¿Los hombres deberían cuestionarse necesidad de demostrar su “masculinidad”?

Iniciaré reflexionando en que cada vez es menos evidente y más sutil la forma en la que los medios representan el rol del ser masculino, sus implicaciones y cómo deben actuar para sentirse plenos con su masculinidad, ya que son diferentes los espacios que se han batallando para ir rompiendo los esquemas de género. Pero aunque abiertamente no es frecuente encontrar titulares como “Será un maricón si no acosa a las mujeres en la calle”, también es inusual y hasta absurdo que se les recuerde, por ejemplo, que pueden llorar todo lo que quieran y no por eso serán menos hombres.

“Tobías: “Yo no creí que un hombre tuviera que avergonzarse por llorar, hasta que hice esta sesión de fotos y reí” Es uno de los comentarios que hizo un hombre ante el retrato de una fotógrafa holandesa con el propósito de evidenciar que los “machos” de verdad lloran y quien busca desmitificar que “llorar es de niñas”, el cual fue publicado por la Revista Cromos a través de El Espectador hace unos meses.

Algunos dirán que claramente ellos saben que derramar lágrimas por alguien o algo es un acto humano, pero ¿Les cuesta hacerlo en público/privado? ¿Se sienten débiles o vulnerables en ese momento? ¿Le han dicho alguna vez a sus hijos, amigos o cercanos “Ay ¿ya va a llorar? Mariquita (o mujer)?

No es el único, mientras que nosotras cargamos imposiciones por el hecho “de ser mujer” como la maternidad, la decencia, el cumplir con las tareas del hogar, el control de la sexualidad, entre otras; los hombres también tienen que convivir con estereotipos “positivos”, con pautas a seguir para poder ser considerados “hombres normales”.

Aunque algunos investigadores como Vicent Marques han intentado evidenciar que “el hombre no está obligado biológicamente ni socialmente a ser de ninguna forma”, es una realidad que en nuestra sociedad cargamos con estereotipos que se complementan y que han sido aceptados de manera natural hasta llegar al punto de no cuestionárselos o asumir que siempre deben cumplirse.

¿En qué consiste ese orden normativo de complementariedad? Por ejemplo, en que si el “sexo débil” es la mujer, el hombre debe ser “el macho”, el fuerte, quien siempre se sacrifica, el héroe que debe ir a la guerra mientras su mujer aguarda en la casa por su llegada; el que no llora ni puede permitirse sentir un miedo paralizante que lo haga negarse a cumplir determinado requerimiento.

Según el teórico que escribió “Masculinidades, derechos humanos y ciclos vitales” de Comunicar para la Igualdad, existen cuatro reglas para la masculinidad “La primera y más importante es: Nada de mariconadas” porque no hay peor traición que ser “femenino” como si fuera una enfermedad venérea que hay que repudiar. Incluso muchos no son capaces de tolerar la homosexualidad por ser “antinatural”.

Esto me hace recordar el testimonio de Ricky Martin y la noticia que publicó al respecto Cromos en la que hacen una frase que me llama la atención: “(…)Sin embargo, el mismo tiempo se encargó de demostrarle que sus inclinaciones sexuales no lo hacen una mala persona, por el contrario, ayudaron a solidificar sus principios y valores”, la afirmación anterior demuestra que aparte del evidente miedo que refleja el artista ante su confesión, es el hecho que tenga que re afirmar que no es una mala persona ¿Acaso los heterosexuales no asesinan, violan, secuestran? O ¿Qué es ser “una mala persona»?

¿Simplemente ser gay, lesbiana, transexual, travesti, bisexual, transgénero o intersexual los hace malos seres humanos? Claro que no, pero evidentemente hay determinados prejuicios que están malogrando construir una sociedad más igualitaria, que se ven reflejados en fobias y comportamientos violentos.

“La segunda regla: Sé importante. Medimos tu masculinidad por el tamaño de tu chequera, poder, estatus” nos recuerda el peso que los hombres deben cargar para mostrarse como “exitosos”, aquel que en definitiva está haciendo muy feliz a su familia, ya que lleva una gran cantidad de dinero a su hogar, lo que para el sociólogo Erving Goffman, es el ideal del “hombre completo”, el cual debe ser “joven, casado, blanco, urbano, del norte, heterosexual, protestante, padre, con educación universitaria y empleo de tiempo completo, buena complexión física, peso y estatura y un récord deportivo reciente”.

