Mercurio:
el veneno que contamina a comunidades y naturaleza
en Guainía
A siete años de la prohibición total del uso de mercurio en la minería en Colombia, este metal pesado se sigue usando para la extracción de oro. El Cuarto Mosquetero y CONNECTAS visitaron el departamento amazónico donde este veneno invasivo, latente y silencioso hace parte de la cotidianidad del territorio.
Elizabeth Moncada tiene el intestino irritable y su estómago se le inflama. “Cada vez se reduce más la posibilidad de comer y cada vez son más cuidados”, expresa. Redujo la sal, luego llegó la intolerancia a la lactosa y al almidón de papa, sufrió gastropatía eritematosa y le restringieron los granos, las semillas, el azúcar, los carbohidratos y los jugos. Su vista se ha deteriorado, al igual que su memoria.
Una de las explicaciones a tantos problemas de salud es que presenta niveles de mercurio en su cuerpo superiores a los estipulados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como seguros para el ser humano. Ella hizo parte de un estudio de la Secretaría de Salud del Departamento de Guainía en 2019, pero sólo hasta 2022 le revelaron los resultados. “Duraron tres años para decirme que estaba envenenada”, exclama Elizabeth. Nacida en Bogotá, lleva 35 años en Inírida, capital de Guainía.
Los resultados de la prueba que le hicieron son contundentes: sus niveles de intoxicación superan entre cuatro y seis veces los de la OMS: 64.1 microgramos por litro en sangre (el máximo recomendado es 10 ug/L) y 8.9 microgramos por gramos en cabello (2 ug/G es el límite). El laboratorio apuntó que la concentración de mercurio “puede aparecer elevada debido al consumo de ciertos alimentos, como el pescado”.
Cuando le informaron este resultado en 2022, Elizabeth viajó a Bogotá para realizarse nuevas pruebas que dieran respuestas actualizadas. Pero además de confirmar el diagnóstico, el nuevo análisis mostró un aumento significativo en sangre: 111.38 ug/L. “Los dupliqué porque no me dijeron que el pescado estaba envenenado. Ahí fue que empezó toda mi indignación”, explica.
Una de las explicaciones a tantos problemas de salud es que presenta niveles de mercurio en su cuerpo superiores a los estipulados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como seguros para el ser humano. Ella hizo parte de un estudio de la Secretaría de Salud del Departamento de Guainía en 2019, pero sólo hasta 2022 le revelaron los resultados. “Duraron tres años para decirme que estaba envenenada”, exclama Elizabeth. Nacida en Bogotá, lleva 35 años en Inírida, capital de Guainía.
Los resultados de la prueba que le hicieron son contundentes: sus niveles de intoxicación superan entre cuatro y seis veces los de la OMS: 64.1 microgramos por litro en sangre (el máximo recomendado es 10 ug/L) y 8.9 microgramos por gramos en cabello (2 ug/G es el límite). El laboratorio apuntó que la concentración de mercurio “puede aparecer elevada debido al consumo de ciertos alimentos, como el pescado”.
Cuando le informaron este resultado en 2022, Elizabeth viajó a Bogotá para realizarse nuevas pruebas que dieran respuestas actualizadas. Pero además de confirmar el diagnóstico, el nuevo análisis mostró un aumento significativo en sangre: 111.38 ug/L. “Los dupliqué porque no me dijeron que el pescado estaba envenenado. Ahí fue que empezó toda mi indignación”, explica.
Elizabeth no es la única habitante de Guainía que vive con mercurio enfermando su cuerpo. En este territorio amazónico se encuentra la estrella fluvial de Inírida, donde se entrelazan tres afluentes del país que, junto con el río Ventuari en Venezuela, dan forma al gran río Orinoco, el tercero más grande del planeta. Y en los cerros de Mavicure, unas de las montañas más antiguas de Latinoamérica, persiste la minería tradicional de oro, que representa casi la única alternativa económica. La Defensoría del Pueblo alertó en un informe de 2024 que más de 5,000 personas que dependen de los ríos Inírida, Guainía y Atabapo para consumo y pesca se ven perjudicadas por la contaminación con mercurio.
