser sexualizadas, ni tocadas, ni opinadas.
Queremos que nuestra voz se escuche, y no sea mermada por la intermediación de un macho. No más mansplaining, ni infantilización hacia nosotras. Somos conocedoras de este mundo, y nuestra palabra también tiene fuerza.
Finalmente, queremos ser libres, autónomas, independientes, y, sobre todo: ser reconocidas como HUMANAS.
Todas hemos sido valientes y guerreras. Y nos merecemos este y todos los días para conmemorar nuestra lucha.
¡La lucha feminista continúa!