«Pepe» Mujica, de discursos y actos valientes

Somos un país que ama los fines de semana largos tanto como la libertad”, así José “Pepe” Mujica, en el Salón de los Pasos Perdidos, sede del congreso uruguayo, hacía una referencia de cómo el pueblo de Uruguay había y seguían construyendo una nación en donde el bienestar y la justicia social eran una prioridad. Aquel día, el 1 de marzo del año 2010, en la toma de posesión como el presidente número 40 la República Oriental del Uruguay, juró gobernar para todos y con todos.

Fue un líder que conmocionaba al mundo por sus discursos, por la belleza y por la franqueza de sus palabras. Logró, como nadie, robar aplausos de otros lideres con posiciones políticas contrarias. Cuando se dirigía a la nación o ante la desaparecida Unasur, en la OEA y en las mismas Naciones Unidas, hacía que los focos del mundo apuntaran a él, las cámaras lo buscaban, los más experimentados analistas políticos eran puestos a prueba con la contundencia de su discurso, y las notas de prensa se detenían para esperar las conclusiones del viejo “Pepe” y su sabiduría prodigiosa.

Los uruguayos de camino al trabajo se fueron acostumbrando a escuchar en Informativo Sarandí, la conmoción que originaba su presidente cuando el día anterior pronunciaba uno de aquellos discursos celebres. “Pepe” se volvió una institución que con actos valientes se decidió por el cambio. Aquel hombre de cabello cenizo, bajo, con estómago prominente y ojos de perro tímido, no solo hablaba, es recordado por sus invaluables aportes sociales y económicos que ayudó a transformar a la nación austral en una potencia de bienestar y felicidad.

La reducción histórica de la pobreza en su país durante su mandato es el logro más sobresaliente de “Pepe”. También se mejoró la distribución de la riqueza y el desarrollo de la economía del país. La pobreza se redujo al 12%, es decir, desde el momento en el que recibió el mandato logró bajar en un 28% este indicador, el más alto jamás registrado en América Latina y uno de los más sobresalientes en el mundo. Gracias a esa gestión, la economía durante el quinquenio creció un 75%, lo que ocasionó múltiples reacciones positivas en el planeta, principalmente en Europa.

La desigualdad en el país se redujo a niveles jamás visto en el país y en el continente, en tan solo unos años, el salario mínimo creció el triple, lo que ocasionó reducir significativamente la brecha salarial. Esto trajo consigo mayor y mejor distribución de la riqueza, más igualdad y mejor reparto social. También se hicieron ajustes en materia de jubilación, se establecieron subsidios y seguros de desempleo. Todos los niveles sociales del país quedaron cubiertos por políticas que buscaban su bienestar.

Se descentralizó la educación en el país, se llevó la educación a todas las regiones, especialmente la universitaria. Se creo la Universidad Tecnológica posicionando sedes en cada provincia, creando espacios educativos que no solo buscaban el acceso a la educación superior, sino que la desintegración de las familias por la movilidad de los hijos a las ciudades se acabó, y bajo el nuevo modelo a poca distancia de sus hogares estaba la universidad. Por consiguiente, la cobertura también aumentó.

Uno de los grandes reclamos de la población era los altos costos en los servicios públicos, especialmente en materia de energía eléctrica. Durante años el país importo energía a sus vecinos, principalmente de Argentina y Brasil. En poco tiempo “Pepe” logró la diversificación energética de Uruguay, impulsando proyectos para la generación de energía desde molinos de viento, biomasa y fotovoltaica, convirtiéndose el país en líder de la materia en el mundo y solo superado por Dinamarca. Actualmente, el 36% de la energía que consume la nación proviene de fuentes alternativas, como la solar y eólica.

En materia de salud y derechos sexuales y reproductivos, se despenalizó el aborto, dejando esa decisión solo en manos de las mujeres gestantes. Además, se avanzó en materia de goce efectivos de derechos, igualdad y reconocimiento del cuerpo de las mujeres del país. Esto logró que Uruguay tenga la tasa de mortalidad materna más baja en América Latina, registrando cero muertes maternas, cero muertes por abortos, reducción del embarazo en adolescentes y mínimos en la mortalidad infantil.

Con la legalización de la marihuana el país dio otro salto significativo, ya que la compra, venta y cultivo bajo el control del estado, logró minimizar los efectos problemáticos en las personas y las comunidades derivados del consumo de marihuana. Se le cerró la puerta a las bandas delincuenciales que usaban esta droga para financiar sus actividades. Ahora el cannabis se le ve como una industria, puesto que el país ya exporta este producto y sus derivados al mundo.

En su legado queda la construcción de 15 mil viviendas que beneficiaron poco menos de 100 mil personas en condición de pobreza. En un país de tres millones y medio de habitantes, un programa de vivienda que logre beneficiar a esa cantidad de personas es de una envergadura asombrosa. Por último, “Pepe” logró la tasa de desempleo más baja en la historia del país y un hito en el continente, 5,6%. Lo anterior, sumado al aumento del salario mínimo, construyó un Uruguay más prospero y equitativo.

Hoy, 1 de marzo, regresa a la memoria el gobierno de José Mujica, uno de los más exitosos que América Latina ha visto en el último lustro. Su periodo de mandato, que culminó en el 2015, dejó una herencia tan significativa que, tras siete años, aquel país diminuto y plano como ninguno en la tierra, es una de las naciones con mejor calidad de vida en el mundo.

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