El problema, si bien es histórico, está lejos de encaminarse a una solución. El Cuarto Mosquetero y CONNECTAS viajaron a la zona y comprobaron que los mineros tradicionales siguen manipulando el mercurio sin ningún tipo de control por parte del Estado, pese a que está prohibido por ley. Y que no solo a ellos los afecta, sino también a muchas personas que, como Walter Lenis, nunca trabajaron en minería ni vieron un gramo de oro.
Este habitante de Inírida sufre síntomas como calores en las piernas, los pies, los hombros, la garganta y la cabeza. “Yo sentía como si por los oídos estuviera saliendo una especie de humo”, cuenta. Recuerda que los padecimientos empezaron en 2023 y que su médico internista le diagnosticó neuropatía, basándose en los resultados de exámenes que le revelaron que tenía 87 ug/L de mercurio en sangre. Superaba casi nueve veces el valor máximo recomendado.
Lenis dejó de consumir pescado y actualmente toma tres medicamentos que le brinda el Estado, los cuales le mantienen controlado su estado de salud. Sin embargo, dice que en diciembre de 2024 hubo escasez de medicinas, lo que provocó que los síntomas reaparecieran. “Se repitió lo que no creí que podía volver a suceder tan rápido”, comenta.
Un toxicólogo en la ciudad de Cali le indicó que su afectación se debía a la inhalación del aire, el uso del agua y la alimentación en Guainía. A sus 72 años, Lenis se encuentra con el dilema de vender su casa y desplazarse, o quedarse y seguir exponiendo su salud ante el mercurio: “Esta situación me obliga a tomar la decisión de salir, porque finalmente tengo que priorizar mi vida”.
El problema, si bien es histórico, está lejos de encaminarse a una solución. El Cuarto Mosquetero y CONNECTAS viajaron a la zona y comprobaron que los mineros tradicionales siguen manipulando el mercurio sin ningún tipo de control por parte del Estado, pese a que está prohibido por ley. Y que no solo a ellos los afecta, sino también a muchas personas que, como Walter Lenis, nunca trabajaron en minería ni vieron un gramo de oro.
Este habitante de Inírida sufre síntomas como calores en las piernas, los pies, los hombros, la garganta y la cabeza. “Yo sentía como si por los oídos estuviera saliendo una especie de humo”, cuenta. Recuerda que los padecimientos empezaron en 2023 y que su médico internista le diagnosticó neuropatía, basándose en los resultados de exámenes que le revelaron que tenía 87 ug/L de mercurio en sangre. Superaba casi nueve veces el valor máximo recomendado.
Lenis dejó de consumir pescado y actualmente toma tres medicamentos que le brinda el Estado, los cuales le mantienen controlado su estado de salud. Sin embargo, dice que en diciembre de 2024 hubo escasez de medicinas, lo que provocó que los síntomas reaparecieran. “Se repitió lo que no creí que podía volver a suceder tan rápido”, comenta.
Un toxicólogo en la ciudad de Cali le indicó que su afectación se debía a la inhalación del aire, el uso del agua y la alimentación en Guainía. A sus 72 años, Lenis se encuentra con el dilema de vender su casa y desplazarse, o quedarse y seguir exponiendo su salud ante el mercurio: “Esta situación me obliga a tomar la decisión de salir, porque finalmente tengo que priorizar mi vida”.
Balsas mineras en el río Inírida
El mercurio es un metal líquido que se ha utilizado durante siglos en múltiples aplicaciones, como la industrial y medicinal. Sus efectos tóxicos salieron a la luz por primera vez en Japón en los años ‘60, después de varios episodios de envenenamiento, con consecuencias como sensaciones anormales en el cuerpo, visión borrosa, sordera, alteración del estado de conciencia y hasta la muerte. “Entre 10 y 20 millones de mineros en más de 70 países se dedican a la explotación de oro artesanal y en pequeña escala, una cifra que incluye hasta 5 millones de mujeres y niños. Estas explotaciones, que a menudo no están reguladas y son inseguras, generan el 37% de la contaminación mundial por mercurio -838 toneladas al año-, una proporción mayor que cualquier otro sector”, dice un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
En Colombia, con la promulgación de la Ley 1658 de 2013, se buscó que el uso del mercurio se eliminara progresivamente, hasta que finalmente quedó prohibido en la minería desde 2018. Pero en zonas como Guainía, donde los ríos funcionan como vías de transporte y las comunidades viven de lo que les brindan estos cauces, su uso está vigente y a la vista. En este departamento viven más de 56.000 personas y la minería aurífera se practica principalmente en los ríos Atabapo, Guainía e Inírida. En este último empezó en los años ochenta, pero se consolidó en los noventa, según Leonardo Ladino, antropólogo indígena del territorio.