Por ende,  sin esas características, su virilidad podría ponerse a duda, porque además eso es lo que le dará el derecho para sentirse autorealizado en familia y poder vivir la infidelidad plenamente (que ni se le vaya a ocurrir a su pareja hacer lo mismo) porque total, él ya está respondiendo con lo que le corresponde. No son exageraciones, los hombres también cargan con estereotipos, deben estar viendo en las noticias cómo por ejemplo, el padre ideal debe ser al estilo de Chris Hemswoth.

“Chris Hemsworth no solo es uno de los hombres más sexies del mundo, sino también uno de los papás más tiernos y esto lo demuestra continuamente su esposa, la actriz Elsa Pataky, a quien le encanta publicar fotos de su familia” suelen publicar los medios de comunicación masiva,  lo que les deja el sin sabor a muchos hombres al ver a sus esposas suspirando por el alto actor, con un cuerpo sumamente trabajado, adinerado, guapo y que además parece ser exitoso en su vida familiar; mientras tanto el “hombre común” que se creía el súper héroe de sus hijos, puede que empiece a dudar de estar dando “la talla”, especialmente cuando no le gusta hacer deporte con sus hijos, porque se agota fácilmente.

Además, en la misma línea, nos encontramos con la tercera norma: “Sé duro como un roble”, porque definitivamente en los momentos de crisis sería absurdo que se actúe contrario a lo esperado. El filósofo británico Victor J. Sleider en su libro “Los Varones Heterosexuales y su Vida Emocional”, recuerda que el ser fuerte también es una forma de estar enfrentándose a los constantes espacios en que se pone a prueba la masculinidad.

Por esto es que para los hombres su máxima guía debe ser la racionalidad (de la cual según Kant nosotras carecemos) sin dejarse llevar por sentimentalismos, no vaya a ser que resulten comportándose diferente a lo que la heterosexualidad o heteronormatividad establece.

Cabe destacar que según el autor, la justificación que utilizan los hombres violentos es el que la emocionalidad e irracionalidad de la mujer hace necesario que deban “ponerlas en su lugar”, porque la depresión, infelicidad en la vida familiar (de la que también asumen la responsabilidad) o “quejadera” de ellas, hay que controlarla de alguna forma; algo así, como al dicho “A lo que ese niño le falta es chancleta” debe aplicarse también para las “pataletas” que surgen en sus hogares.

Esto nos lleva a la última regla de la masculinidad “Chíngatelos. Ten siempre un aura de atrevimiento, agresión, toma riesgos, vive al borde del abismo” que suele estar justificada con dichos del argot popular como “El hombre es naturalmente violento”, por ello es el que va a la guerra o tiene que prestar obligatoriamente el servicio militar, es el que caza y lleva la comida, se desarrolla en actividades propias del ámbito público.

Asimismo, el hombre supuestamente para demostrar su virilidad puede dejarse guiar por el sexo sin restricciones, guiado específicamente en búsqueda del orgasmo y su propio placer sin ningún tipo de compromiso (que sería mal visto en la mujer a la que inmediatamente llamarían perra o zorra), y luego hablarán de las mujeres “que se han cogido” para re afirmar su masculinidad y ostentarlas como un trofeo, y cuando sea necesario “reprocharle” su comportamiento.

Incluso, se ha hecho necesario el recordárseles que alguien más podría estar haciéndole eso “a su” hermana, novia, madre. Ante lo cual el académico Márques, esta en desacuerdo ya que es una forma de opresión masculina hacia la mujer, el tener que solicitarles que se retracten con base al género, más no simplemente por el hecho de “ser humanos (as)”.

Ante esto, Monica Zalaquett considera que el machismo es un arma de doble filo hasta para los mismos hombres “(…) 9 de cada 10 seres humanos (sic) que van a morir son hombres, uno de cada 50 hombres mayor de 20 años va a morir antes de los 31 años” cifras que expuso en una conferencia en Centro América, ligadas a los condicionamientos culturales sobre el hombre violento.

Cambiar esas condiciones culturales ligadas al sexo/género pueden ser “lentas y de largo aliento”, no es tarea menor y por ello los hombres deberían estudiar la masculinidad desde una perspectiva feminista por su experiencia de muchos años enfrentándose a la opresión.

*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.

 

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