Las elecciones del 2022, significarán, no lo dude nadie, la llegada de un gobierno de izquierda en Colombia, no es un hecho inédito para que no lo teman algunos acomplejados. En 1934 Alfonso López Pumarejo, presidió “La revolución en marcha”, y fue el único presidente de izquierda, que hasta entonces tuvo Colombia. La oscilación izquierda y derecha ha sido cíclica en América Latina; hoy prevalecen gobiernos de derecha, todos pasan profundas crisis: Bolsonaro en Brasil, Piñera en Chile, Duque en Colombia y Maduro en Venezuela, entre otros; el péndulo empieza a regresar a la izquierda y para allá va Colombia.
Puede ser Petro, Robledo, Romero y hasta Fajardo, quizás con hombres como De La Calle o Galán. pero la derecha, es decir Uribe, no retendrá el poder. Las razones son dialécticas: la derecha tradicional, liberales, conservadores; la genética uribista (la U, CR, CD) se rezagaron de la historia, apenas si apuntalan el sistema; no se prepararon para la crisis, no incorporaron miembros a sus organizaciones. Los empresarios, los terratenientes, los banqueros y el sin número de iglesias tienen sus propios vehículos políticos por fuera del sistema partidario. En contraste, los sectores mayoritarios de la sociedad que no habían sido representados en sus intereses empiezan a expresar indignación y ansían sacudir el país.
No votarán por un candidato del sistema, es decir de derecha, ni por el que diga Uribe ninguno de los llamados “atenidos” despreciados por el gobierno; ni los que “no ahorraron” para la pandemia, y hoy les cobran esa precariedad; tampoco lo harán los desempleados, los de antes y los que estarán cesantes después del Covid-19, los campesinos y colonos perseguidos por el gobierno que abandonó deliberadamente los programas de sustitución de cultivos y los compromisos de la Habana; no votarán por la derecha, las víctimas del conflicto porque saben que el paramilitarismo subyace en este gobierno, no votarán por la derecha, los sindicalistas desoídos despectivamente por Duque; tampoco los luchadores y los líderes sociales que sienten a diario el exterminio como práctica del sistema; no lo harán los juristas que miran estupefactos el desdén por las cortes y la justicia colocada en manos de un fiscal ignorante y no quieren ver el derecho bajo el arropamiento de la Universidad Sergio Arboleda.
Los universitarios y los estudiantes en general, que son la voz de la disensión, no tolerarán un gobierno que solo usa la razón del “Esmad” como política educativa; serán sin duda el fermento de las fuerzas de izquierda. La clase media, es la clase discrepante: profesionales y pequeños empresarios; las mujeres sobre quienes recae el peso de las dificultades económicas de los hogares y viven el desespero cotidiano por las carencias del hogar darán ejemplo de inconformidad. También el clero y los sectores católicos y cristianos conscientes, expresarán un voto diferente.
La miseria se está poniendo del lado de la lucha popular; el desempleo, las penurias, la carestía serán poderosos resortes de los movimientos que asegurarán la victoria contra el sistema; lo que el “Sieyés” llamó el tercer Estado, recogerá lo que sin equivocadamente sembró el uribismo: la polarización.
El gobierno Duque, es lo que en ciencia política se llama la “teoría catalítica”, por todos sus desaciertos, por sus altos niveles de corrupción, por un equipo de gobierno caracterizadamente mediocre, en el cual solo se destaca el ministro Carrasquilla, más por truhan que por logros. Colombia experimenta fatiga de derecha.
Empero, izquierda no es marxismo, (solo mentes confusas y obtusas lo confunden); los ejemplos están en Ricardo Lagos en Chile, Pepe Mujica en Uruguay, López Obrador en México, gobiernos exitosos de América Latina. La izquierda es justicia social, equidad y la construcción del Estado de bienestar, como el “New Deal”; seguramente cambiará el sistema de salud como lo hizo Chile; democratizará el crédito volviendo a una banca pública como la que tuvimos hasta los años 90, revitalizará el campo y reivindicará a los campesinos, y cambiando el capitalismo salvaje, recortará la brecha entre ricos y pobres, priorizando la educación pública, y desde luego, el anhelo de todos: Construcción de la paz, ejemplo de Nelson Mandela.
*Opinión y responsabilidad del autor de la columna, más no de El Cuarto Mosquetero, medio de comunicación alternativo y popular que se propone servir a las comunidades y movimientos sociales en el Meta y Colombia.