En Colombia, con la promulgación de la Ley 1658 de 2013, se buscó que el uso del mercurio se eliminara progresivamente, hasta que finalmente quedó prohibido en la minería desde 2018. Pero en zonas como Guainía, donde los ríos funcionan como vías de transporte y las comunidades viven de lo que les brindan estos cauces, su uso está vigente y a la vista. En este departamento viven más de 56.000 personas y la minería aurífera se practica principalmente en los ríos Atabapo, Guainía e Inírida. En este último empezó en los años ochenta, pero se consolidó en los noventa, según Leonardo Ladino, antropólogo indígena del territorio.
Durante el recorrido por el río Inírida, se observaron cuatro dragas flotando en la mitad del cauce. Sobre ellas había personas atentas al buzo que se encontraba bajo el agua, extrayendo el sedimento que contiene partículas de oro. Estas embarcaciones son pequeñas casetas de 8 metros de ancho por 8 de largo, el techo es de palma y hay una máquina en cada una. Tienen hamacas y varios elementos de uso personal.
Después de seis horas en lancha, las palmas de manaca se alzan entre las casas de tabla y las malocas de la comunidad de Chorro Bocón. La iglesia cristiana, en el centro del lugar, representa la occidentalización del territorio. En el polideportivo de concreto se reúnen para actos oficiales, culturales y de memoria.
Según el capitán indígena Luis Camelo Moyano, la comunidad nació en 1975 con apenas cuatro grupos nómadas dedicados a la pesca ornamental y al pescado seco. Hoy alberga a 756 personas organizadas en 234 familias. De esta población, alrededor de 400 habitantes se dedican directamente a la minería.
Después de seis horas en lancha, las palmas de manaca se alzan entre las casas de tabla y las malocas de la comunidad de Chorro Bocón. La iglesia cristiana, en el centro del lugar, representa la occidentalización del territorio. En el polideportivo de concreto se reúnen para actos oficiales, culturales y de memoria.
Según el capitán indígena Luis Camelo Moyano, la comunidad nació en 1975 con apenas cuatro grupos nómadas dedicados a la pesca ornamental y al pescado seco. Hoy alberga a 756 personas organizadas en 234 familias. De esta población, alrededor de 400 habitantes se dedican directamente a la minería.
Un habitante de la comunidad, propietario de una balsa minera, reconoció que utiliza mercurio (conocido por ellos como “azogue”) para extraer el oro del sedimento. Aseguró que lo manejan adecuadamente: “Eso no está regado por el aire y no estamos azogando en el río”.
Según el geólogo guainiano Zezé Amaya, este proceso de «azogar» es común en la minería tradicional de la región, puesto que las partículas de oro son muy finas y difíciles de separar. Por ello se vierte el mercurio sobre el sedimento para formar una amalgama que tiene el aspecto de una masa blanca metálica que, al fundirse, libera el metal pesado en forma de vapor, quedando únicamente el oro. Angela Rivera, profesional en química, agrega que el mercurio, al entrar en contacto con el aire, puede viajar a 100 metros a la redonda: “Es un factor de riesgo que no es ni medido, ni controlado, ni monitoreado por nadie”.
El Estado prohibió su uso, pero no lo controla. La autoridad ambiental autónoma en este territorio y en los departamentos de Vaupés y Guaviare es la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico (CDA). El Secretario General de esta entidad, Oscar Arnulfo Lozano, respondió que “la falta de garantías a la seguridad de los funcionarios y contratistas, así como la dificultad para acceder a las zonas de minería ilegal, obstaculiza la labor de inspección y control” del mercurio.
