Alba creó la Fundación Sergio Urrego, un año después del suicidio de su hijo en 2014, quien a sus 16 años decidió quitarse la vida debido a la persecución y discriminación que sufrió por parte de las directivas de su colegio.
El dolor más grande para una madre lo vivió Alba Reyes cuando perdió a su hijo de 16 años el 4 de agosto del 2014, se llamaba Sergio Urrego, un joven que decidió suicidarse al sufrir persecución y discriminación por su orientación sexual por parte de las directivas del colegio Gimnasio Castillo Campestre. Desde entonces, Alba empezó un intrincado proceso judicial y una ardua lucha en pro de la población LGBTI.
En el camino, no solo se preocupó por lograr justicia en el caso de su hijo, sino que creó la Fundación Sergio Urrego, una organización social a través de la cual trabaja por la prevención de la discriminación y el suicidio. También se convirtió en activista por los derechos de las niñas, niños y jóvenes, trabajando con constancia por la salud mental en territorios rurales y urbanos de Colombia. Ese cúmulo de experiencias la ha llevado a posicionarse como un referente por la lucha de la igualdad en Latinoamérica y el mundo, siendo reconocida por USAID como Embajadora por la Reconciliación y por Human Rights Campaign como Innovadora Social Global. Así llegó a recorrer más de 23 municipios y varias instituciones educativas con jornadas pedagógicas sobre temas de diversidad y orientación sexual.
¿Quién era Sergio Urrego?
Sergio era un chico muy intelectual, desde los 5 años empezó a escuchar ópera y además se interesó por leer adquiriendo un gusto férreo por la literatura y la poesía. Siempre ocupó el primer lugar entre los de su clase y obtuvo el décimo puesto de 1 a mil en el ICFES a nivel nacional. A sus 14 años se declaró anarquista, ateo y gay, “tres etiquetas que esta sociedad no perdona tan fácilmente y no perdona porque siempre hablamos, y hablamos desde la ignorancia, hablamos desde el prejuicio, hablamos desde el señalamiento”, le comentó Alba a El Cuarto Mosquetero. A pesar de lo difícil que resulta vivir en un contexto carente de tolerancia hacia las personas diversas, Sergio tenía trazado un proyecto de vida, incluso lo había plasmado en papel pocos días antes de haber tomado la decisión fatal.
A sus 16 años, Sergio se enamoró de un compañero de clase. Un beso entre ellos desató la persecución y discriminación por parte de las directivas del colegio Gimnasio Castillo Campestre que llevaría a que el joven decidiera terminar con su vida. En su momento, el caso conmocionó al país y sentó un precedente sobre la necesidad de implementar espacios con aceptación y tolerancia hacia las personas diversas en los manuales de convivencia de las instituciones educativas en el país.
En medio del infierno que representaba para su hijo lo que sucedía en el colegio, Alba siempre lo apoyó. Pero la presión fue insoportable, no solo para Sergio, sino también para su mamá, a quien las directivas del colegio le interpusieron una demanda ante la Comisaría Décima de Engativá y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) por aparente abandono de hogar de la cual fue notificada el 25 de julio del 2014. La denuncia se basó en que ella vivía en Cali mientras que Sergio residía en Bogotá con su abuela. “Al ver que yo apoyé a mi hijo, se fueron en contra mía”, recordó ella.
El 4 de agosto del 2014 Alba viajó a Cali por asuntos laborales. Al regresar a Bogotá no encontró a Sergio en el apartamento. Después de buscarlo insistentemente, recibió una llamada de la Clínica Shaio donde le informaron que su hijo se encontraba en estado crítico, pues se había lanzado de la terraza del centro comercial Titán. Al día siguiente falleció.
En la carta que dejó el joven en la mesita de noche de su mamá antes de suicidarse, explicaba que el detonante de su decisión fue que aunque su relación era consentida, recibió una denuncia por acoso sexual. No podía soportar que tal acusación manchara sus 16 años de vida. “Esta carta se ha escrito con el fin de esclarecer ciertos datos acerca de la denuncia de acoso sexual que han puesto los padres de mi expareja. Lo hago de manera escrita debido al suicidio que he cometido y porque no quiero que los 16 años de vida que tuve se hallen con una oscura mancha llena de mentiras”, escribió antes de salir de su casa para nunca volver.
El funeral se realizó cuatro días después y asistieron 40 de los 42 estudiantes de grado 11° del Gimnasio Castillo Campestre. El martes 26 de agosto, a estos alumnos y alumnas las citaron a una reunión en el colegio. La psicóloga les solicitó que fueran discretos con el suicidio de Sergio, mientras la rectora Castillo, señaló que como no habían pedido permiso para ir al velorio, tenían que reponer el día el próximo sábado. En la reunión nunca escuchó un sentido pésame por parte de la rectora, pero sí que se refirió a Sergio como “anarco”, ateo y homosexual.
