La banda se define como una mezcla de «raíces, conciencia social, resistencia, inmigración, activismo, orgullo e identidad. Su sonido y su mensaje, buscan rescatar los valores y el respeto por la música ancestral y cómo ésta nos alimenta y sigue vigente.”
El Cuarto Mosquetero tuvo la oportunidad de conversar con Sinuhé Padilla, fundador y vocalista de Jarana Beat, una banda que surgió en el 2007 tras un viaje de varios años. La travesía de este artista inició recorriendo distintas regiones de México, luego cruzó el océano Atlántico para visitar las montañas, ríos y tierras de Andalucía, en España, pasando después por Marruecos y finalmente, Sinuhé se aventuró por tierras sudamericanas. Sus experiencias en cada uno de estos lugares, tenían inicialmente fines investigativos que buscaban analizar y comprender ritmos tradicionales y que de estos, se expresaran las similitudes y diferencias dentro de la música y danza ancestral.
“Esto lo único que hizo fue ir abriendo más el mapa de curiosidades”, mencionó el artista explicando que cada vez que viajaba a un lugar descubría que en la música de allí se utilizan las mismas coplas que en México, Colombia, Argentina, entre otros. “Y entonces empecé a ver que realmente teníamos mucho más en común de lo que creíamos. Es muy chistoso que a veces pensamos que algo es muy de nosotros y después, cuando uno viaja, se da cuenta que si es muy de nosotros pero también es muy otras culturas que en realidad, son culturas hermanas”, explicó.
Es así que Jarana Beat nació para mezclar música y ritmos tradicionales que datan de al menos de tres siglos de antigüedad, con nuevas letras. “Queríamos enseñar que estás formas seguían vivas, pero que ahora están hablando de lo que vivimos actualmente (…) toda la música al final es un fiel reflejo de lo que la sociedad vive, de lo que goza, de lo que sufre, de lo que necesita y de las influencias que lleva de cada comunidad”, comentó Padilla.
Para la banda, la música va más allá de un esteticismo sonoro, o de una herramienta de desconexión momentánea. Quienes conforman Jarana Beat, tienen la firme convicción de que, desde el momento en el que tienen un micrófono o la oportunidad de amplificar un mensaje, hay que pensar en aquellos que no tienen ese privilegio y que lo necesitan, porque siempre hay algo que contar. Así se replantean la forma de narrar historias con todas las versiones. Y no necesariamente de un modo contestatario, a veces lo hacen con poesía.
La banda se enfoca en géneros de la música afromerindia como el son jarocho, el fandango, son guerrerense, cumbia, vallenato, currulao, festejo, chacarera, el huapango en sus diferentes formas, la samba de roda, el danzón, los toques de santería afrocubanos, entre otros.
Pero dedicarse a entonar estos ritmos que generalmente no son rentables, podría resultar complejo, aun así, muchos de quienes ofrecen su vida a la música tradicional, alternan su vocación con otras profesiones u oficios. Su verdadera pasión, movida por los sonidos ancestrales, se evidencia desde el momento en el que las melodías del instrumento que interpretan con devoción, hacen que se pierda la noción del tiempo. “Nadie está viendo el reloj a ver a qué hora va a terminar, nadie está esperando que le paguen, porque todo mundo está allí, transformándose en música, transformándose en danza, en poesía y ahí se ve y se siente la esencia pura de ese arte.”
La banda no tiene integrantes permanentes, se define más como una familia, una comunidad que converge con músicos de diferentes nacionalidades y que desde sus conocimientos artísticos, aportan a cada producción.
De hecho, su más reciente trabajo contó con la participanción de varios músicos de diferentes países. La producción se titula ‘Tze Ollin’, perteneciente al primero de los tres movimientos en los que se divide el álbum ‘Vibración por Simpatía’ bajo la dirección musical y artística de Sinuhé.
Este álbum es un documento sonoro que muestra cómo se reencuentran las raíces indígenas, andaluzas y del oeste africano, a través de los ‘folklores primos’ que conviven y se recrean en la gran manzana. En la producción del primer movimiento participaron 33 músicos. En el álbum completo, grabaron 55 artistas. Este trabajo musical se edificó durante siete años, siendo liberado al público este 2020.
‘Tze Ollin – Movimiento I’ consta de las primeras cinco canciones. Su Sonido es new folk o mexican contemporary folk.
Como primer anticipo del álbum y de ‘Movimiento 1’, Jarana Beat presentó el videoclip de ‘Diablos’, un abrebocas del sonido que trae la agrupación en su nueva producción.
Diablos es un homenaje a la diáspora africana de la música latinoamericana. Estos personajes representaban a distintas deidades, algunas se sincretizaron durante La Colonia y otras al no ser comprendidas, se les relacionaba con demonios o con el diablo.
El videoclip está basado en las danzas de los diablos de la región de la Costa Chica en México y juega con personajes de diferentes festividades tradicionales latinoamericanas llamados Diablos (México), Diablitos (Perú) y vejigantes (Puerto Rico), todas estas en un contexto urbano.
Se grabó en diferentes locaciones del Bronx, en Nueva York, incluyendo tomas en el Subway. Los vestuarios son de la artista plástica méxico-americana Laura Anderson Barbata.
Colombia aportó su cuota de cultura e identidad en esta producción, pues en el videoclip de Diablos!, se evidencia a uno de los bailarines luciendo una máscara típica del Carnaval de Barranquilla, dada la cosmogonía que se ha preservado derivada del sincretismo de varias culturas mezcladas: africana, indígena y europea.
Es por eso que Colombia es un destino que está dentro de los planes de la banda. Pues sus la variedad de tradiciones y folklores que aún se conservan en sus sonidos y cotidianidad, resultan atractivas para Jarana Beat. Colombianos como Gregorio Uribe, Martín Bejarano, Diego Obregón, Jonathan Gómez, entre otros, estuvieron y han estado en el proceso de esta agrupación a lo largo de los años.
A raíz de esos lazos tejidos con artistas de nuestro país, para Sinuhé, visitar Colombia junto a sus compañeros se ha convertido en un sueño que aseguró, cumplirá cuando finalice la crisis sanitaria, social y económica que cambió la forma de vida en todo el mundo.
Por otro lado, en el 2015, la banda ganó el premio “Mejor Banda de Folk Contemporáneo” en los Mexican Music Awards y en 2016 obtuvo un reconocimiento de la Alcaldía de Nueva York por su contribución a la cultura y la comunidad Neoyorquina.
Con estos antecedentes, y la consolidación que ha forjado durante más de una década, la agrupación viene proyectándose como un referente de la música folklórica contemporánea en Nueva York y en el mundo. Su puesta en escena está destinada a todos los públicos amplificando un mensaje con un lado social, educacional y también divertido.
Su música representa una resistencia cultural y una búsqueda por valorar la riqueza de la identidad propia y no de la impuesta.