Según el capitán Moyano, “los que trabajan en salud” les han advertido sobre los riesgos del uso de mercurio; sin embargo, sostiene que no ha visto “a ninguna persona que sufra” por contaminación con el metal. Ahora bien, el estudio realizado por la Gobernación de Guainía en 2019 (el último que se ha hecho por esta entidad) tomó muestras de sangre en 116 mineros, de los cuales 100 superaban el límite establecido por la OMS.
El mismo estudio evidencia que, de 500 muestras, el 67% supera los niveles permitidos en sangre. En cabello, además, la cifra asciende al 85%, y en orina alcanza el 43,2%. Los resultados sugieren “un posible riesgo de exposición ambiental en la población estudiada”.
Según el geólogo guainiano Zezé Amaya, este proceso de «azogar» es común en la minería tradicional de la región, puesto que las partículas de oro son muy finas y difíciles de separar. Por ello se vierte el mercurio sobre el sedimento para formar una amalgama que tiene el aspecto de una masa blanca metálica que, al fundirse, libera el metal pesado en forma de vapor, quedando únicamente el oro. Angela Rivera, profesional en química, agrega que el mercurio, al entrar en contacto con el aire, puede viajar a 100 metros a la redonda: “Es un factor de riesgo que no es ni medido, ni controlado, ni monitoreado por nadie”.
El Estado prohibió su uso, pero no lo controla. La autoridad ambiental autónoma en este territorio y en los departamentos de Vaupés y Guaviare es la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y Oriente Amazónico (CDA). El Secretario General de esta entidad, Oscar Arnulfo Lozano, respondió que “la falta de garantías a la seguridad de los funcionarios y contratistas, así como la dificultad para acceder a las zonas de minería ilegal, obstaculiza la labor de inspección y control” del mercurio.
Según el capitán Moyano, “los que trabajan en salud” les han advertido sobre los riesgos del uso de mercurio; sin embargo, sostiene que no ha visto “a ninguna persona que sufra” por contaminación con el metal. Ahora bien, el estudio realizado por la Gobernación de Guainía en 2019 (el último que se ha hecho por esta entidad) tomó muestras de sangre en 116 mineros, de los cuales 100 superaban el límite establecido por la OMS.
El mismo estudio evidencia que, de 500 muestras, el 67% supera los niveles permitidos en sangre. En cabello, además, la cifra asciende al 85%, y en orina alcanza el 43,2%. Los resultados sugieren “un posible riesgo de exposición ambiental en la población estudiada”.
«El estudio realizado por la Gobernación de Guainía en 2019 (el último que se ha hecho por esta entidad) tomó muestras de sangre en 116 mineros, de los cuales 100 superaban el límite establecido por la OMS».
«El estudio realizado por la Gobernación de Guainía en 2019 (el último que se ha hecho por esta entidad) tomó muestras de sangre en 116 mineros, de los cuales 100 superaban el límite establecido por la OMS».
Una comunidad que depende del oro
Para extraer un gramo de oro se requieren aproximadamente 0.5 gramos de mercurio. Pero -recalca Angela Rivera- “los mineros no tienen cómo medir eso, regularmente trabajan con el exceso y va a dar al río”. Un kilo de mercurio se vende a unos 4 millones de pesos (950 dólares), según manifestó un minero: “Normalmente, uno trae 3 o 4 kilos. Lo venden en una botella plástica, un kilo cada una, como esas de jarabe de bebés”.
La comercialización del mercurio se hace por medio de un mercado clandestino: “Todos nos conocemos, entonces uno le dice al otro: ‘Fulanito tiene’ o ‘A Fulanito se le acabó y tal día le llega’. Y como yo trabajo en el territorio venezolano, casi nunca en Colombia,los mismos militares de Venezuela nos lo venden”, aseguró el minero.
Entre octubre y abril, los mineros permanecen ocupados en la actividad extractiva, lo que deja a la comunidad de Chorro Bocón en una especie de letargo que refleja su fuerte dependencia del oro. Las largas distancias fluviales también contribuyen a esta situación, pues limitan las alternativas económicas, a pesar de las consecuencias que implica estar expuestos al mercurio en las largas jornadas de trabajo minero.