Ante la muerte de su hijo, Alba decidió no callar e interpuso el 11 de septiembre del 2014 una tutela contra el colegio Gimnasio Castillo Campestre, la Secretaría de Educación de Cundinamarca, la Fiscalía General de la Nación, la Comisaría Décima de Familia de Engativá y el ICBF, que llegó hasta la Corte Constitucional y esta posteriormente estableció la Sentencia T 478 del 2015, en la que se evidencia que Sergio fue víctima de persecución y discriminación por parte de las directivas del colegio donde estudiaba y que “prácticamente fue inducido a suicidio”, y en 2015 el máximo órgano de la jurisdicción ordinaria determinó que sí hubo discriminación en el caso, sentando un precedente esencial en Colombia que abrió un gran debate entorno a las políticas de los colegios para prevenir la homofobia y garantizar los derechos de estos jóvenes en los ambientes escolares.
La Fiscalía General de la Nación tomó el caso de Sergio como un hecho emblemático para Colombia, un proceso largo y tedioso con tres implicadas que duró cerca de siete años. A Azucena Castillo, exrectora del colegio; Ivonne Andrea Cheque, quien era la psicóloga del plantel educativo y Rosalía Ramírez, que se desempeñaba como veedora en esa misma institución, les imputaron los cargos de discriminación agravada, ocultamiento de pruebas y falsa denuncia.
En noviembre del 2016, al llegar a un acuerdo con la Fiscalía, Rosalía fue condenada por los delitos de discriminación, además del ocultamiento, alteración y destrucción de material probatorio, a 27 meses de prisión -que pudo cumplir en su residencia- y el pago de 72 millones de pesos; mientras que en 2017 Ivonne fue condenada a 35 meses de prisión y el pago de 8,5 salarios mínimos; pero por el bajo monto de la pena, la mujer está libre.
Incluso, la psicóloga Ivonne Cheque, presentó una disculpa pública en febrero del 2020 y aceptó su responsabilidad por haber coaccionado a Sergio para hablar de su orientación sexual sin estar preparado para hacerlo.
Con la exrectora Azucena el proceso no ha sido tan fácil. La defensa, en varias ocasiones, logró dilatar el proceso buscando vencimiento de términos. De hecho, en 2020 logró prescripción penal por el delito de discriminación agravada, hecho que lamentó Alba, pues es el delito que considera más pertinente en lo que respecta al caso de su hijo. Sin embargo, en mayo de este año Castillo fue condenada a ocho años de prisión por ocultamiento, alteración o destrucción de elemento material probatorio, y falsa denuncia. La noticia la confirmó el Tribunal Superior de Bogotá, pero la condena, que inicialmente fue de 11 años de retención en centro penitenciario, se redujo a ocho años y ocho meses, pues según dijo el ente judicial, hubo un error en la tasación de la pena. Además, la señalada recibió beneficio de casa por cárcel.
Para Alba este fue un logro con sinsabores y su proceso fue mucho peor. “Estaba muy decidida a ir a las últimas instancias. De hecho, ya había preparado el camino para irme a la Corte Interamericana de Derechos Humanos”. La madre de Sergio no tuvo que llegar a esta instancia y pese a la reducción de la pena para la exrectora, cree que “Lo más importante es sentar un precedente por la no repetición de estos casos”. Recientemente, El Cuarto Mosquetero tuvo la oportunidad de hablar con ella sobre la condena penal de la exrectora.
Un activismo impulsado por el dolor
Precisamente para que casos como este no se vuelvan a presentar, es que un año después de la muerte de su hijo, Alba creó la Fundación Sergio Urrego, desde la que ha venido trabajando en los territorios para prevenir la discriminación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, y por la prevención del suicidio provocado por el acoso y discriminación en los ámbitos escolares en el país.
Incluso, la Fundación tiene a disposición desde el 2020, la Línea Salvavidas, La Línea que busca salvaguardar la salud mental a través de una atención integral de primeros auxilios psicológicos, contención en crisis, orientación jurídica, apoyo en restablecimiento de derechos y orientación en diferentes temas como diversidad sexual y de géneros y derechos migratorios. “Trabajamos con psicologas profesionales que están atendiendo las crisis emocionales causadas no solamente por discriminación sino también por todo lo que está sucediendo en el mundo, por covid, por encerramiento, por pandemia”, relató Alba. A través de esta herramienta han ayudado a más de 4.225 personas. La orientación se realiza a través de los siguientes canales virtuales:
Correo electrónico: hablamoscontigo@sergiourrego.org
Llamadas telefónicas y WhatsApp: 3117668666
Facebook: https://www.facebook.com/sergiourregoorg
Instagram: https://www.instagram.com/fundacionsergiourrego/
El trabajo también ha trascendido en las instituciones educativas. La Fundación creó una certificación para los planteles que cuenten con ámbitos escolares libres de discriminación. Alba también está interesada en implementar este sello en las empresas. “No es solamente colocar el logo con el lema del orgullo o la bandera del orgullo en el mes de Pride, hay muchas maneras de ayudar, hay muchas maneras de llevar tu marca al lado de la marca de la fundación Sergio Urrego y que podamos hacer jornadas de prevención o brigadas salvavidas”.
Alba tuvo que enfrentar el luto de su hijo mientras se preparaba para una batalla legal en busca de justicia, pero también usó su experiencia para incidir de manera positiva en las personas que al igual que Sergio, están enfrentando discriminación por su orientación sexual. Su lucha legal dio frutos, pero su lucha social no se detiene y espera seguir trabajando en la prevención de suicidios y para que la población LBGTI pueda vivir dignamente.