El mundo jamás había respondido de forma tan rápida a una enfermedad como lo ha hecho con el COVID-19. Los medios de comunicación de masa y las redes sociales han jugado un rol importante en intentar explicar lo que en esencia es el nuevo fenómeno; la forma en la que se propaga, y sobre todo cómo es tratada y entendida esta nueva enfermedad a nivel global y en el mundo científico.
En Colombia, desde que se ha confirmado el primer caso de COVID-19, las dinámicas en las redes sociales y sobre todo la especulación de muchos medios de comunicación en torno a posibles escenarios de muerte ha atizado el pánico irresponsable que muchas veces se expresa en folklore sanitario y la confusión gratuita.
Para evitar lo anterior y lejos de la muchas veces mórbida reflexión que se ha hecho en torno al COVID-19 y su trazo en el mundo, es importante preguntarnos sobre lo severo que podría ser si el virus se extendiera en el Llano. Por lo anterior, el autor de la presente opinión reconoce que algunos sistemas de salud en los municipios y veredas, debido a sus infraestructuras, no serán capaces de aislar a sus pacientes; en otros escenarios, será difícil entrar en contacto con las personas que posean síntomas: muchos de los casos por aparecer han de depender de qué tantos síntomas son percibidos de forma externa; y de la responsabilidad de las personas de las cuales se espera que se comuniquen a las líneas indicadas para que reciban atención domiciliaria.
Lo que ha sido evidente es que la incertidumbre generada por el nuevo virus es latente. En cada región o país tiende a proliferarse a tal velocidad que hace difícil detectarlo. De modo que en el momento en el que se detecta en un sitio, esta pudo haberse propagado en varias zonas con anterioridad, como han sido los casos en Estados Unidos, Alemania e Italia. El momento en el que instituciones gubernamentales deciden cerrar escuelas y cancelar eventos multitudinarios, es ya demasiado tarde.
El cierre de escuelas, la baja afluencia de turistas y la cancelación de eventos públicos pueden ser los costos que asfixien a una ciudad cuya economía sufrió un desgaste de proporciones exorbitantes el año pasado. Ante esto, es pertinente preguntarse si está preparada para un agotamiento similar que no ha sido previsto en su agenda. La escasez en la cadena de suministros puede significar volatilidad en el mercado local por lo que sería interesante ver a las instituciones gubernamentales esforzarse por promover una diversificación en la cadena de abastecimiento; al menos ante un panorama económico incierto e indeterminado.
Las pandemias tradicionalmente, son tratadas como un asunto global que desestima las repercusiones posibles en las periferias mientras que, inclina su atención a las metrópolis. A nivel regional, la lucidez en torno a los protocolos de tratamiento a seguir y un mensaje consistente, confiable y basado en datos científicos, son imperativos.
*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.