El capitán Camelo reconoce que las medidas tomadas por las autoridades hacen parte de cuidar el ambiente. Sin embargo, manifiesta que la dedicación de la comunidad a la minería “es porque las necesidades nos obligan”, además de que “hay familias que están interesadas en enviar a sus hijos a la universidad». En la misma línea, los mineros entrevistados mencionaron sentir estigmatización y persecución por parte de las autoridades locales y nacionales, aún cuando las garantías para el no uso del mercurio o la reconversión laboral no han sido efectivas.
La comercialización del mercurio se hace por medio de un mercado clandestino: “Todos nos conocemos, entonces uno le dice al otro: ‘Fulanito tiene’ o ‘A Fulanito se le acabó y tal día le llega’. Y como yo trabajo en el territorio venezolano, casi nunca en Colombia,los mismos militares de Venezuela nos lo venden”, aseguró el minero.
Entre octubre y abril, los mineros permanecen ocupados en la actividad extractiva, lo que deja a la comunidad de Chorro Bocón en una especie de letargo que refleja su fuerte dependencia del oro. Las largas distancias fluviales también contribuyen a esta situación, pues limitan las alternativas económicas, a pesar de las consecuencias que implica estar expuestos al mercurio en las largas jornadas de trabajo minero.
El capitán Camelo reconoce que las medidas tomadas por las autoridades hacen parte de cuidar el ambiente. Sin embargo, manifiesta que la dedicación de la comunidad a la minería “es porque las necesidades nos obligan”, además de que “hay familias que están interesadas en enviar a sus hijos a la universidad». En la misma línea, los mineros entrevistados mencionaron sentir estigmatización y persecución por parte de las autoridades locales y nacionales, aún cuando las garantías para el no uso del mercurio o la reconversión laboral no han sido efectivas.
Un caso donde se ha logrado la reconversión laboral es el de Rebeca Durante, del resguardo indígena El Venado. Ella, junto a su familia, dejó atrás la minería y ahora trabaja como guía turística en los cerros de Mavicure. Sin embargo, como señala el geólogo Amaya, en los departamentos amazónicos ninguna actividad económica es sostenible por sí sola, por lo que se requiere de proyectos con respaldo estatal y políticas públicas adecuadas.
Además, sostiene que hay métodos que no utilizan mercurio para extraer el oro, pero resultan costosos para los mineros por lo que más que estigmatizar o prohibir la actividad minera, el Estado debe mitigar los impactos mediante la formalización ya que esta «implica beneficios para el gobierno como las regalías, reconocer quién es el responsable del impacto ambiental y social. Conociendo el territorio hay que aceptar que el oro no lo van a dejar de explotar, para mí esa es una realidad, pero que la reconversión laboral sea una política de acompañamiento. Formalizarlos y transformarles la tecnología actual, enseñarles sobre impactos sociales y ambientales, volverlos a ellos agricultores u operadores turísticos»
Además, sostiene que hay métodos que no utilizan mercurio para extraer el oro, pero resultan costosos para los mineros por lo que más que estigmatizar o prohibir la actividad minera, el Estado debe mitigar los impactos mediante la formalización ya que esta «implica beneficios para el gobierno como las regalías, reconocer quién es el responsable del impacto ambiental y social. Conociendo el territorio hay que aceptar que el oro no lo van a dejar de explotar, para mí esa es una realidad, pero que la reconversión laboral sea una política de acompañamiento. Formalizarlos y transformarles la tecnología actual, enseñarles sobre impactos sociales y ambientales, volverlos a ellos agricultores u operadores turísticos»
«Conociendo el territorio, hay que aceptar que el oro no lo van a dejar de explotar, para mí esa es una realidad, pero que la reconversión laboral sea una política de acompañamiento. Formalizarlos y transformarles la tecnología actual, enseñarles sobre impactos sociales y ambientales, volverlos a ellos agricultores u operadores turísticos».
