El baile: una forma de resistencia y autorreconocimiento étnico – racial en la ciudad de Santa Marta

En el baile se encuentra mí proceso de protesta, en el baile me encuentro y me manifiesto, en el baile y la música pude auto – reconocerme. El baile, la música y la corporeidad son lugares políticos que me han permitido a mí y a muches personas resistir, estar y exteriorizar.

En la ciudad de Santa Marta, los procesos de reconocimiento identitario desde un pensar afrocentrado/negrocentrado, entendiendo que estos conceptos se enfatizan en la importancia de las historias desde una mirada negra y afro, se encuentran en disputa tras un posicionamiento histórico situado desde la blanquitud y los procesos de “mestizaje». La configuración de estos discursos ha sido una forma romántica de disfrazar el racismo que existe y persiste en la ciudad, este se ha convertido en un formato discursivo y opresor que trabaja en función de la élite/personas blancas. Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística de Colombia -DANE-, a partir de una recopilación del año 2005 hasta el 2018, el 7,56% de la población se reconoce desde la etnicidad mulata, negra, afrodescendiente o afrocolombiana, muy en contraparte al 91,43% de los habitantes samarios que no se manifiesta desde ningún orden étnico- racial.

El trabajador social Héctor Jaraba comenta en el texto “El algarete: procesos identitarios étnico – racial negro que construyen los jóvenes afrodescendientes” como “el mestizaje en Colombia ha estado atravesado por la idea de un “blanqueamiento” progresivo que responde al ideal europeo”. Estas ideologías se instalan y profundizan unas invisibilizaciones que atraviesan a las personas racializadas, quienes históricamente son marginalizadas, viviendo en espacios periféricos con falta de condiciones dignas para la vida, y estigmatizadas de forma desproporcional con otras poblaciones que pueden habitar el mismo territorio. Ejemplo de ello son las cifras de informalidad en la ciudad; el DANE coloca a Santa Marta en el quinto puesto en trabajos no formales con un 61,5 % comparado con los demás territorios a nivel nacional.

Pero, ¿cómo Santa Marta le ha hecho cara al autorreconocimiento? Después de escucharnos y encontrarnos, muchas personas que nos reconocemos desde las latitudes de la racialización hemos observado como el baile, la música y las corporalidades se convierten en una herramienta social para la comprensión, visibilización y devenires del autorreconocimiento desde lo afro y negro. Cómo a partir de la movilización de las cuerpas de las comunidades diversas, y mujeres étnicas nos permitimos habitar e intervenir espacios desde la danza, dónde el bailar se vuelve una forma disruptiva de habitar una Santa Marta que está blanqueada. 

Lo sonoro, las corporalidades en movimiento y los espacios donde nos podemos encontrar para soltar, mover, ser y resistir, se vuelven mediadores entre las realidades que transgreden a las personas y/o comunidades que se reconocen desde la racialización, y se gesta una metodología de interaccionismo simbólico, de conocimiento, valores, identidades y significados que puede construir ese discurso y enunciación desde el ser afro y negro.

La voces y experiencia de amistades, donde gritan desde el dolor de la invisibilización y el no reconocimiento desde nuestras raíces negras y afro, hacen un llamado a la transformación de los discursos y narrativas territoriales, al permitir gestar espacios donde se reconozcan nuestras lógicas identitarias en el cual se pase de un ejercicio individual y colectivo.

Ante estas realidades, se hace necesaria la intervención del Estado y la ciudadanía para detener estas transgresiones a las comunidades mulata, negra, afrodescendiente y afrocolombiana que habitan en la ciudad; que el relato deje de instaurarse desde el desdibujo de las comunidades racializadas para poder subvertir las narrativas y experiencias de las personas que se piensan desde su ser étnico-racial.

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