«Conociendo el territorio hay que aceptar que el oro no lo van a dejar de explotar, para mí esa es una realidad, pero que la reconversión laboral sea una política acompañamiento, formalizarlos y transformarles la tecnología actual, enseñarles sobre impactos sociales y ambientales, volverlos a ellos agricultores u operadores turísticos».
Violeta María Aguilar, directora de Formalización Minera del Ministerio de Minas y Energía, aseguró que hay proyectos en ejecución a nivel nacional para la eliminación del mercurio. Informó además la proyección de un plan de acción para mitigar los impactos ambientales y culturales de la minería ilícita o no autorizada junto a la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas. “En la comunidad de El Remanso – Guainía se ha iniciado el trabajo para fomentar buenas prácticas mineras y la reconversión productiva con un enfoque cultural propio”, aseguró la funcionaria.
Lo cierto es que dentro del mismo resguardo hay otras comunidades, como Chorro Bocón, en donde persiste la minería aurífera.
Lo cierto es que dentro del mismo resguardo hay otras comunidades, como Chorro Bocón, en donde persiste la minería aurífera.
“Nunca nos imaginamos que era mercurio”
En Guainía, la presencia de colonos se debe a varias olas y dinámicas de colonización vinculadas con procesos históricos de desplazamiento, expansión territorial y explotación de recursos naturales. Según el Informe Final de la Comisión de la Verdad del 2022, en sus tomos de Orinoquía y Amazonía, tras la violencia partidista de los años 50, poblaciones del centro andino de Colombia migraron hacia el oriente ocupando estos territorios.
Leslie Sierra nació en Guainía, pero siendo solo una niña de un año migró a la ciudad de Ibagué. Ya grande, regresó y se radicó en este departamento en 2013. Conformó un hogar y se estableció laboralmente, lo cual le permitió recorrer los ríos y conocer a las comunidades indígenas. A nueve años de su llegada, empezó a sentir tembladera, pérdida de memoria, visión borrosa, diarrea, dolores en el estómago, espalda y articulaciones, inflamación en los pies y constantes cambios de humor. “Yo no dormía, pasaba en blanco. Todas las noches oraba y creí que me iba a morir”, comenta. Además, permanecía acostada debido a los mareos y esto le impidió seguir en su trabajo, por lo que tuvo que renunciar y su esposo hacerse cargo de la economía y los cuidados del hogar.
Decidió realizarse exámenes, puesto que compañeros le contaron de la existencia del mercurio y de su relación con el pescado. Los resultados del estudio que se hizo en 2022 registraron 47.75 ug/l en sangre, casi cinco veces más del límite. Además, su hija y esposo resultaron también con niveles por encima de lo permitido. Ella lo atribuye a que “consumía mucho pescado de cuero”, como el bagre y el valentón.
Lo mismo que Wilson Ladino, un comerciante de la región, que desayunaba sagradamente pescado todos los días en un restaurante del centro de Inírida. Él llegó a Guainía hace 43 años siendo un niño. Mientras recarga sus brazos sobre sus rodillas, recuerda tirarse al piso por dolores intestinales y de las articulaciones. Cualquier alimento que consumía lo irritaba, le generaba diarrea y una evidente baja de peso: “Creía que era un cáncer, creíamos cantidad de cosas, pero nunca nos imaginamos que era mercurio”, se lamenta.
Leslie Sierra nació en Guainía, pero siendo solo una niña de un año migró a la ciudad de Ibagué. Ya grande, regresó y se radicó en este departamento en 2013. Conformó un hogar y se estableció laboralmente, lo cual le permitió recorrer los ríos y conocer a las comunidades indígenas. A nueve años de su llegada, empezó a sentir tembladera, pérdida de memoria, visión borrosa, diarrea, dolores en el estómago, espalda y articulaciones, inflamación en los pies y constantes cambios de humor. “Yo no dormía, pasaba en blanco. Todas las noches oraba y creí que me iba a morir”, comenta. Además, permanecía acostada debido a los mareos y esto le impidió seguir en su trabajo, por lo que tuvo que renunciar y su esposo hacerse cargo de la economía y los cuidados del hogar.
Decidió realizarse exámenes, puesto que compañeros le contaron de la existencia del mercurio y de su relación con el pescado. Los resultados del estudio que se hizo en 2022 registraron 47.75 ug/l en sangre, casi cinco veces más del límite. Además, su hija y esposo resultaron también con niveles por encima de lo permitido. Ella lo atribuye a que “consumía mucho pescado de cuero”, como el bagre y el valentón.
Lo mismo que Wilson Ladino, un comerciante de la región, que desayunaba sagradamente pescado todos los días en un restaurante del centro de Inírida. Él llegó a Guainía hace 43 años siendo un niño. Mientras recarga sus brazos sobre sus rodillas, recuerda tirarse al piso por dolores intestinales y de las articulaciones. Cualquier alimento que consumía lo irritaba, le generaba diarrea y una evidente baja de peso: “Creía que era un cáncer, creíamos cantidad de cosas, pero nunca nos imaginamos que era mercurio”, se lamenta.
Desde que recibió los resultados de los primeros exámenes que arrojaron intoxicación por mercurio, Wilson tomó la decisión de tratar su salud sin acudir al Estado. Esto le generó un gasto de mucho dinero, además de no poder laborar en este tiempo.
Ocho años después, Wilson afirma que su vida no volvió a ser igual; la sensibilidad estomacal está presente, por lo que hay alimentos que no puede volver a consumir. Hace énfasis en que lo más difícil es no poder comer pescado de la región (sobre todo el moqueado, preparación típica de la Amazonía), debido a los niveles de mercurio hallados en las especies acuáticas en el estudio realizado en 2019 por la Secretaría de Salud del Departamento de Guainía.
El resultado encontró que 59 de las 125 especies de peces de los ríos Inírida, Guainía y Atabapo tenían presencia de mercurio por encima de lo permitido por la OMS, que es 0,5 ug/g. Entre ellos, el bagre rayado, el pavón y el valentón, que son parte de la dieta diaria de las comunidades.
Según Gina Paola García, Secretaria de Salud Municipal de Inírida, existe un protocolo especial para las personas afectadas por mercurio, que contempla la detección temprana y la atención inmediata, así como el seguimiento a largo plazo. Sin embargo, no fue efectivo en el caso de Elizabeth Moncada. Cuando ella acudió a su Entidad Prestadora de Salud para activarla, “nadie sabía nada”, comenta.
Ocho años después, Wilson afirma que su vida no volvió a ser igual; la sensibilidad estomacal está presente, por lo que hay alimentos que no puede volver a consumir. Hace énfasis en que lo más difícil es no poder comer pescado de la región (sobre todo el moqueado, preparación típica de la Amazonía), debido a los niveles de mercurio hallados en las especies acuáticas en el estudio realizado en 2019 por la Secretaría de Salud del Departamento de Guainía.
El resultado encontró que 59 de las 125 especies de peces de los ríos Inírida, Guainía y Atabapo tenían presencia de mercurio por encima de lo permitido por la OMS, que es 0,5 ug/g. Entre ellos, el bagre rayado, el pavón y el valentón, que son parte de la dieta diaria de las comunidades.
Según Gina Paola García, Secretaria de Salud Municipal de Inírida, existe un protocolo especial para las personas afectadas por mercurio, que contempla la detección temprana y la atención inmediata, así como el seguimiento a largo plazo. Sin embargo, no fue efectivo en el caso de Elizabeth Moncada. Cuando ella acudió a su Entidad Prestadora de Salud para activarla, “nadie sabía nada”, comenta.
La Subdirectora de Salud Ambiental del Ministerio de Salud, Leidy Johana Morales, respondió que el Instituto Nacional de Salud (INS) de Colombia registra sólo cuatro casos de intoxicación asociados a la exposición a mercurio entre 2007 y 2023 en Guainía. Reconoce que este número de casos puede no concordar con la realidad “debido a la falta de reportes o diagnósticos precisos en zonas remotas, así como a la limitada capacidad de vigilancia epidemiológica en áreas con acceso restringido a servicios de salud”. Además, acepta que en estas áreas con actividad minera tradicional y de pequeña escala, el uso de este metal en la extracción de oro es una práctica común.
Mientras tanto, “la falta de regulación en la gestión y disposición final del mercurio, a más de 11 años de la Ley 1658, subraya la urgencia de continuar trabajando en un abordaje integral de las acciones que se adelantan en esta materia”, dice un informe de Pure Earth, ONG dedicada a la salud ambiental.
Mientras tanto, “la falta de regulación en la gestión y disposición final del mercurio, a más de 11 años de la Ley 1658, subraya la urgencia de continuar trabajando en un abordaje integral de las acciones que se adelantan en esta materia”, dice un informe de Pure Earth, ONG dedicada a la salud ambiental.
Y aunque Colombia ratificó el tratado internacional de Minamata en 2018 para eliminar definitivamente el uso del mercurio, la realidad es que el país es el “mayor emisor de mercurio al ambiente por persona en el mundo”, de acuerdo al PNUMA. Esto significa que, en promedio, se libera más mercurio al ambiente por habitante en comparación con cualquier otro país.
Tanto la Policía como la Fiscalía deben darle un manejo específico al mercurio incautado, según el Decreto 1076 de 2015. Pero “el problema es que las instituciones no cuentan con lugares o áreas donde deban acopiar esas sustancias y regularmente las acopian de cualquier manera”, afirma Rivera sobre las dificultades que se presentan a la hora de depositar el metal por los funcionarios policiales y judiciales.
Mientras tanto, el uso de mercurio en la minería sigue generando afectaciones en la naturaleza y la salud. Los testimonios de Elizabeth, Walter, Leslie y Wilson coinciden en que el consumo de pescado es la fuente principal de la contaminación, sin que ninguna autoridad les haya advertido de esto. Y se preguntan por qué no se han tomado acciones concretas para mitigar las afectaciones ya presentadas en Guainía.
Tanto la Policía como la Fiscalía deben darle un manejo específico al mercurio incautado, según el Decreto 1076 de 2015. Pero “el problema es que las instituciones no cuentan con lugares o áreas donde deban acopiar esas sustancias y regularmente las acopian de cualquier manera”, afirma Rivera sobre las dificultades que se presentan a la hora de depositar el metal por los funcionarios policiales y judiciales.
Mientras tanto, el uso de mercurio en la minería sigue generando afectaciones en la naturaleza y la salud. Los testimonios de Elizabeth, Walter, Leslie y Wilson coinciden en que el consumo de pescado es la fuente principal de la contaminación, sin que ninguna autoridad les haya advertido de esto. Y se preguntan por qué no se han tomado acciones concretas para mitigar las afectaciones ya presentadas en Guainía.

Investigación y Redacción: Lina Cubillos y Simón Zapata
Producción Audiovisual y Fotografías: Camilo Rey
Diseño Web: Didier Álvarez
Edición de la Investigación: Alejandra Mayorga, Lina Álvarez y Equipo Connectas
Estrategia de difusión: Lina Cubillos, Alejandra Mayorga y Simón Zapata
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Agradecimientos:
A Joel Gámez, Edwin Suárez de El Morichal, a la Comunidad de Remanso Chorro Bocón, a Elizabeth Moncada, Walter Lenis, Wilson Ladino y Leslie Sierra y a las personas de Guainía por su valiosa participación y generoso aporte en la realización de esta investigación.
A Joel Gámez, Edwin Suárez de El Morichal, a la Comunidad de Remanso Chorro Bocón, a Elizabeth Moncada, Walter Lenis, Wilson Ladino y Leslie Sierra y a las personas de Guainía por su valiosa participación y generoso aporte en la realización de esta investigación.
Agradecimientos:
A Joel Gámez, Edwin Suárez de El Morichal, a la Comunidad de Remanso Chorro Bocón, a Elizabeth Moncada, Walter Lenis, Wilson Ladino y Leslie Sierra y a las personas de Guainía por su valiosa participación y generoso aporte en la realización de esta investigación.
A Joel Gámez, Edwin Suárez de El Morichal, a la Comunidad de Remanso Chorro Bocón, a Elizabeth Moncada, Walter Lenis, Wilson Ladino y Leslie Sierra y a las personas de Guainía por su valiosa participación y generoso aporte en la realización de esta investigación.